El decreto de la igualdad de todos los políticos

No deja de sorprenderme el avance de esa corriente discursiva que pretende decretar la igualdad (por lo bajuno) de todos los políticos, como si se quisiera arrastrar a quienes libremente optan por este “desempeño público” al escalón más bajo de las castas sociales o como si debieran ser confinados en una reserva rodeados por ese famoso, imaginario y quizás inadvertidamente nazi, “cordón sanitario” del que tanto se habla. Pero quienes proclaman la igualdad de los políticos entre náuseas y arcadas no llevan razón : ni el malestar ni la indignación pueden validar ese disparate. Y además de sorprenderme, me duele que personas con criterio y capacidad de juicio se plieguen voluntariamente a la majadería de atribuir las más bajas pasiones y las más feas propensiones a los políticos, sólo por el hecho de serlo. No es por nada, pero convendría advertir que sostener intelectualmente una afirmación de ese tipo es como dar por buenas afirmaciones tan parecidas a un abracadabra, es decir, por ejemplo que todas las mujeres conducen mal, o cualquiera de los muchos tópicos que algunos dan por buenos para ir por la vida. Ello no quiere decir que algunos políticos no sean merecedores no sólo de las más duras descalificaciones, sino de las penas de prisión previstas para algunos delitos tipificados, pero que algunos doctores cometieran crímenes en los campos de concentración nazis no puede servir argumentalmente para considerar a todos los médicos como una cuadrilla de asesinos lunáticos. Bueno, pues ni todos los políticos hacen aeropuertos inútiles, ni tampoco montan ERES a favor de amigos y compañeros. ¡A ver si somos serios!