
COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
La accesibilidad a la Torre de la Catedral, una ucronía patrimonial
Hace como 20 años, por fijar un tiempo, me dio por escribir sobre la posibilidad de que a la Torre de la Catedral, íntima amiga de la Cúpula, se pudiera acceder por parte de los zamoranos y el turismo cultural. Escribí al respecto y hablé con el arquitecto Casaseca, que había realizado un proyecto ha tiempo. Cuando Ayuntamiento de Zamora la Diócesis llegaron a un acuerdo para convertirla en monumento franco para todos, recibí la noticia con gran satisfacción, porque mi sueño se iba a hacer realidad a no tardar.
No obstante, en mi fuero interno, reflexioné para augurar que Patrimonio no consentiría ningún tipo de ascensor externo para subir a la Torre. Y así ha sido. Los técnicos se niegan a aprobar ese proyecto. Por lo tanto, la Torre seguirá contemplándose desde lejos o desde la plaza y los jardines de Baltasar Lobo. No concibo otro proyecto arquitectónico que posibilite que ese sueño de conocer ese monumento por dentro y ver la ciudad desde esa altura, algo mágico, que apruebe Patrimonio, porque siempre pondrá pegas. Hemos alcanzado la ucronía patrimonial, lo que pudo haber sido y no fue, ni será.
Por esas mismas razones tampoco conoceremos el Puente de Piedra con sus dos portentosas torres, derribadas en 1905, porque así lo consideraron los políticos de la Restauración. No se olvide tampoco que las leyes que ejecutan los funcionarios, en este caso de Patrimonio, las aprobaron políticos, que sigo afirmando son los verdaderos enemigos del pueblo, de un pueblo que elige, aquí en España, a sus representantes, porque se limita a refrendar lo que las jerarquías de los diferentes partidos aprueban. Diputados, senadores y procuradores digamos que solo son servidores de sus formaciones políticas, jamás del pueblo. Sus labores distan mucho de ser sacras, del sacrificio. Yo diría que son hedonistas, porque, en general, perciben salarios cuatro o cinco veces superiores a su preparación intelectual y profesional, además de otras prebendas, privilegios y jubilaciones superiores al resto del vulgo.
Las gentes somos la excusa para que el sistema parezca una democracia real. Mentira. Partitocracia pura y dura.
Un servidor gozó de la fortuna de acceder en tres ocasiones a la Torre de la Catedral, abracé antes la Cúpula, y subí hasta el tejado de la protagonista de este artículo, desde donde divisé otra Zamora y otro Duero. Pero aquel placer estético me encantaría que también lo metabolizasen los zamoranos y los turistas que visitan la ciudad del Romancero. Solo sé que somos esclavos de las leyes que se aprueban en los parlamentos por aquellos que nosotros votamos del revés.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hace como 20 años, por fijar un tiempo, me dio por escribir sobre la posibilidad de que a la Torre de la Catedral, íntima amiga de la Cúpula, se pudiera acceder por parte de los zamoranos y el turismo cultural. Escribí al respecto y hablé con el arquitecto Casaseca, que había realizado un proyecto ha tiempo. Cuando Ayuntamiento de Zamora la Diócesis llegaron a un acuerdo para convertirla en monumento franco para todos, recibí la noticia con gran satisfacción, porque mi sueño se iba a hacer realidad a no tardar.
No obstante, en mi fuero interno, reflexioné para augurar que Patrimonio no consentiría ningún tipo de ascensor externo para subir a la Torre. Y así ha sido. Los técnicos se niegan a aprobar ese proyecto. Por lo tanto, la Torre seguirá contemplándose desde lejos o desde la plaza y los jardines de Baltasar Lobo. No concibo otro proyecto arquitectónico que posibilite que ese sueño de conocer ese monumento por dentro y ver la ciudad desde esa altura, algo mágico, que apruebe Patrimonio, porque siempre pondrá pegas. Hemos alcanzado la ucronía patrimonial, lo que pudo haber sido y no fue, ni será.
Por esas mismas razones tampoco conoceremos el Puente de Piedra con sus dos portentosas torres, derribadas en 1905, porque así lo consideraron los políticos de la Restauración. No se olvide tampoco que las leyes que ejecutan los funcionarios, en este caso de Patrimonio, las aprobaron políticos, que sigo afirmando son los verdaderos enemigos del pueblo, de un pueblo que elige, aquí en España, a sus representantes, porque se limita a refrendar lo que las jerarquías de los diferentes partidos aprueban. Diputados, senadores y procuradores digamos que solo son servidores de sus formaciones políticas, jamás del pueblo. Sus labores distan mucho de ser sacras, del sacrificio. Yo diría que son hedonistas, porque, en general, perciben salarios cuatro o cinco veces superiores a su preparación intelectual y profesional, además de otras prebendas, privilegios y jubilaciones superiores al resto del vulgo.
Las gentes somos la excusa para que el sistema parezca una democracia real. Mentira. Partitocracia pura y dura.
Un servidor gozó de la fortuna de acceder en tres ocasiones a la Torre de la Catedral, abracé antes la Cúpula, y subí hasta el tejado de la protagonista de este artículo, desde donde divisé otra Zamora y otro Duero. Pero aquel placer estético me encantaría que también lo metabolizasen los zamoranos y los turistas que visitan la ciudad del Romancero. Solo sé que somos esclavos de las leyes que se aprueban en los parlamentos por aquellos que nosotros votamos del revés.
Eugenio-Jesús de Ávila
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