COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
Elijo la Zamora creciente y abierta
Me encanta la Zamora del verano, la de Fromago, la de este fin de semana, con Mercado del Cerco y gigantes quijotescos y, por supuesto, la de Navidad y Semana Santa. Y explico por qué. Pues porque parece otra ciudad, cosmopolita, alegre, divertida y feliz. Hay otra Zamora triste, anciana y despoblada el resto del año. Conozco malos zamoranos -así los califico- a los que les molesta ver tanta gente por nuestras calles principales, casco histórico, bares, cafeterías y restaurantes. Algún político, entre esas mentes pequeñas. Personajes egoístas que viven mejor que Dios, si hubiera paraíso, a la que esa Zamora con graves problemas económicos y demográficos les place, les gusta, les sublima. Prefieren que la ciudad del Romancero mengüe, que los jóvenes se vayan lejos de su patria chica a ganarse el pan en otros lares, para que puedan seguir caciqueando y abusando del nepotismo.
Estos acontecimientos culturales y gastronómicos inyectan glóbulos rojos en el cuerpo social y económico de nuestra ciudad. Se mueve el dinero. Sonríen lo hosteleros. Los comerciantes transforman el rictus de sus rostros. Los jóvenes se sienten con más ganas de marcha y los mayores alucinan con su vieja Zamora.
El génesis de esta ciudad distinta, nueva, singular, hallase en las ideas privadas y las ejecuciones políticas. Fromago se piensa en Caja Rural de Zamora. Si estoy equivocado, que se me corrija. Pero su ejecutor fue Francisco José Requejo, a la sazón presidente de la Diputación, que dedicó a la primera edición medio millón de euros. En esta segunda entrega, solo Guarido, regidor de la ciudad, recordó la figura del joven empresario zamorano. El resto de políticos y empresarios guardaron silencio, como si esta fiesta del queso fuese como una aparición de la Virgen, ya en Lourdes, bien en Fátima. No. En absoluto. Hay un origen: la inteligencia entre el sector empresarial y el mundo de la res pública. Nuestra tierra solo asirá el futuro si la política y el capital unen ejércitos de ideas y laboriosidad de abejas.
Me gusta esta ciudad de septiembre, preñada de acontecimientos, de gentes que no conozco, de bares y restaurantes llenos, de tiendas con clientes. Me pone ver a Zamora en las rúas, plazas y calles. No me complace la Zamora encerrada en sus casas, la de los brazos cruzados, la conformista y la de la de resignación. Elijo la ciudad creciente y abierta. Maldigo a los que anhelan la ciudad menguante y cerrada.
Me encanta la Zamora del verano, la de Fromago, la de este fin de semana, con Mercado del Cerco y gigantes quijotescos y, por supuesto, la de Navidad y Semana Santa. Y explico por qué. Pues porque parece otra ciudad, cosmopolita, alegre, divertida y feliz. Hay otra Zamora triste, anciana y despoblada el resto del año. Conozco malos zamoranos -así los califico- a los que les molesta ver tanta gente por nuestras calles principales, casco histórico, bares, cafeterías y restaurantes. Algún político, entre esas mentes pequeñas. Personajes egoístas que viven mejor que Dios, si hubiera paraíso, a la que esa Zamora con graves problemas económicos y demográficos les place, les gusta, les sublima. Prefieren que la ciudad del Romancero mengüe, que los jóvenes se vayan lejos de su patria chica a ganarse el pan en otros lares, para que puedan seguir caciqueando y abusando del nepotismo.
Estos acontecimientos culturales y gastronómicos inyectan glóbulos rojos en el cuerpo social y económico de nuestra ciudad. Se mueve el dinero. Sonríen lo hosteleros. Los comerciantes transforman el rictus de sus rostros. Los jóvenes se sienten con más ganas de marcha y los mayores alucinan con su vieja Zamora.
El génesis de esta ciudad distinta, nueva, singular, hallase en las ideas privadas y las ejecuciones políticas. Fromago se piensa en Caja Rural de Zamora. Si estoy equivocado, que se me corrija. Pero su ejecutor fue Francisco José Requejo, a la sazón presidente de la Diputación, que dedicó a la primera edición medio millón de euros. En esta segunda entrega, solo Guarido, regidor de la ciudad, recordó la figura del joven empresario zamorano. El resto de políticos y empresarios guardaron silencio, como si esta fiesta del queso fuese como una aparición de la Virgen, ya en Lourdes, bien en Fátima. No. En absoluto. Hay un origen: la inteligencia entre el sector empresarial y el mundo de la res pública. Nuestra tierra solo asirá el futuro si la política y el capital unen ejércitos de ideas y laboriosidad de abejas.
Me gusta esta ciudad de septiembre, preñada de acontecimientos, de gentes que no conozco, de bares y restaurantes llenos, de tiendas con clientes. Me pone ver a Zamora en las rúas, plazas y calles. No me complace la Zamora encerrada en sus casas, la de los brazos cruzados, la conformista y la de la de resignación. Elijo la ciudad creciente y abierta. Maldigo a los que anhelan la ciudad menguante y cerrada.




















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