
NUESTRA HISTORIA
Leyenda de Julián y Basilisa
En torno a la Iglesia de San Pedro de la Nave se ha hecho tradición una leyenda que ha dado lugar a numerosos estudios documentales tratando de averiguar cuánto hay de cierto en lo que se cuenta sobre Julián y Basilisa.
Dice la narración que Julián, de sangre ilustre y heredero de un rico patrimonio tenía gran afición a la caza. Sucedió un día que, siguiendo a un ciervo en una montería, el animal se volvió hacia él y le habló diciéndole: "No es mucho que me quieras quitar la vida, pues has de quitársela a tus padres".
Pensar que habría de ser el asesino de sus padres, según le había vaticinado el ciervo, hizo que Julián huyera del país para evitarlo, yendo a parar a la Lusitania. Allí hizo fortuna y se estableció cómodamente, casándose con una señora viuda llamada Basilisa que poseía un castillo.
Entre tanto, los padres de Julián, perdida la esperanza de que regresara y siendo infructuosas todas las pesquisas, salieron ellos mismos a buscarle, llegando un día al castillo de su hijo el cual se hallaba ausente. La esposa les dio albergue como peregrinos que eran y ellos le contaron el motivo de su viaje. Basilisa conoció así que eran los padres de su esposo y ellos se pusieron muy contentos de hallar a su hijo. La esposa de Julián les agasajó dándoles su propio lecho para que descansaran aquella noche.
A la mañana siguiente, madrugó mucho Basilisa para ir al templo a dar gracias a Dios por la buena nueva acaecida, mientras que Julián regresaba a casa deseoso de abrazar a su esposa que suponía estaría aún descansando. Subió presuroso a la habitación y palpando dos cabezas sobre la almohada se sospechó burlado y lleno de ira hundió su daga en los dos cuerpos.
Cuando comprobó que había matado a sus propios padres y que así se cumplía la profecía que le hizo el ciervo, horrorizado decidió dedicarse a una vida penitente y austera, y de acuerdo con su esposa se trasladaron a orillas del río Esla donde fundaron un hospital para caminantes, dedicándose Julián a transportar de un lado al otro del río a todos los peregrinos que por allí pasaban. Aquel hospital para peregrinos que ellos habían fundado era la iglesia de San Pedro de la Nave.
Cierta noche, un peregrino les profetizó que ambos morirían en un mismo día y que irían a la Gloria porque habían cumplido provechosamente penitencia por sus culpas. Ese día llegó un 7 de enero, sin que las historias señalen el año.
Fueron sepultados en sendas capillas excavadas al pie de la iglesia, donde estuvieron hasta el 12 de mayo de 1601 que fueron desenterrados y al día siguiente los trasladaron a Altar mayor de la misma iglesia en una arquilla. En algunos calendarios se señala el 7 de enero dedicado a San Julián y Santa Basilisa.
Balbino Lozano
En torno a la Iglesia de San Pedro de la Nave se ha hecho tradición una leyenda que ha dado lugar a numerosos estudios documentales tratando de averiguar cuánto hay de cierto en lo que se cuenta sobre Julián y Basilisa.
Dice la narración que Julián, de sangre ilustre y heredero de un rico patrimonio tenía gran afición a la caza. Sucedió un día que, siguiendo a un ciervo en una montería, el animal se volvió hacia él y le habló diciéndole: "No es mucho que me quieras quitar la vida, pues has de quitársela a tus padres".
Pensar que habría de ser el asesino de sus padres, según le había vaticinado el ciervo, hizo que Julián huyera del país para evitarlo, yendo a parar a la Lusitania. Allí hizo fortuna y se estableció cómodamente, casándose con una señora viuda llamada Basilisa que poseía un castillo.
Entre tanto, los padres de Julián, perdida la esperanza de que regresara y siendo infructuosas todas las pesquisas, salieron ellos mismos a buscarle, llegando un día al castillo de su hijo el cual se hallaba ausente. La esposa les dio albergue como peregrinos que eran y ellos le contaron el motivo de su viaje. Basilisa conoció así que eran los padres de su esposo y ellos se pusieron muy contentos de hallar a su hijo. La esposa de Julián les agasajó dándoles su propio lecho para que descansaran aquella noche.
A la mañana siguiente, madrugó mucho Basilisa para ir al templo a dar gracias a Dios por la buena nueva acaecida, mientras que Julián regresaba a casa deseoso de abrazar a su esposa que suponía estaría aún descansando. Subió presuroso a la habitación y palpando dos cabezas sobre la almohada se sospechó burlado y lleno de ira hundió su daga en los dos cuerpos.
Cuando comprobó que había matado a sus propios padres y que así se cumplía la profecía que le hizo el ciervo, horrorizado decidió dedicarse a una vida penitente y austera, y de acuerdo con su esposa se trasladaron a orillas del río Esla donde fundaron un hospital para caminantes, dedicándose Julián a transportar de un lado al otro del río a todos los peregrinos que por allí pasaban. Aquel hospital para peregrinos que ellos habían fundado era la iglesia de San Pedro de la Nave.
Cierta noche, un peregrino les profetizó que ambos morirían en un mismo día y que irían a la Gloria porque habían cumplido provechosamente penitencia por sus culpas. Ese día llegó un 7 de enero, sin que las historias señalen el año.
Fueron sepultados en sendas capillas excavadas al pie de la iglesia, donde estuvieron hasta el 12 de mayo de 1601 que fueron desenterrados y al día siguiente los trasladaron a Altar mayor de la misma iglesia en una arquilla. En algunos calendarios se señala el 7 de enero dedicado a San Julián y Santa Basilisa.
Balbino Lozano
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