ZAMORANA
Una sociedad caótica
Cada día que pasa estoy más convencida de que no me gusta vivir en lo que se ha convertido este país; carecemos de referentes de buenas personas en quienes reflejarnos, la sociedad está decepcionada y con un importante sentimiento de desencanto y hastío; los jóvenes cada vez lo tienen más complicado: la vivienda resulta un lujo inasequible y no un derecho recogido en el artículo 47 de la Constitución; no todos tienen la posibilidad de trabajar; por muy capacitados académicamente que estén, no se les ofrecen contratos acordes con su formación; de la investigación ni hablo porque prácticamente nadie piensa en ella cuando es sabido que España tiene notables talentos en este campo; se ha convertido casi en norma que determinados profesionales (sanitarios: médicos, enfermeras), huyan al extranjero atraídos por mejores condiciones sociales y salariales.
La calidad de la enseñanza está bajo sospecha, ya que no han existido planes de educación mantenidos en el tiempo; baste decir que desde 1980 ha habido 8 leyes educativas en España, la mayoría de ellas sin llegar a implantarse por completo y, en caso de hacerlo, con escasa duración; en otros casos se ha producido la paradoja de que han convivido simultáneamente dos leyes de distinto signo político.
Desde que se formaron las comunidades autónomas en 1979, se han multiplicado por 17 (más las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla) los puestos de autogobierno: presidencia, vicepresidencia, consejerías… cada una con su propia personalidad y características distintivas. Sin embargo, como hemos visto en la DANA de Valencia, ha quedado patente que las relaciones entre comunidad y gobierno central en cuestión de competencias no están tan claras, máxime si ambos organismos son de distinto color político, llegando a perderse vidas humanas y ofreciendo a los ciudadanos un lamentable espectáculo de acusaciones y descoordinación entre ambas.
Enlazando con este punto, resulta patética la falta de comunicación entre los partidos políticos; ya todos han entrado de lleno en la confrontación y el espectáculo que dan en el Congreso y el Senado es una vergüenza. Quedó atrás la buena educación, la elocuencia, el arte de la oratoria, la argumentación o la retórica; ahora campea el insulto, la mentira, la mofa y los gestos grotescos entre aquellos que eligió el pueblo para que les representaran. Ante este estado de cosas, me pregunto si un gran país como es España se merece que este tipo de gente nos gobierne.
Una gran mayoría de ciudadanos no está conforme, sobre todos planea la incertidumbre y la desconfianza; necesitamos refuerzos positivos y un abordaje real de las necesidades para ponerles el oportuno remedio. Suspendemos en educación, sanidad, vivienda, transporte… se ha creado el Ministerio de Igualdad que ha fomentado justo lo contrario: desde la aprobación de la ley del “solo sí es sí” en 2022, se han rebajado cerca de mil doscientas penas y producido más de cien excarcelaciones masculinas; tampoco se ha hecho demasiado para abordar y erradicar el grave problema de violencia de género que ha dejado más de 41 mujeres y 10 menores asesinados en lo que va de 2024, cifra que, lamentablemente sigue creciendo.
Y hablando de ministerios, reconozco mi incapacidad para entender a qué se dedican (en la práctica, no sobre el papel), los Ministerios para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática; ambos con nombres y apellidos rimbombantes en un gobierno con ministros y ministras en demasía, y sin una clara repercusión de sus competencias en los ciudadanos. Todo vale para engordar a un ejecutivo ahíto de poder y permanencia en sus cargos.
A veces pienso que la manipulación con que nos adoctrinan desde honorables púlpitos (y no me refiero precisamente a los eclesiásticos), es muy similar al “panem et circenses”, traducida como “pan y circo”, con que el poeta Juvenal se refería a aquel gobierno romano que proveía a la población de alimento y distracciones para que no pensaran en los problemas reales.
El poder ejecutivo está bajo sospecha; cada día salen a la luz nuevos escándalos que sonrojarían a quien los padeciera si no fuera porque aquí la consigna es resistir hasta que amaine la tormenta; la oposición es demasiado débil y no cuenta con los votos suficientes para una moción de censura porque los grupos separatistas mantienen al gobierno en el poder en un concubinato mutuo de prebendas recíprocas.
Ya ni nos sonrojamos ante el avance de la ultraderecha en Europa, y se admite que un presidente del país más poderoso del mundo que tiene causas abiertas con la justicia en diferentes estados, pueda ostentar ese cargo.
Es el mundo al revés, el caos se ha asentado en la sociedad y amenaza con hacerse un hueco cada vez mayor. No se fomentan los valores, los principios están devaluados, el dinero manda y aquellos que lo tienen son los reyes del mambo, impunes ante cualquier delito. ¡cuán acertadamente lo expresó Quevedo: “poderoso caballero es don dinero”!.
Me duele el ejemplo que damos a las siguientes generaciones; solo por ellos mercería la pena el esfuerzo de un comportamiento ejemplar, para que un día pudieran estar orgullosos de la sociedad que les dejamos en herencia.
Mª Soledad Martin Turiño
Cada día que pasa estoy más convencida de que no me gusta vivir en lo que se ha convertido este país; carecemos de referentes de buenas personas en quienes reflejarnos, la sociedad está decepcionada y con un importante sentimiento de desencanto y hastío; los jóvenes cada vez lo tienen más complicado: la vivienda resulta un lujo inasequible y no un derecho recogido en el artículo 47 de la Constitución; no todos tienen la posibilidad de trabajar; por muy capacitados académicamente que estén, no se les ofrecen contratos acordes con su formación; de la investigación ni hablo porque prácticamente nadie piensa en ella cuando es sabido que España tiene notables talentos en este campo; se ha convertido casi en norma que determinados profesionales (sanitarios: médicos, enfermeras), huyan al extranjero atraídos por mejores condiciones sociales y salariales.
La calidad de la enseñanza está bajo sospecha, ya que no han existido planes de educación mantenidos en el tiempo; baste decir que desde 1980 ha habido 8 leyes educativas en España, la mayoría de ellas sin llegar a implantarse por completo y, en caso de hacerlo, con escasa duración; en otros casos se ha producido la paradoja de que han convivido simultáneamente dos leyes de distinto signo político.
Desde que se formaron las comunidades autónomas en 1979, se han multiplicado por 17 (más las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla) los puestos de autogobierno: presidencia, vicepresidencia, consejerías… cada una con su propia personalidad y características distintivas. Sin embargo, como hemos visto en la DANA de Valencia, ha quedado patente que las relaciones entre comunidad y gobierno central en cuestión de competencias no están tan claras, máxime si ambos organismos son de distinto color político, llegando a perderse vidas humanas y ofreciendo a los ciudadanos un lamentable espectáculo de acusaciones y descoordinación entre ambas.
Enlazando con este punto, resulta patética la falta de comunicación entre los partidos políticos; ya todos han entrado de lleno en la confrontación y el espectáculo que dan en el Congreso y el Senado es una vergüenza. Quedó atrás la buena educación, la elocuencia, el arte de la oratoria, la argumentación o la retórica; ahora campea el insulto, la mentira, la mofa y los gestos grotescos entre aquellos que eligió el pueblo para que les representaran. Ante este estado de cosas, me pregunto si un gran país como es España se merece que este tipo de gente nos gobierne.
Una gran mayoría de ciudadanos no está conforme, sobre todos planea la incertidumbre y la desconfianza; necesitamos refuerzos positivos y un abordaje real de las necesidades para ponerles el oportuno remedio. Suspendemos en educación, sanidad, vivienda, transporte… se ha creado el Ministerio de Igualdad que ha fomentado justo lo contrario: desde la aprobación de la ley del “solo sí es sí” en 2022, se han rebajado cerca de mil doscientas penas y producido más de cien excarcelaciones masculinas; tampoco se ha hecho demasiado para abordar y erradicar el grave problema de violencia de género que ha dejado más de 41 mujeres y 10 menores asesinados en lo que va de 2024, cifra que, lamentablemente sigue creciendo.
Y hablando de ministerios, reconozco mi incapacidad para entender a qué se dedican (en la práctica, no sobre el papel), los Ministerios para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática; ambos con nombres y apellidos rimbombantes en un gobierno con ministros y ministras en demasía, y sin una clara repercusión de sus competencias en los ciudadanos. Todo vale para engordar a un ejecutivo ahíto de poder y permanencia en sus cargos.
A veces pienso que la manipulación con que nos adoctrinan desde honorables púlpitos (y no me refiero precisamente a los eclesiásticos), es muy similar al “panem et circenses”, traducida como “pan y circo”, con que el poeta Juvenal se refería a aquel gobierno romano que proveía a la población de alimento y distracciones para que no pensaran en los problemas reales.
El poder ejecutivo está bajo sospecha; cada día salen a la luz nuevos escándalos que sonrojarían a quien los padeciera si no fuera porque aquí la consigna es resistir hasta que amaine la tormenta; la oposición es demasiado débil y no cuenta con los votos suficientes para una moción de censura porque los grupos separatistas mantienen al gobierno en el poder en un concubinato mutuo de prebendas recíprocas.
Ya ni nos sonrojamos ante el avance de la ultraderecha en Europa, y se admite que un presidente del país más poderoso del mundo que tiene causas abiertas con la justicia en diferentes estados, pueda ostentar ese cargo.
Es el mundo al revés, el caos se ha asentado en la sociedad y amenaza con hacerse un hueco cada vez mayor. No se fomentan los valores, los principios están devaluados, el dinero manda y aquellos que lo tienen son los reyes del mambo, impunes ante cualquier delito. ¡cuán acertadamente lo expresó Quevedo: “poderoso caballero es don dinero”!.
Me duele el ejemplo que damos a las siguientes generaciones; solo por ellos mercería la pena el esfuerzo de un comportamiento ejemplar, para que un día pudieran estar orgullosos de la sociedad que les dejamos en herencia.
Mª Soledad Martin Turiño



















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