ESCRITORA
La envidia contamina
Emi Casas
En una ocasión en una playa del sur de Italia, estaba mirando como numerosas personas vendían cosas en unos humildes carritos. Aunque seguramente sus ingresos eran escasos, posiblemente eran superiores a los de otros vecinos del lugar. En los carritos había diversas frases escritas, y me llamo la atención especialmente lo que estaba anotado en uno de ellos: ”No envidie, trabaje”.
¿Te has parado a pensar cuántas cosas se pierde el mundo cada día por culpa del miedo y cuánta gente gasta su tiempo y energía en envidiar al resto?
Dicen de las personas envidiosas que bajo sus miradas atentas y suspicaces se esconde la frustración, una necesidad no satisfecha y a su vez, un agotamiento psicológico que no saben cómo resolver. Me entristece esta emoción tan poco afortunada, innata, al parecer, en el ser humano. Podría decirles muchas cosas a quienes, lamentablemente, está tan presente en su vida; que la envidia hacia las personas que tienen cierto éxito hacia algo en lo que trabajan, día tras día, no es la solución a sus problemas, que la solución está en ellos mismos y en las decisiones que toman para cambiar su realidad. Que trabajen su interior y dejen de fijarse en lo que tienen los demás, en lo que creen que les corresponde pero que otras, han logrado con mucho trabajo. Que busquen la razón por la que no son felices con lo que tienen, la razón por la que siempre se fijan en lo que tienen los demás. Pero lo más importante: Que no permitan que la envidia albergue su corazón, porque la envidia contamina. Emilia Casas Fernández
En una ocasión en una playa del sur de Italia, estaba mirando como numerosas personas vendían cosas en unos humildes carritos. Aunque seguramente sus ingresos eran escasos, posiblemente eran superiores a los de otros vecinos del lugar. En los carritos había diversas frases escritas, y me llamo la atención especialmente lo que estaba anotado en uno de ellos: ”No envidie, trabaje”.
¿Te has parado a pensar cuántas cosas se pierde el mundo cada día por culpa del miedo y cuánta gente gasta su tiempo y energía en envidiar al resto?
Dicen de las personas envidiosas que bajo sus miradas atentas y suspicaces se esconde la frustración, una necesidad no satisfecha y a su vez, un agotamiento psicológico que no saben cómo resolver. Me entristece esta emoción tan poco afortunada, innata, al parecer, en el ser humano. Podría decirles muchas cosas a quienes, lamentablemente, está tan presente en su vida; que la envidia hacia las personas que tienen cierto éxito hacia algo en lo que trabajan, día tras día, no es la solución a sus problemas, que la solución está en ellos mismos y en las decisiones que toman para cambiar su realidad. Que trabajen su interior y dejen de fijarse en lo que tienen los demás, en lo que creen que les corresponde pero que otras, han logrado con mucho trabajo. Que busquen la razón por la que no son felices con lo que tienen, la razón por la que siempre se fijan en lo que tienen los demás. Pero lo más importante: Que no permitan que la envidia albergue su corazón, porque la envidia contamina. Emilia Casas Fernández
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