BALBINO LOZANO
Viernes, 09 de Agosto de 2024
NUESTRA HISTORIA

Eran otros tiempos en Zamora

Con este afán mío de remover en lo más recóndito de mi memoria,  ayudado por los periódicos de antaño,  doy un repaso a lo que sucedía en esta ciudad hace más de cincuenta años, encontrándome con  hechos y personajes que llegué a vivir y conocer personalmente.


Veo un comentario de Francisco de Asís Iglesias, un hombre  que disfrutaba viviendo el día a día de esta capital de provincia en la que parecía que todo era igual siempre y que nada nuevo cambiaba el panorama.  El amigo Paco, con sus  gruesas gafas de “culo de vaso”, aparecía en cualquier lugar donde hubiera una tertulia para enterarse de sucesos o anécdotas  que luego escribiría en la prensa local.


Con su particular sentido del humor,  contaba como había visto él  la calle de Balborraz  medio siglo antes ( ahora ya son cien años):  Decía que aquella céntrica cuesta que arrancaba de la Plaza Mayor, se caracterizaba porque en ella se concentraban un buen número de zapateros remendones:  Los Boizas, Munárriz, Aparicio, Cabrero, Manduca; todos ellos daban brillo a esta popular calle de Balborraz con el repiqueteo de sus  martillos y con el jaleo que armaban  gastando bromas  a los pobres desdichados que pululaban por allí.  Citaba al “Lombar”, “El Alemán”, Federico, “El Lavativas”, “El Páginas”, Simón y  “La Chata”  que aguantaba toda suerte de picardías hasta el punto de que casi no atrevían a cruzar aquella calle.


Contaba Paco que había visto como aquellos zapateros echaban a rodar un tonel lleno de agua por la cuesta abajo con riesgo de arrollar a alguna persona antes de llegar al final de la cuesta.  Decía también que  ponían pez derretida en la acera del medio y que alguna mujer se quedaba descalza al quedársele pegado el tacón del zapato en aquella pez.


Rememoraba también que  la calle de Balborraz  tuvo sus días de gloria con la celebración de las Ferias de Botijero, sus atrayentes platerías, sus bazares y otros comercios  que daban animado ambiente a la cuesta. Recordaba la antigua  fumistería de Fombellida  en la que había animadas tertulias  y se consumían más puros que los que se fabricaban en “Farias”.


En otro orden de cosas, como era tiempo de estío,  evocaba las terrazas del Café París, luego El Lisboa, colocadas en la Plaza de San Gil,  las tres terrazas de la Calle Viriato, ocupadas por asiduos  clientes  que pasaban sus buenos ratos  tomando el fresco en aquellas noches calurosas.  También había, como ahora, terrazas en la Plaza Mayor, y recordaba el comentarista el desaparecido  Café Español en la que fue Casa  de la Panaderas y que hoy ocupa el edificio de la Casa Consistorial.


Me parece oportuno traer a estas remembranzas una alusión a las paellas del “Club Náutico”.  Decía un periódico  de los años cincuenta que, aquél cocinero, con su descomunal gorro blanco y un tremendo tenedor como el de Neptuno, se había hecho muy popular por su habilidad haciendo paellas. Era un comentario habitual que la gente se preguntara: “Has probado la paella de la Isla?”.  Las toscas mesas de madera  que se esparcían entre los frondosos árboles de  la isla se llenaban de clientes para degustar el preciado manjar.


El paso del tiempo hace que, si estos recuerdos no hacen precisamente historia, al menos resulten agradables para  refrescar la memoria de algunos.

Balbino Lozano

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