CRÓNICAS DE LA BIEN CERCADA
Zamora: La ciudad que nos acusa y nos alienta
Nunca me conformaré con la Zamora del presente, ni me refugiaré en la Zamora del pretérito. No quiero que mi ciudad se defina como tranquila, pequeña, un pueblo grande; como aquella en la que nunca pasa nada, que solo aparece en las noticias de ámbito nacional por desgracias o por ocupar el farolillo rojo de todas las clasificaciones negativas: despoblación, actividad económica.
Sabemos, merced a los versos del poeta, que nuestra ciudad nos alienta y nos acusa. Yo, como zamorano, me distinguí siempre por ser la excepción a la regla del conformismo y la apatía, dos trastornos psicológicos que impidieron el desarrollo de Zamora, forjaron el abandono de sus tierras y nos condenaron a ser los parias de España, los cenicientos de esta autonomía sin sentido político.
Esa ciudad nos acusa de ser cobardes ante las infamias del poder, de comulgar con las ruedas del molino político, de seguir bendiciendo a los que nos esquilmaron, de aplaudir a los que nos olvidaron, de guardar silencio ante las promesas incumplidas, de resignarnos, como si permanecer cruzados de brazos se premiase…
Esta ciudad, sin embargo, alienta a quién se rebela contra el orden establecido, a quién critica a los políticos que sirven a sus partidos y desprecian las quejas del pueblo, a quién propone transformaciones que la embellezcan, a quién ofrezca ideas que la engrandezcan, a quien reactive su economía, a quien detenga su despoblación galopante, denunciando las razones de su decadencia demográfica.
Los pasotas, aquellos que llevan como alma la abulia, padecen idéntica enfermedad que los badulaques que manchan de garabatos sillares de iglesias y monumentos, fachadas de edificios privados y públicos; guardan en sus reducidos cerebros idéntica inteligencia a los que orinan donde se les antoja, que dejan en aceras y jardines las cacas de sus canes, que destrozan mobiliario urbano, queman contenedores y arrojan papeles, plásticos, chicles y bebidas en las calles.
Los que amamos a Zamora, porque nos alienta vivir y respirar entre sus rúas, plazas, cultura e historia, buscamos embellecerla con ideas que aportamos, alentando los proyectos políticos que nos parecen esenciales para mejorar la ciudad y engrandecerla. Y no olvidarnos de criticar a los que la mancillan, oscurecen y olvidan.
Queremos una Zamora viva, que no se olvide de su historia, pero que anhele asir un futuro mas próspero, tanto como para que los hijos que así lo deseen se queden aquí y creen familias y nuevos zamoranos. No nos conformemos nunca con lo que somos, tengamos ambición suficiente para avanzar, para alcanzar el éxito como ciudadanos de una ciudad nobles, monumental y cargada de historia. Seamos una ciudad con futuro, con niños en los parques, con jóvenes en los institutos y divirtiéndose y gente mayor, culta y satisfecha con su vida. Seamos ciudadanos dignos en una ciudad que nos alienta y que, de vez en cuando, nos acusa.
Eugenio-Jesús de Ávila
Nunca me conformaré con la Zamora del presente, ni me refugiaré en la Zamora del pretérito. No quiero que mi ciudad se defina como tranquila, pequeña, un pueblo grande; como aquella en la que nunca pasa nada, que solo aparece en las noticias de ámbito nacional por desgracias o por ocupar el farolillo rojo de todas las clasificaciones negativas: despoblación, actividad económica.
Sabemos, merced a los versos del poeta, que nuestra ciudad nos alienta y nos acusa. Yo, como zamorano, me distinguí siempre por ser la excepción a la regla del conformismo y la apatía, dos trastornos psicológicos que impidieron el desarrollo de Zamora, forjaron el abandono de sus tierras y nos condenaron a ser los parias de España, los cenicientos de esta autonomía sin sentido político.
Esa ciudad nos acusa de ser cobardes ante las infamias del poder, de comulgar con las ruedas del molino político, de seguir bendiciendo a los que nos esquilmaron, de aplaudir a los que nos olvidaron, de guardar silencio ante las promesas incumplidas, de resignarnos, como si permanecer cruzados de brazos se premiase…
Esta ciudad, sin embargo, alienta a quién se rebela contra el orden establecido, a quién critica a los políticos que sirven a sus partidos y desprecian las quejas del pueblo, a quién propone transformaciones que la embellezcan, a quién ofrezca ideas que la engrandezcan, a quien reactive su economía, a quien detenga su despoblación galopante, denunciando las razones de su decadencia demográfica.
Los pasotas, aquellos que llevan como alma la abulia, padecen idéntica enfermedad que los badulaques que manchan de garabatos sillares de iglesias y monumentos, fachadas de edificios privados y públicos; guardan en sus reducidos cerebros idéntica inteligencia a los que orinan donde se les antoja, que dejan en aceras y jardines las cacas de sus canes, que destrozan mobiliario urbano, queman contenedores y arrojan papeles, plásticos, chicles y bebidas en las calles.
Los que amamos a Zamora, porque nos alienta vivir y respirar entre sus rúas, plazas, cultura e historia, buscamos embellecerla con ideas que aportamos, alentando los proyectos políticos que nos parecen esenciales para mejorar la ciudad y engrandecerla. Y no olvidarnos de criticar a los que la mancillan, oscurecen y olvidan.
Queremos una Zamora viva, que no se olvide de su historia, pero que anhele asir un futuro mas próspero, tanto como para que los hijos que así lo deseen se queden aquí y creen familias y nuevos zamoranos. No nos conformemos nunca con lo que somos, tengamos ambición suficiente para avanzar, para alcanzar el éxito como ciudadanos de una ciudad nobles, monumental y cargada de historia. Seamos una ciudad con futuro, con niños en los parques, con jóvenes en los institutos y divirtiéndose y gente mayor, culta y satisfecha con su vida. Seamos ciudadanos dignos en una ciudad que nos alienta y que, de vez en cuando, nos acusa.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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