BARROCO
Año nuevo sí
Kebedo
Desde la última vez que nos encontramos hemos cambiado de año pero, para desgracia nuestra, no hemos cambiado de políticos. Así de contundente me espetaba mi vecina Marisol mientras nos felicitábamos el año nuevo.
Ante mi sorpresa, relativa, claro, porque ya sabemos cómo se las gasta mi vecina, le pregunté que a qué se debía el cañonazo, así, de repente y sin anestesia y su contestación no fue menos contundente –Pues por la aparición de VOX-, así, ¡hala!, ¡directo a la mandíbula!.
Claro, su atribulación, según me dijo, se debía no a la aparición de este partido como tal, sino a las pretensiones y argumentaciones que llevan por bandera. Quieren abolir el estado de las autonomías, así, de raíz. Bien, creo que todos nos hemos planteado, incluso propuesto, que el estado de las autonomías actual ha incrementado el gasto público en una barbaridad y ha creado desigualdades entre los ciudadanos de unas y otras. Esto es un dato, no una opinión.
En las concesiones a las autonomías, es decir, las competencias, se han incluido determinados puntos que no han servido nada más que para sembrar discordia y crear malestar por los privilegios que les han “tocado” algunos y las “migajas” que sirven para conformar a otros. Y lo curioso del asunto es que, ni aún así, nadie está satisfecho, es más, reclaman más y más hasta extremos absurdos y ridículos.
Por poner un ejemplo, me recuerda mi vecina que en las Islas Baleares no se han podido cubrir plazas en determinados departamentos sanitarios porque los médicos que optaban a ellas no hablaban catalán. Y son tan brutos que prefieren no atender el servicio sanitario, que es su obligación, a hacerlo en castellano. Y claro, en eso, VOX tiene razón.
Siguiendo con los ejemplos, otro muy reciente, se dice que el gobierno de Sánchez tiene prevista una subida del 18% en las inversiones para Cataluña –tierra deprimida industrial y económicamente, como todo el mundo sabe- y que quiere destinar unas minucias para autonomías como Castilla y León que, como todo el mundo sabe también, no tiene problemas de despoblación, las industrias se dan codazos unas con otras y la economía va boyante. Y eso se le atribuye a una contraprestación por contar con los votos de los independentistas para ayudarle a sacar adelante los presupuestos. Claro, en eso, VOX, tiene razón.
Pero estos ejemplos, en los que podemos estar de acuerdo, no deben servir para que la aparición de VOX nos nuble el sentido y pensemos que, como ellos mismos se definen, son los salvadores de la patria. ¡Qué miedo!, ¡Otra vez vienen a salvarnos!.
Ellos se enfadan porque se les tacha de extrema derecha o ultras, pero no olvidemos de que muchos vienen rebotados del PP, de donde salieron porque ni allí les aguantaban. Alguno incluso perteneció a la FAES aznarista, que tiene guasa la cosa. Las cosas tiene un nombre aunque no nos guste y las etiquetas no son las que uno quiere ponerse sino las que te ponen los demás según te ven.
Y hay que recordar que quieren eliminar la ley que castiga la violencia contra las mujeres con el subterfugio de que no incluye las agresiones de mujeres a hombres o de chicos a padres, por poner un ejemplo. No insulten nuestra inteligencia.
Y quieren cargarse la libertad que tiene una mujer para decidir si, en un momento determinado, decide interrumpir su embarazo, sin querer saber qué motivos tiene o en qué circunstancias se quedó embarazada.
Y VOX quiere que la religión, la católica, claro, sea incluida entre las asignaturas a estudiar y no quiere saber nada de educación para la ciudadanía, ni de enseñar la Constitución, ni nada que induzca a pensar un poco, no vaya a ser que se revolucionen las masas.
Y tampoco quieren saber nada de la memoria histórica, ni de resolver los dramas de esas familias que aún tiene algún pariente en una cuneta o bajo la tapia de algún cementerio. Podría ser que alguno tuviera que hacer un acto de contrición en nombre de su abuelo.
Y VOX culpa a la inmigración, así, sin distinción, del problema del desempleo, aunque no recuerda que la actual ley laboral, aún vigente, fue la mejor arma que tuvo Rajoy para “arreglar”, a su manera, el problema del paro. Y no quieren admitir que esos inmigrantes, que tanto molestan, van a ser los que nos paguen las pensiones en el futuro porque el crecimiento demográfico de las especies autóctonas es cero.
Por lo tanto, aunque en algunas cosas, las elementales, las de sentido común, coincidamos con la parte populista del planteamiento de estos ultras, no tenemos porque deducir que somos de la misma pasta y que, por lo tanto, no hay por qué inclinar nuestro voto a gente tan “singular”.
Y la prueba del algodón está en que la parte del PP que aún tiene algo de cabeza, y no me refiero al “máster” Casado precisamente, no quiere ni verlos y los califica sin ambages de ultraderecha. Algo sabrá el PP de lo que habla.
Así que mi vecina Marisol, algo pesarosa, se despide de mí diciendo que “año nuevo”, sí, pero no con camisa vieja y, ni mucho menos, rancia y con olor a alcanfor.
Kebedo.
Desde la última vez que nos encontramos hemos cambiado de año pero, para desgracia nuestra, no hemos cambiado de políticos. Así de contundente me espetaba mi vecina Marisol mientras nos felicitábamos el año nuevo.
Ante mi sorpresa, relativa, claro, porque ya sabemos cómo se las gasta mi vecina, le pregunté que a qué se debía el cañonazo, así, de repente y sin anestesia y su contestación no fue menos contundente –Pues por la aparición de VOX-, así, ¡hala!, ¡directo a la mandíbula!.
Claro, su atribulación, según me dijo, se debía no a la aparición de este partido como tal, sino a las pretensiones y argumentaciones que llevan por bandera. Quieren abolir el estado de las autonomías, así, de raíz. Bien, creo que todos nos hemos planteado, incluso propuesto, que el estado de las autonomías actual ha incrementado el gasto público en una barbaridad y ha creado desigualdades entre los ciudadanos de unas y otras. Esto es un dato, no una opinión.
En las concesiones a las autonomías, es decir, las competencias, se han incluido determinados puntos que no han servido nada más que para sembrar discordia y crear malestar por los privilegios que les han “tocado” algunos y las “migajas” que sirven para conformar a otros. Y lo curioso del asunto es que, ni aún así, nadie está satisfecho, es más, reclaman más y más hasta extremos absurdos y ridículos.
Por poner un ejemplo, me recuerda mi vecina que en las Islas Baleares no se han podido cubrir plazas en determinados departamentos sanitarios porque los médicos que optaban a ellas no hablaban catalán. Y son tan brutos que prefieren no atender el servicio sanitario, que es su obligación, a hacerlo en castellano. Y claro, en eso, VOX tiene razón.
Siguiendo con los ejemplos, otro muy reciente, se dice que el gobierno de Sánchez tiene prevista una subida del 18% en las inversiones para Cataluña –tierra deprimida industrial y económicamente, como todo el mundo sabe- y que quiere destinar unas minucias para autonomías como Castilla y León que, como todo el mundo sabe también, no tiene problemas de despoblación, las industrias se dan codazos unas con otras y la economía va boyante. Y eso se le atribuye a una contraprestación por contar con los votos de los independentistas para ayudarle a sacar adelante los presupuestos. Claro, en eso, VOX, tiene razón.
Pero estos ejemplos, en los que podemos estar de acuerdo, no deben servir para que la aparición de VOX nos nuble el sentido y pensemos que, como ellos mismos se definen, son los salvadores de la patria. ¡Qué miedo!, ¡Otra vez vienen a salvarnos!.
Ellos se enfadan porque se les tacha de extrema derecha o ultras, pero no olvidemos de que muchos vienen rebotados del PP, de donde salieron porque ni allí les aguantaban. Alguno incluso perteneció a la FAES aznarista, que tiene guasa la cosa. Las cosas tiene un nombre aunque no nos guste y las etiquetas no son las que uno quiere ponerse sino las que te ponen los demás según te ven.
Y hay que recordar que quieren eliminar la ley que castiga la violencia contra las mujeres con el subterfugio de que no incluye las agresiones de mujeres a hombres o de chicos a padres, por poner un ejemplo. No insulten nuestra inteligencia.
Y quieren cargarse la libertad que tiene una mujer para decidir si, en un momento determinado, decide interrumpir su embarazo, sin querer saber qué motivos tiene o en qué circunstancias se quedó embarazada.
Y VOX quiere que la religión, la católica, claro, sea incluida entre las asignaturas a estudiar y no quiere saber nada de educación para la ciudadanía, ni de enseñar la Constitución, ni nada que induzca a pensar un poco, no vaya a ser que se revolucionen las masas.
Y tampoco quieren saber nada de la memoria histórica, ni de resolver los dramas de esas familias que aún tiene algún pariente en una cuneta o bajo la tapia de algún cementerio. Podría ser que alguno tuviera que hacer un acto de contrición en nombre de su abuelo.
Y VOX culpa a la inmigración, así, sin distinción, del problema del desempleo, aunque no recuerda que la actual ley laboral, aún vigente, fue la mejor arma que tuvo Rajoy para “arreglar”, a su manera, el problema del paro. Y no quieren admitir que esos inmigrantes, que tanto molestan, van a ser los que nos paguen las pensiones en el futuro porque el crecimiento demográfico de las especies autóctonas es cero.
Por lo tanto, aunque en algunas cosas, las elementales, las de sentido común, coincidamos con la parte populista del planteamiento de estos ultras, no tenemos porque deducir que somos de la misma pasta y que, por lo tanto, no hay por qué inclinar nuestro voto a gente tan “singular”.
Y la prueba del algodón está en que la parte del PP que aún tiene algo de cabeza, y no me refiero al “máster” Casado precisamente, no quiere ni verlos y los califica sin ambages de ultraderecha. Algo sabrá el PP de lo que habla.
Así que mi vecina Marisol, algo pesarosa, se despide de mí diciendo que “año nuevo”, sí, pero no con camisa vieja y, ni mucho menos, rancia y con olor a alcanfor.
Kebedo.





















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