Propósitos de curso nuevo

En este viaje de ida y vuelta constante que es la vida, nos situamos de nuevo en la casilla de salida de un nuevo curso. Puede parecer que enero es el mes en el que todos nos replanteamos las cosas y nos imponemos propósitos para el nuevo año, pero yo creo que septiembre, con su nuevo curso y la “vuelta al cole” suele ser más decisivo para muchos que el reconocido primer mes. Venimos de un verano, en el que en mayor o menor medida hemos desconectado de la rutina, y hemos rozado con los dedos de las manos estados de felicidad, o de hartura, o a veces de los dos. En estos meses, seguramente hemos cambiado de casa, de ambiente y de compañía. Pero lo que marca esencialmente la diferencia es que hemos tenido algo que casi nunca tenemos (o sacamos), tiempo. 

El tema es en qué hemos invertido ese tiempo. Y aunque muchas veces no hemos hecho gran cosa con él, simplemente lo hemos tenido y el mero hecho de tenerlo ya nos ha “aireado” un poco la cabeza. 
Tiempo para pensar. Pensar en lo que nos gusta, en lo que queremos ser, en lo que ansiamos conocer o en lo que nos apetece gastar nuestro preciado tiempo en medio de la rutina. Tiempo con el que soñar, hacer planes de futuro y con el que planear paso a paso lo que debemos hacer para conseguir nuestros objetivos. 
Volver a la rutina con un plan debajo del brazo, de eso se trata. De que sea menos rutina. De sentir que tenemos el poder de actuar, de hacer cambios, de mejorar. 

Propósitos de curso nuevo. 

Mi cuerpo, tras un verano de excesos en el pueblo, me dice que me apunte al gimnasio. Pero mi cabeza, tras retomar el hábito de la lectura, me dice que tire para la biblioteca.
Y yo sé bien dónde acabaré…

En mi rutina, que bendita sea muchas veces, y en mi ciudad, a la que tanto me costó volver, pero, a partir de septiembre, eso sí, con un plan debajo del brazo.