Domingo, 16 de Noviembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Domingo, 26 de Mayo de 2024
ZAMORANA

Política dentro y fuera de nuestras fronteras

Mº Soledad Martín Turiño

En esta sociedad tan mancillada, con una política anodina que decepciona a los ciudadanos, hartos ya de que sus gobernantes, en lugar de estudiar soluciones a los problemas, hagan siempre campaña luchando por sus propios intereses, asentando un futuro político para “después”, sin un ápice de autocrítica, sin ganas de pactar soluciones a los grandes problemas que atraviesa este país, con una permanente reafirmación de sus actos, sean o no correctos; un tipo de política que ha defraudado a los ciudadanos hasta el punto que asistimos día sí, día también, a discursos ásperos, con palabras groseras, impropias de quienes nos representan.

 

Son miles los españoles que se ven afectados por un gobierno inestable y una oposición maniatada, y millones quienes clamamos por políticas justas, en apoyo de los más desfavorecidos, pero por concepto, no con la artera intención de ganar votos comprando a sectores de población. En este sentido, tampoco han ayudado las sucesivas citas electorales que se han celebrado desde que comenzó el año: febrero en Galicia, abril en País Vasco, mayo en Cataluña y el próximo mes de junio las europeas; de modo que los líderes de los partidos políticos se centran más en apoyar a los suyos que en atender los problemas del resto de España.

 

Hay temas estancados desde hace demasiado tiempo: la renovación del CGPD ha de resolverse cuanto antes porque repercute en los ciudadanos: juzgados atascados, delitos que prescriben, juicios que no llegan a realizarse… y hay otros asuntos –diría gravísimos- como el trato de favor que reciben comunidades autónomas como País Vasco o Cataluña, en detrimento de las demás, por el mero hecho de que sus votos son fundamentales para el gobierno del sr. Sánchez.

 

La política no debería ser un mercadeo de votos, ni estar supeditada a decisiones personales o de partido sin el consenso de todo el parlamento; la política debería ser un arte, una habilidad “para sanar los males, jamás vengarlos” como decía Napoleón, y para ello es preciso tener capacidad de comunicación, necesidad de consenso, estar abierto a las críticas y no creerse en permanente posesión de la verdad.

 

Deberíamos recuperar de los grandes políticos que un día hubo en este país, la elocuencia, el respeto, el saber estar, las formas… en una palabra, recobrar algo tan sencillo como la buena educación en las tribunas del Congreso y del Senado, la que nos enseñaron de niños y se ha ido perdiendo por el camino, porque son el espejo donde se miran los ciudadanos.

 

¡A qué grado de desvergüenza hemos llegado que el propio presidente, tras sus famosos cinco días de reflexión, apelara a algo tan básico como “una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común, poniendo freno a la política de la vergüenza que llevamos demasiado tiempo sufriendo”! (sic); sin embargo, a la vista de las intervenciones posteriores, (tanto suyas como de algunos ministros), no he notado cambio alguno; se sigue criticando al otro, rebelándose con dardos cargados de resentimiento, sin apelar a esa dignidad que proclamaba; además hemos entrado en una senda peligrosa fuera de nuestras fronteras en relación con otros países que amenaza con romper relaciones diplomáticas (Argentina), o caer en declaraciones un tanto arriesgadas y, desde mi punto de vista poco convenientes, como fueron las de la vicepresidenta Yolanda Díaz en relación con Palestina.

 

         En política no vale todo, ni se pueden hacer declaraciones en petit comité que conciernan a otro país pensando que nadie va a enterarse del contenido de unas frases que luego trascienden, ni tampoco hacer comentarios personales que puedan poner en riesgo algo tan importante como el trabajo de la diplomacia que, una vez cometido el desaguisado, deben encargarse de recomponer la situación.

 

         Todos estos son motivos de sobra para reflexionar, no sé si cinco días serán suficientes, o acaso lo que sea preciso sea tan solo poner en práctica una teoría que todos conocemos, deseamos, y que se resume en algo tan sencillo como que los políticos trabajen para el bien común, dejando de lado posicionamientos personales, disculpándose cuando sea menester, siendo honrados y coherentes con la responsabilidad que las urnas les han otorgado.

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