COSAS DE DE LA BIEN CERCADA
El Ministerio del Reto Demográfico y Zamora
Eugenio-Jesús de Ávila
El zamorano es persona casera, de poco salir, de mucha mesa-camilla, faldillas y brasero en el largo invierno de la meseta. El zamorano quiere fiesta en calles, rúas y avenidas. En Navidad, Semana Santa y agosto las gentes viven al aire libre, con frío o calor. Porque hay teatro en las vías públicas. Pero, en noviembre, con más de la mitad del mes agotado, con tiempo ingrato, la principal arteria de la ciudad, Santa Clara, aparece, como evidencia la fotografía que ilustra este artículo, sin un alma…ni justa ni pecadora.
Ahora bien, tengo para mí que anoche, a esos de las diez, en otras ciudades de lo que se denomina Castilla y León, en sus calles principales seguro que había más movimiento de ciudadanos que en nuestra perla del Duero. Quizá, las menos habitadas presenten idéntica imagen que la nuestra en una noche del noviembre envejecido. Pero, convencido estoy que en las ciudades principales, como Valladolid, Burgos, Salamanca y León habría ambiente en sus bulevares principales, en sus cafeterías y en bares.
La entrada de España en la Comunidad Económica Europea debería haber servido, porque así lo quería Europa, para homogeneizar autonomías y provincias. Por lo que respecta a Castilla y León, los dirigentes europeos mostraron gran generosidad, pero buscando potenciar las zonas más depauperadas hasta igualar, dentro de lo posible, las más favorecidas durante el franquismo.
Pero aconteció que los distintos gobiernos de la Junta, desde Aznar y sobre todo con Lucas, se olvidaron de los objetivos europeos y, si bien llegaron inversiones económicas a nuestra provincia, las que ya ocupaban un puesto en la jerarquía económica y demográfica, recibieron transacciones superiores.
La democracia, para nuestra desgracia, ensanchó las diferencias económicas, sociales y culturales en esta autonomía sin sentido, si es que el estado autonómico lo posee, salvo para crear reino de taifas, potenciar un gasto público imposible para el Estado y crear unas clases políticas que se fueron acostumbrando a las prebendas y a nepotismo, donde recalaron gentes de escasa preparación, incapaces para la gestión del dinero público.
Si existen dudas de que la democracia debilitó aún más a las ciudades y provincias con enormes problemas económicos y demográficos, dedique esta semana a viajar por las nueve provincias de la doble región y observará que Zamora, por poner el ejemplo más cercano, perdió un gran capital humano desde que se inauguró la democracia, organismos públicos del Estado, como el Regimiento Toledo, la Prisión Provincial, la Universidad Laboral, líneas férreas, Banco de España, empresas comerciales de importancia, a las que añadiría un feroz reconversión agropecuaria, el pan de antaño y el hambre de hoy.
Ciudades y provincias de Castilla, y también del Reino de León, fueron a más, crecieron, mientras Zamora fue adelgazando, minimizándose. No me extraña, pues, que la artería más importante de la ciudad del Romancero mostrase esa imagen de soledad en una noche del noviembre tardío.
Y, a todo esto, nada se sabe por estos pagos, por la provincia con mayor sangría de habitantes de España y de la Europa comunitaria, del Ministerio del Reto Demográfico, que lidera la ínclita Teresa Ribera. Quizá Zamora sea un experimento de ingeniería social para la transición hacia el desierto demográfico.
Eugenio-Jesús de Ávila
El zamorano es persona casera, de poco salir, de mucha mesa-camilla, faldillas y brasero en el largo invierno de la meseta. El zamorano quiere fiesta en calles, rúas y avenidas. En Navidad, Semana Santa y agosto las gentes viven al aire libre, con frío o calor. Porque hay teatro en las vías públicas. Pero, en noviembre, con más de la mitad del mes agotado, con tiempo ingrato, la principal arteria de la ciudad, Santa Clara, aparece, como evidencia la fotografía que ilustra este artículo, sin un alma…ni justa ni pecadora.
Ahora bien, tengo para mí que anoche, a esos de las diez, en otras ciudades de lo que se denomina Castilla y León, en sus calles principales seguro que había más movimiento de ciudadanos que en nuestra perla del Duero. Quizá, las menos habitadas presenten idéntica imagen que la nuestra en una noche del noviembre envejecido. Pero, convencido estoy que en las ciudades principales, como Valladolid, Burgos, Salamanca y León habría ambiente en sus bulevares principales, en sus cafeterías y en bares.
La entrada de España en la Comunidad Económica Europea debería haber servido, porque así lo quería Europa, para homogeneizar autonomías y provincias. Por lo que respecta a Castilla y León, los dirigentes europeos mostraron gran generosidad, pero buscando potenciar las zonas más depauperadas hasta igualar, dentro de lo posible, las más favorecidas durante el franquismo.
Pero aconteció que los distintos gobiernos de la Junta, desde Aznar y sobre todo con Lucas, se olvidaron de los objetivos europeos y, si bien llegaron inversiones económicas a nuestra provincia, las que ya ocupaban un puesto en la jerarquía económica y demográfica, recibieron transacciones superiores.
La democracia, para nuestra desgracia, ensanchó las diferencias económicas, sociales y culturales en esta autonomía sin sentido, si es que el estado autonómico lo posee, salvo para crear reino de taifas, potenciar un gasto público imposible para el Estado y crear unas clases políticas que se fueron acostumbrando a las prebendas y a nepotismo, donde recalaron gentes de escasa preparación, incapaces para la gestión del dinero público.
Si existen dudas de que la democracia debilitó aún más a las ciudades y provincias con enormes problemas económicos y demográficos, dedique esta semana a viajar por las nueve provincias de la doble región y observará que Zamora, por poner el ejemplo más cercano, perdió un gran capital humano desde que se inauguró la democracia, organismos públicos del Estado, como el Regimiento Toledo, la Prisión Provincial, la Universidad Laboral, líneas férreas, Banco de España, empresas comerciales de importancia, a las que añadiría un feroz reconversión agropecuaria, el pan de antaño y el hambre de hoy.
Ciudades y provincias de Castilla, y también del Reino de León, fueron a más, crecieron, mientras Zamora fue adelgazando, minimizándose. No me extraña, pues, que la artería más importante de la ciudad del Romancero mostrase esa imagen de soledad en una noche del noviembre tardío.
Y, a todo esto, nada se sabe por estos pagos, por la provincia con mayor sangría de habitantes de España y de la Europa comunitaria, del Ministerio del Reto Demográfico, que lidera la ínclita Teresa Ribera. Quizá Zamora sea un experimento de ingeniería social para la transición hacia el desierto demográfico.



















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