COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Políticos: ideas y honestidad
Todo político que se dedique a la administración de un ayuntamiento debe poseer dos virtudes esenciales: tener imaginación y ser honrados. Inteligencia e integridad. Las ideas, que son proyectos posibles, buscan transformar la ciudad, embellecerla, desarrollar su economía, modernizar servicios y, en definitiva, que los ciudadanos adquieran una mejor calidad de vida.
He conocido políticos con ideas, pero un tanto despistados con el dinero público. Los proyectos originales se corregían sobre la marcha, verbigracia: materiales de primera clase se sustituían por otros de peor de condición, se reducían las dimensiones sobre las que actuar y, en definitiva, se extraían beneficios particulares de obras públicas. Muy dados, por supuesto, a las recalificaciones de terrenos. No pasaba nada. Solo con el tiempo se demostraba la infamia realizada con el patrimonio urbano.
También supe de políticos que carecían de ideas, pero honrados. Pasaron por las instituciones como la brisa por el rostro de una dama en un ocaso del estío. Nada dejaron, ni bueno ni malo, y nada se llevaron. No hubo lucro, ni enriquecimiento de su patrimonio. Las ciudades que gobiernan este tipo de políticos nunca avanzan, permanecen tal cual las recogieron, incluso con más carencias. Se trata de gentes mediocres, voluntariosas, pero sin genio ni talento.
Por supuesto, he sabido de políticos con proyectos, que aúnan, además honestidad, tanto del derecho y del revés. Son aquellos que transforman las ciudades, los que dejan huello de su gobernanza, los que los pueblos recordarán y, de vez en cuando, echarán de menos.
Cuando esta clase de políticos abandonan las administraciones, tras dejar los mejores años de su vida en el servicio a sus ciudades, el pueblo llano vuelve a creer en la política. Y se van con el alma aún más grande que su ciudad y un jardín florido en su conciencia.
Eugenio-Jesús de Ávila
Todo político que se dedique a la administración de un ayuntamiento debe poseer dos virtudes esenciales: tener imaginación y ser honrados. Inteligencia e integridad. Las ideas, que son proyectos posibles, buscan transformar la ciudad, embellecerla, desarrollar su economía, modernizar servicios y, en definitiva, que los ciudadanos adquieran una mejor calidad de vida.
He conocido políticos con ideas, pero un tanto despistados con el dinero público. Los proyectos originales se corregían sobre la marcha, verbigracia: materiales de primera clase se sustituían por otros de peor de condición, se reducían las dimensiones sobre las que actuar y, en definitiva, se extraían beneficios particulares de obras públicas. Muy dados, por supuesto, a las recalificaciones de terrenos. No pasaba nada. Solo con el tiempo se demostraba la infamia realizada con el patrimonio urbano.
También supe de políticos que carecían de ideas, pero honrados. Pasaron por las instituciones como la brisa por el rostro de una dama en un ocaso del estío. Nada dejaron, ni bueno ni malo, y nada se llevaron. No hubo lucro, ni enriquecimiento de su patrimonio. Las ciudades que gobiernan este tipo de políticos nunca avanzan, permanecen tal cual las recogieron, incluso con más carencias. Se trata de gentes mediocres, voluntariosas, pero sin genio ni talento.
Por supuesto, he sabido de políticos con proyectos, que aúnan, además honestidad, tanto del derecho y del revés. Son aquellos que transforman las ciudades, los que dejan huello de su gobernanza, los que los pueblos recordarán y, de vez en cuando, echarán de menos.
Cuando esta clase de políticos abandonan las administraciones, tras dejar los mejores años de su vida en el servicio a sus ciudades, el pueblo llano vuelve a creer en la política. Y se van con el alma aún más grande que su ciudad y un jardín florido en su conciencia.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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