COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Sensibilidad política y cultural
Eugenio-Jesús de Ávila
Me habría encantado vivir en una ciudad estado y que la gobernase un político como Pericles, casado con una dama como Aspasia. Amo la política de la Atenas clásica y amo a Zamora como Platón a Atenas. Mi ciudad, la de todos, porque es abierta, más con el foráneo que con el nativo, se va transformando estéticamente. Después de las Edades del Hombre de 2025, si las autoridades saben venderla, Zamora recibirá más turismo cultural, el propio de una ciudad como la nuestra. Patrimonio monumental, patrimonio histórico, patrimonio natural, en el mismo paquete. Todo por nada. Ahora bien, la ciudad del Romancero necesita también un club, una asociación, una agrupación que mueva la cultura.
Esa asociación, pongamos la de Amigos de Baltasar Lobo, debería protagonizar la vida cultural de Zamora, indicando el camino para hallar la tierra prometida, criticar decisiones políticas en este ámbito, proponer proyectos, presentar ideas e imaginar una ciudad para esta centuria que conservase su legado monumental. Verbigracia: realizar un plan para el casco histórico, que corrigiese los errores del ejecutado durante el primer mandato de Antonio Vázquez y propusiese nuevos conceptos estéticos, desde cómo diseñar las nuevas construcciones, pasando por el material de las rúas, plazas y plazuelas y, por supuesto, jardines y fuentes. Sigo sin comprender cómo, después de tantos años, todavía el parque que lleva el nombre del genial escultor de Cerecinos de Campos muestra una orfandad dolorosa de fuentes, de un sistema de fontanas que embelleciesen arboleda, jardines y murallas.
Y no me olvido del Castillo, cuya primera reforma hubo de ejecutarse, debido a la escasez de tiempo, a toda prisa. Soy de los que aprobarían el proyecto arquitectónico de Moneo para ese recinto defensivo, incluso para albergar un Museo de la Escultura zamorana, no solo restringido a la obra de Lobo. Tener un edificio firmado por Moneo ya resultaría todo un impacto cultural para nuestra ciudad.
Zamora, pues, necesita un toque de distinción, nacido del intelecto, del talento, de la sabiduría. La sensibilidad política debe vincularse siempre a la sensibilidad cultural.
Sembremos nuestra ciudad con las semillas de la verdadera cultura, aquella libre de imperativos políticos. Más pronto que tarde, recogeremos el fruto de ese cultivo intelectual de la belleza. Preparemos Zamora para ese punto de inflexión, para un antes y un después de Las Edades del Hombre 2025. Y que los hombres y las mujeres de la res pública zamorana aprovechen el coprotagonismo con Oporto para acercarnos a la hermana ciudad lusa, a la que nos debe de unir, además del río duradero, vínculos económicos y culturales.
Eugenio-Jesús de Ávila
Me habría encantado vivir en una ciudad estado y que la gobernase un político como Pericles, casado con una dama como Aspasia. Amo la política de la Atenas clásica y amo a Zamora como Platón a Atenas. Mi ciudad, la de todos, porque es abierta, más con el foráneo que con el nativo, se va transformando estéticamente. Después de las Edades del Hombre de 2025, si las autoridades saben venderla, Zamora recibirá más turismo cultural, el propio de una ciudad como la nuestra. Patrimonio monumental, patrimonio histórico, patrimonio natural, en el mismo paquete. Todo por nada. Ahora bien, la ciudad del Romancero necesita también un club, una asociación, una agrupación que mueva la cultura.
Esa asociación, pongamos la de Amigos de Baltasar Lobo, debería protagonizar la vida cultural de Zamora, indicando el camino para hallar la tierra prometida, criticar decisiones políticas en este ámbito, proponer proyectos, presentar ideas e imaginar una ciudad para esta centuria que conservase su legado monumental. Verbigracia: realizar un plan para el casco histórico, que corrigiese los errores del ejecutado durante el primer mandato de Antonio Vázquez y propusiese nuevos conceptos estéticos, desde cómo diseñar las nuevas construcciones, pasando por el material de las rúas, plazas y plazuelas y, por supuesto, jardines y fuentes. Sigo sin comprender cómo, después de tantos años, todavía el parque que lleva el nombre del genial escultor de Cerecinos de Campos muestra una orfandad dolorosa de fuentes, de un sistema de fontanas que embelleciesen arboleda, jardines y murallas.
Y no me olvido del Castillo, cuya primera reforma hubo de ejecutarse, debido a la escasez de tiempo, a toda prisa. Soy de los que aprobarían el proyecto arquitectónico de Moneo para ese recinto defensivo, incluso para albergar un Museo de la Escultura zamorana, no solo restringido a la obra de Lobo. Tener un edificio firmado por Moneo ya resultaría todo un impacto cultural para nuestra ciudad.
Zamora, pues, necesita un toque de distinción, nacido del intelecto, del talento, de la sabiduría. La sensibilidad política debe vincularse siempre a la sensibilidad cultural.
Sembremos nuestra ciudad con las semillas de la verdadera cultura, aquella libre de imperativos políticos. Más pronto que tarde, recogeremos el fruto de ese cultivo intelectual de la belleza. Preparemos Zamora para ese punto de inflexión, para un antes y un después de Las Edades del Hombre 2025. Y que los hombres y las mujeres de la res pública zamorana aprovechen el coprotagonismo con Oporto para acercarnos a la hermana ciudad lusa, a la que nos debe de unir, además del río duradero, vínculos económicos y culturales.





















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