Martes, 23 de Septiembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Domingo, 25 de Agosto de 2024
COSAS PROPIAS

La política te hace peor persona

[Img #91258]Cuando era un joven universitario durante los últimos años del franquismo, pensaba que yo, por ser de extrema izquierda, una especie de ácrata, con un toque de troskismo, era superior moralmente a los que mostraban su apoyo al régimen, a los conservadores, liberales y a todo aquel ser humano que no fuera un rojeras.

 

Los etarras, comunistas clásicos, me parecían héroes, libertadores. ¡Qué estólido eran por aquel entonces! La ignorancia causa un daño tremendo en el alma. La verdad es que solo había un partido serio, de verdad, con un orden y una idea: el PCE. El PSOE no existía. No conocí a nadie de esa formación en aquellos años. Felipe y Guerra aparecieron cuando el dictador era un cadáver y los tipos más inteligentes y posibilistas del franquismo preparaban la transición, de común acuerdo con los Estados Unidos y la Alemania Federal.

 

En verdad, las fuerzas de izquierdas resultaban minoritarias en aquella España que olía a democracia. Lo que se quería impedir era que el comunista fuese el partido más votado de la izquierda en unas elecciones democráticas. De ahí, que el gran capital internacional y la socialdemocracia acelerasen su ritmo para crear un partido con las siglas del PSOE, pero que no tuviera nada que ver ideológicamente con el partido bolchevique de Largo Caballero. El Eurocomunismo de Berlinguer, Carrillo y Marchais, quizá más soviético el francés, tampoco daba miedo.

 

El PSOE del exilio, inexistente, partido de masones y derrotados, el de Llopis, se desmoronó en Suresnes. Allí emergieron Felipe y Alfonso. Muerto franco, ex falangistas y ex curas entraron a formar parte del nuevo PSOE. Un día de la Concha, 8 de septiembre, me encontré, en Zamora, con Balbás, dirigente de toda la vida del PSOE de Madrid, y le pregunté: ¿De dónde salisteis los socialistas? Su respuesta fue rotunda y sorprendente: Pues del capital USA, a través de la CIA, y de la Alemania de Billy Brandt.

 

Antes del triunfo electoral del PSOE, las fuerzas del régimen crearon la UCD, una formación diseñada para que los españoles se fueron haciendo a la democracia. Cuando la labor se realizó, UCD quebró: unos entraron en el PSOE y otros en el AP de Fraga. Después, Felipe y sus cuates realizaron todas las reformas que el gran capital internacional exigía a la nueva España. Y el PSOE, con sus siglas acabó con toda la industria, subvencionó la agricultura y minimizó la ganadería. Esa brutal reconversión provocó tres huelgas generales, cuando los sindicatos defendían a los trabajadores y no obedecían al PSOE felipista.

 

Zamora fue una de las provincias que más acusó el régimen felipista: cierres de líneas férreas, de Universidad Laboral, de la Prisión Provincial, traslado del Regimiento Toledo, más la reconversión agropecuaria. Después todo ha ido a peor. Ni el PP, ni en Madrid ni en Pucela, se acordó de nuestra tierra. Limosnas, caridad, trucos, zarandajas.

Sin escribirlo, he dicho que ser de izquierdas no significa que seas mejor persona que uno que gusta del liberalismo, ni un conservador se doctore en el secreto de la bonhomía con más sabiduría que un tipo que admira a Lenin o Stalin.

 

Ser de izquierdas no te convierte en un ángel. Ser de derechas no te transforma en un malandrín. He conocido tipos de la siniestra que demostraron ser auténticos canallas, y personajes conservadores, aborrecibles. Ni todos los empresarios explotan al trabajador, ni todos los obreros son personas ejemplares. Hay emprendedores magníficos y currantes jetas.

 

Voy al sexo. Las mujeres, por el mero hecho de nacer con un determinado aparato genital, no son mejores personas que los hombres. Ni los varones, por lucir pene, más altruistas que las damas. Hay señoras dañinas, arpías, pérfidas. Y tíos villanos, felones, infieles, ruines.

 

No todos los homosexuales son querubines, ni los puro machos, badulaques. Cambiar de sexo no te convierte en buena persona. Permanecer con el que naciste, tampoco.

 

De lo que estoy convencido es que el ejercicio de la política, a la derecha o a la izquierda, te hace peor persona. Si entras en un partido siendo un cantamañanas, un tipo o tipa de poco fiar, quizá llegues a la cúspide de la política. Ser buena persona y dedicarte a la política conlleva riesgos gravísimos. No conozco a nadie que, tras su paso por la res pública, fuese mejor persona. El malo en política alcanza la categoría de bergante y felón. El bueno perderá su bondad y regresará a la sociedad civil desconfiado y taimado.

 

Me olvidaba: el periodismo también aloja a muchos canallas. Decía Kapuscinski: “Para ser un buen periodista hay que ser buena persona”

Eugenio-Jesús de Ávila

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