Kebedo
Jueves, 14 de Marzo de 2019
FEMINISMO

El 8 de mayo

Kebedo

[Img #26209]Han pasado ya unos días desde ese viernes, 8 de marzo,  en el que salimos todos a la calle, menos el PP y VOX, que decidieron que su presencia no era necesaria, y algo había que decir del acontecimiento. Y lo de acontecimiento es precisamente la palabra que empleó mi vecina Marisol cuando me encontré con ella.

-¡Manda huevos!, como diría Trillo, exclamó mi vecina. -¡Manda huevos que tengamos que calificar esto como un acontecimiento!.  Lo que debería ser normal, habitual, cotidiano, tenemos que recordarlo una vez al año y por todo lo alto, porque no somos capaces de entender que hablamos de personas, no de géneros.

En las imágenes que hemos visto de todas las manifestaciones, tanto en España como en otros países, no hemos encontrado sólo a mujeres, había también una gran cantidad de hombres. Y casi nos asombramos de ello. Cuando maltratan, violan y asesinan a las mujeres, están agrediéndonos a todos un poco, porque todos, en mayor o menor medida, tenemos alguna mujer en nuestra vida.

Marisol, dando una vez más en el clavo, se pregunta y me dice que si es posible que todos esos que no salen a manifestarse, a reivindicar, a protestar, y aún más, los que están abiertamente en contra de éste tipo de reivindicaciones, no tienen alguna mujer cerca que pueda ser objeto de esos desmanes. ¿Al cenutrio de turno le parece bien que a su hija, por el mero hecho ser mujer, le paguen un 30% menos que a un hombre que realice el mismo tipo de tarea?. ¿O es que el cenutrio de turno está pensando que su hija lo que debe hacer es casarse bien con alguien de “posibles”?. ¿Al cenutrio de turno le parece bien que a su esposa, cuando va por la calle, le aparezcan unos cuantos sobones, le den unos cuantos “viajes” y luego, cuando vaya a  interponer una denuncia la primera pregunta que le hagan es que si ha sido ella  que iba provocando con ese vestido minifaldero que llevaba puesto?. Los señores cenutrios también tienen esposas, hijas, incluso madres, que pueden ser agredidas. ¿Va usted a decirle a su madre, señor cenutrio, que  iba provocando cuando aquellos retrasados mentales la agredieron?. ¿Y, qué piensa usted que va a contestarle su madre, señor cenutrio?. Pues que tiene un hijo tonto.

Lo que quiere decir mi vecina es que hace falta un poquito, un muchito más bien,  de empatía, que hay que ponerse en el lugar de una mujer vejada, maltratada o violada, que no podemos seguir sembrando la duda en vez de poner remedio a semejantes desmanes y ataques, por el mero hecho de que es mujer, porque si fuera un hombre hay determinadas preguntas que no se formularían.

Si el hecho es, en sí mismo, una barbaridad, lo es aún más, por sorprendente, que ocurra entre gente joven. En el momento actual, con las posibilidades de información que tenemos todos al alcance de la mano, con el acceso inmediato que tenemos a aclarar cualquier tipo de duda, si es que esto aún es una duda, no se entiende que una quinceañera considere normal que su novio controle sus llamadas telefónicas,  sus salidas, su vestuario, con el postulado absurdo de que es una muestra de cariño. ¿Qué educación le han dado?.

-Ahí está el quid de la cuestión- explota mi vecina, -en la educación-. ¿Qué clase de educación le han dado en su casa a esa niña para aguantar semejante estupidez?, y ¿qué clase de educación le han dado a ese energúmeno que se cree con derecho a controlar, manipular y hasta vejar a la que, se supone, quiere tanto?. Y no es una cuestión de clases sociales, éstas barbaridades se dan tanto entre los “pijos de buena familia”, como en las clases medias –si es que aún siguen existiendo-, como en la gente de menos recursos económicos. Sólo es educación.

Evidentemente, la educación no solo es cuestión de casa, también hay que enseñarla en el colegio. Tenemos un sistema educativo, si es que podemos llamarlo sistema, que se preocupa más de la religión que de la ciudadanía, por ejemplo. Dicho sea de paso las religiones, así, en abstracto, tienen mucho de qué arrepentirse y no están para dar lecciones a nadie. Los casos de pederastia, entre otros, que se están destapando últimamente, no dicen nada edificante de la iglesia católica. Peor aún, puestos ya a criticar,   el trato que el islamismo da a las mujeres es de juzgado, son la última mierda.

¿Por qué no dejamos que la religión se practique en el seno familiar, cada uno la suya, en sus templos respectivos y tratamos,  de una vez, de normalizar en la escuela una materia que se preocupe de la convivencia, del respeto, de la igualdad –igualdad, digo, no superioridad de nadie- del conocimiento de la vida real, no de Disneylandia, que complemente la educación que hay dar en casa?.

Parece mentira que haya que explicarle a un joven qué es la democracia, en qué consiste el poder votar, qué dice la Constitución, quiénes están y para qué sirven los políticos del Congreso y del Senado –bueno, esto último también nos lo tienen que explicar a todos, qué pasó en la guerra civil española y qué derechos y libertades se recuperaron con la llegada de la democracia. Algunos, parece, no se han enterado de nada y la mejor manera es que se lo expliquen, tanto en casa, como en el colegio.

-Si conseguimos esto, estoy segura- , me dice Marisol, -de que no hará falta celebrar más “ochos de marzo”.

Y una vez más, tengo que quitarme el sombrero y darle la razón. Y lo de quitarme el sombrero no es ningún acto machista sino es un reconocimiento a quien se lo merece, sea del género que fuere.

Kebedo. 

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