Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Domingo, 22 de Septiembre de 2024
ZAMORANA

Las amistades verdaderas

[Img #92111]Decía Séneca que “una de las cualidades más bonitas de la amistad verdadera es comprender y ser comprendido” y esas cualidades se necesitan con más fuerza a medida que nos hacemos mayores, porque solo cuando hemos comprendido algo tan obvio como que la vida es finita, que se va como agua en una cesta y que, ya en la última fase de nuestra existencia, cuando se supone que somos más sabios porque hemos aprendido el don de la erudición a fuerza de experiencia, afrontando los buenos y malos tragos que atesta la vida, es entonces cuando necesitamos con mayor intensidad la presencia de los amigos.

 

Los amigos, esos con quienes nos atrevemos a hablar como si lo hiciéramos con nosotros mismos, como apuntaba Cicerón; esos que forman parte de nuestra vida, ya estén presentes en cercanía o lejanos, pero que sentimos a nuestro lado cuando llegan los problemas; esos a los que ayudamos con gusto cuando viene un traspiés, o cuando la vida resulta demasiado dura para continuar y se precisa una voz de ánimo para seguir adelante; esos que forman parte de nosotros mismos, que nos dan ejemplo y consejos, que nos escuchan; esos a los que regalamos un cariño mayor incluso que a miembros de nuestra propia familia, que amamos incondicionalmente y que nos dejan un enorme vacío en el alma cuando se van.

 

Siempre tuve en muy alto precio el don de la amistad, por eso exigía tanto, no me valía cualquiera como amigo porque tenía que cumplir ciertos requisitos: discreción, afinidad, capacidad de escucha, lealtad… Ahora, en la madurez, he comprendido que esas medidas drásticas que imponía de joven deben relajarse; sencillamente hay que dejar que los amigos lleguen, después cuidarlos y, si nos importan lo suficiente, impedir que se alejen.

 

Lo que es un hecho es que la amistad, como el amor, hay que regarla para no se seque; mimarla para que se sienta querida, y no postergarla ante otras que lleguen. Por fortuna, el corazón es capaz de abarcar amor para mucha gente, todos tienen cabida y nadie es excluyente.

 

Es cierto que el concepto de amistad se ha devaluado mucho. En determinados lugares se llaman amigos a aquellos con los que se comparte una copa yendo de bar en bar; o a quien se conoce en un momento y luego no vuelves a encontrar nunca más. Ahora, cualquiera se enorgullece de tener cientos de amigos virtuales en las redes sociales, es decir, inexistentes; que no tienen cara, nombre, ni apellidos y, lo más importante, que no responden al concepto de amistad entendido como “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”.

 

Hoy escribo este artículo recordando a un puñado de personas que tengo el privilegio de llamar amigas, algunas recuperadas desde la escuela, otras que llegaron después; pero todas las amistades son queridas y me hacen ser mejor cada día; nos contamos nuestras cuitas, compartimos problemas, buscamos soluciones, nos animamos, y siempre estamos ahí en disposición de escuchar y ayudarnos.

 

Dedico estas líneas a todas ellas, que me eligieron para formar parte de sus vidas porque me hicieron el regalo más preciado que pude desear.

  

 

Mª Soledad Martín Turiño

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