NOCTURNO ERÓTICO
Fuego en el cuerpo
Fuiste la mujer del destino, la dama del fátum. Alguien te puso en mi camino. No sé quién dispuso que yo me cruzara en el tuyo. Pero te me apareciste en un instante especial de mi vida, como una virgen decimonónica. Esos encuentros se convirtieron en nuestras encrucijadas eróticas. Y después nació el amor y la pasión. Lo que nos unió anduvo huérfano de sosiego y paz. Fue una relación profunda, salvaje, feroz y febril.
Nos faltó consumirnos uno en otro en ese fuego sensual y sexual. Nos amamos con todo el fuego que prendió en nuestros cuerpos merced a la chispa prendida por nuestras almas. Pero todavía se mantiene una brasa sutil, que aguarda un favor de Eolo para levantar su llama erótica. Nunca mi cerebro supo cerrar ese amor visceral por ti, mujer, Dama del Esla, Dama del Alba, Dama de mi Esencia.
Quizá, si dominase en mi ser la razón sobre el deseo, la inteligencia sobre el delirio y la cordura sobre el arrebato, ya no serías más que recuerdos, hijos predilectos de la memoria. Entre tú y yo, mujer, jamás ejerció su disciplina la quietud y la serenidad. Lo nuestro lo definiría como fuego en dos cuerpos, volcán de carne y huesos, tsunami de esencias, de espíritus y de energías.
Eugenio-Jesús de Ávila
Fuiste la mujer del destino, la dama del fátum. Alguien te puso en mi camino. No sé quién dispuso que yo me cruzara en el tuyo. Pero te me apareciste en un instante especial de mi vida, como una virgen decimonónica. Esos encuentros se convirtieron en nuestras encrucijadas eróticas. Y después nació el amor y la pasión. Lo que nos unió anduvo huérfano de sosiego y paz. Fue una relación profunda, salvaje, feroz y febril.
Nos faltó consumirnos uno en otro en ese fuego sensual y sexual. Nos amamos con todo el fuego que prendió en nuestros cuerpos merced a la chispa prendida por nuestras almas. Pero todavía se mantiene una brasa sutil, que aguarda un favor de Eolo para levantar su llama erótica. Nunca mi cerebro supo cerrar ese amor visceral por ti, mujer, Dama del Esla, Dama del Alba, Dama de mi Esencia.
Quizá, si dominase en mi ser la razón sobre el deseo, la inteligencia sobre el delirio y la cordura sobre el arrebato, ya no serías más que recuerdos, hijos predilectos de la memoria. Entre tú y yo, mujer, jamás ejerció su disciplina la quietud y la serenidad. Lo nuestro lo definiría como fuego en dos cuerpos, volcán de carne y huesos, tsunami de esencias, de espíritus y de energías.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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