Jueves, 18 de Diciembre de 2025

BALBINO LOZANO
Miércoles, 05 de Febrero de 2025
NUESTRA HISTORIA

Agua a cántaros

Transcurrían los llamados "felices años veinte", cuando todavía  deambulaba por las calles de esta ciudad un carro-cuba cargado con agua de la fuente de La Alberca dedicado a repartir el liquido elemento por los domicilios de las familias acomodadas zamoranas.


Hacía ya muchos años que el matrimonio formado por Justa y Maximino se dedicaban al oficio de aguadores porque, aunque la red de agua potable en la ciudad de Zamora tiene su origen allá por el año de 1870, la gente pudiente de la capital prefería que le trajeran a casa diariamente algún cántaro de agua del entonces afamado manantial de La Alberca o de otras fuentes también reconocidas por sus buenos manantiales.


Como digo, ya en 1870 una compañía inglesa llamada Thomas Dowra y James Simpson y Cía. contrataron con el Ayuntamiento la subida de las aguas del Duero a la ciudad de Zamora, con destino al uso público y al consumo particular, comprometiéndose, en principio, a elevar mil metros cúbicos de agua filtrada cada veinticuatro horas. A partir de aquella fecha, comenzaron a construirse aquí las famosas "calderas" y a distribuirse por toda la ciudad tuberías, registros, bocas de riego, fuentes públicas y todo ese entramado necesario para que el agua llegara a todas partes.


Ello no impidió que la señora Justa, cincuenta años más tarde, vendiese cántaros de agua a domicilio procedentes de manantiales tales como la fuente de los Compadres, la del Dornajo, Guimaré o La Alberca. Justa era una mujer de cuerpo muy menudito, poca talla y delgada; tuvo siete hijos.  A medida que iban teniendo edad para ello, trabajaron también los hijos en el acarreo del liquido elemento, aunque luego hiciera cada cual su vida por otros derroteros bien diferentes, y la única que persistía en portar a! cuadril el cántaro y recorrerse la ciudad cada día era la abuela  Justa que, con su bravo temperamento, algunas veces "'echaba chispas".


Ya en los años treinta, la época de mi niñez, todavía llegué a conocer los restos de aquel carro-cuba que tantos litros de agua había transportado tirado siempre por algún burro o la vieja burra que aún recuerdo sacaba agua de un pozo que había en mi casa del barrio de Fuentelarreina, dando vueltas a la noria de oxidados arcaduces que poco a poco fueron destruyéndose con el uso sin que se repusieran. El agua de aquel pozo no era potable, por lo que únicamente se utilizaba para regar un huerto que allí había y para meter en el verano las bebidas a refrescar, porque el agua en la profundidad del pozo se mantenía muy fresca. Así que poníamos en una herrada las botellas con el vino o cualquiera otra bebida y las bajábamos al fondo para que, sumergidas en el agua, se enfriaran.

Balbino Lozano

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