SUCEDIDOS
Una encomiable adopción
Hace ya algunos años, cuando iba condiciendo mi coche, en uno de mis frecuentes viajes, que ahora ya no hago porque la edad no me lo permite, escuché por la radio un relato que llamó poderosamente mi atención.
El comentarista escuchaba a su interlocutor un hecho que la había sucedido tiempo atrás, cuando era empleado de una gasolinera. En las proximidades de aquella estación de servicio vio a un anciano que permanecía sentado durante varias horas. Como el tiempo pasaba y aquella persona no se movía del lugar en que estaba sentado, el empleado se acercó hasta él para preguntarle si necesitaba algo. La sorprendente contestación del anciano fue que su hijo le había dicho que esperase allí mientras iba a buscar tabaco, y que no recordaba el domicilio ni otros datos de identificación.
A juzgar por el tiempo transcurrido, todo hacía pensar que aquel mal hijo no pensaba regresar a recoger a su padre. Sin pararse a pensar en los motivos del abandono a su progenitor, había que entender que nada hay que justifique tan reprobable acción.
El empleado de la gasolinera comunicó los hechos al cuartel de la Guardia Civil más próximo y una pareja de la Benemérita se hizo cargo que aquella persona mayor que había sido abandonada por su hijo, atendiéndole adecuadamente en las primeras horas de permanencia en el cuartel.
Terminada su jornada el empleado regresó a su casa meditando por el camino la situación que había vivido momentos antes y proyectando una idea que, tan pronto como llegó al hogar, propuso a su esposa. A modo de cariñoso saludo, le dijo: - Quieres que hagamos una adopción ?.
La esposa, sin dudarlo , contestó afirmativamente pensando que se trataría de un niño , aunque ya tenía otros dos. Cuando el marido le aclaró que se trataba de un anciano abandonado, aún así, ella aceptó lo que su esposo le proponía con tan buen criterio.
Hechos los trámites legales necesarios , recogieron al anciano y se lo llevaron a casa . A partir de entonces, los dos hijos de aquel admirable matrimonio tuvieron a su lado al que ya consideraban su abuelo y con él compartieron horas muy felices.
Aquel viejecito, que no pudo recuperar su memoria, dejó atrás su pasado y vivió con su familia adoptiva seis años más, hasta que falleció manifestando que aquellos fueron los más maravillosos años de su vida, rodeado de los dos nietos más cariñosos que se puedan conocer y atendido por aquel matrimonio que tanto amor al prójimo demostraba.
Balbino Lozano
Hace ya algunos años, cuando iba condiciendo mi coche, en uno de mis frecuentes viajes, que ahora ya no hago porque la edad no me lo permite, escuché por la radio un relato que llamó poderosamente mi atención.
El comentarista escuchaba a su interlocutor un hecho que la había sucedido tiempo atrás, cuando era empleado de una gasolinera. En las proximidades de aquella estación de servicio vio a un anciano que permanecía sentado durante varias horas. Como el tiempo pasaba y aquella persona no se movía del lugar en que estaba sentado, el empleado se acercó hasta él para preguntarle si necesitaba algo. La sorprendente contestación del anciano fue que su hijo le había dicho que esperase allí mientras iba a buscar tabaco, y que no recordaba el domicilio ni otros datos de identificación.
A juzgar por el tiempo transcurrido, todo hacía pensar que aquel mal hijo no pensaba regresar a recoger a su padre. Sin pararse a pensar en los motivos del abandono a su progenitor, había que entender que nada hay que justifique tan reprobable acción.
El empleado de la gasolinera comunicó los hechos al cuartel de la Guardia Civil más próximo y una pareja de la Benemérita se hizo cargo que aquella persona mayor que había sido abandonada por su hijo, atendiéndole adecuadamente en las primeras horas de permanencia en el cuartel.
Terminada su jornada el empleado regresó a su casa meditando por el camino la situación que había vivido momentos antes y proyectando una idea que, tan pronto como llegó al hogar, propuso a su esposa. A modo de cariñoso saludo, le dijo: - Quieres que hagamos una adopción ?.
La esposa, sin dudarlo , contestó afirmativamente pensando que se trataría de un niño , aunque ya tenía otros dos. Cuando el marido le aclaró que se trataba de un anciano abandonado, aún así, ella aceptó lo que su esposo le proponía con tan buen criterio.
Hechos los trámites legales necesarios , recogieron al anciano y se lo llevaron a casa . A partir de entonces, los dos hijos de aquel admirable matrimonio tuvieron a su lado al que ya consideraban su abuelo y con él compartieron horas muy felices.
Aquel viejecito, que no pudo recuperar su memoria, dejó atrás su pasado y vivió con su familia adoptiva seis años más, hasta que falleció manifestando que aquellos fueron los más maravillosos años de su vida, rodeado de los dos nietos más cariñosos que se puedan conocer y atendido por aquel matrimonio que tanto amor al prójimo demostraba.
Balbino Lozano

















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