ANÁLISIS
Los españoles de bien
Kebedo
Atribulada venía mi vecina Marisol, dando cabezazos a un lado y a otro, y le pregunté que cuál era el motivo de su preocupación. La contestación fue, una vez más, sorprendente. –Pues, que no sé si voy a dar la talla-, me dijo. Pasmado me quedé yo ante semejante contestación. -¿Para qué cosa tienes tú que dar la talla a estas alturas?-, le pregunté, a lo que ella me contestó –pues para ser una española de bien-. ¡Toma ya!.
La cosa viene a colación porque, si nos fijamos, desde hace unas semanas, el señor Casado, actual prócer del “renovado” PP, viene hablándonos de “renovar” España, de los “nuevos” españoles –que no son tan nuevos porque eso ya lo inventó el director cinematográfico Roberto Bodegas en el 74 del siglo pasado-, de los “verdaderos” españoles, etc., como si hubiese españoles de verdad y españoles ficticios, o de juguete. Y por otro lado, el recién aparecido, nunca mejor dicho, porque parece Mefistófeles, el señor Abascal, nos habla de los “españoles de bien”. Ahí ya la cosa coge cuerpo porque, con esa expresión, se deduce fácilmente que hay españoles de mal. De ahí la preocupación de mi vecina, ¿será una española de bien, o de mal?.
Si nos fijamos en los discursos, tanto de Casado como de Abascal, bueno éste solo en las redes sociales porque últimamente no se prodiga en los medios de comunicación no vaya a ser que le hagan una pregunta incómoda y no sepa contestarla. Si nos fijamos en sus discursos, digo, nos damos cuenta enseguida de que ambos han venido a salvarnos. Una pregunta, ¿de quién?, otra pregunta, ¿a quién?. La respuesta a ésta última es “a los españoles de bien”.
Si la cosa quedase ahí no sería demasiado preocupante –o sí- porque “salvapatrias” ha habido, y en grandes cantidades, a lo largo de nuestra historia. Siempre hay alguien que viene a decirnos lo que nos conviene, a quien tenemos que rezar, a quien tenemos que leer, a quien tenemos que escuchar, incluso a quien tenemos que votar – desde que se ha podido votar-, pero siempre por nuestro bien, naturalmente. ¡No faltaba más!.
Y la última con la que se nos ha descolgado el amigo Mefistófeles es que él pide que los “españoles de bien” puedan proveerse de armas, así, sin anestesia, como artículo defensivo. El iluminado de Trump no lo habría dicho mejor.
Y Marisol vuelve a hacer preguntas, -¿de quién tenemos que defendernos?, ¿a quién van a darle el permiso de armas? y, sobre todo, ¿a quién no van a dárselo y por qué motivo?, o ¿quiénes son los españoles bien?.
Si nos fijamos un poco en lo que el señor Mefistófeles llama su programa electoral vamos a poder deducir, creo yo, quién es un español de bien, a saber.
Será un español de bien aquel que lleve la bandera de España a todos lados. Excluidos quedarán, por tanto, todos aquellos portadores de banderas autonómicas, locales, ya no digo republicanas. Incluso las del Betis.
Será un español de bien aquel que reniegue, hasta coger una perra de no te menees, de las comunidades autónomas, sean éstas cuales sean y del signo que sean. Podría perdonarse la de Madrid si la gobierna Esperanza o Cristina.
Será un español de bien aquel que se declare –y lo demuestre, claro- católico, apostólico y romano, bautizado, comulgado, confirmado y casado por la Iglesia, aunque luego sea un putero –con perdón, pero está admitido- y se confiese. Quedan excluidos, por tanto, ateos, budistas, islamistas, incluso trapecistas, que la gente del circo es gente de mal vivir.
No hay ni que decir que será un español de bien un heterosexual, lógicamente. Los homosexuales, lesbianas, transexuales y demás ”desviados” no merecen ni estar aquí, siempre según el criterio del Lucifer éste.
En cuanto a la tendencia política, ¿qué es eso?. Será un español de bien aquel que se declare franquista de pro, que tenga toda la colección de cromos de “La vida de Tejero” o que levante el brazo a la menor insinuación de cualquier nota semejante al “cara al sol”. Quedan excluidos por lo tanto los demócratas y los republicanos. A propósito, supongo que, si éste hombre llegara al poder en algún momento, le declararía la guerra inmediatamente a Portugal y Francia, para ir abriendo boca y, más tarde, a Italia, Alemania y a los mismísimos Estados Unidos, porque todos esos son países cuyo régimen político es el de República. Enemigos, a todas luces.
Con todo éste planteamiento, mi vecina Marisol está contando con los dedos cuántos de esos requisitos cumple y si es una de las agraciadas de poder comprarse un arma para defenderse de alguien. Desgraciadamente para ella le quité la ilusión de un plumazo porque, si se diesen éstas circunstancias, tampoco iba a poder acceder a un arma, ni a muchas cosas más, porque tendría que contar con el permiso de su marido, de su padre, de su hermano o de un tutor, porque Marisol es una mujer, que, hasta ahora, no la habíamos incluido en la cesta de la compra del señor Abascal.
¿Quiénes son, entonces, los españoles de bien?.
Kebedo.
Atribulada venía mi vecina Marisol, dando cabezazos a un lado y a otro, y le pregunté que cuál era el motivo de su preocupación. La contestación fue, una vez más, sorprendente. –Pues, que no sé si voy a dar la talla-, me dijo. Pasmado me quedé yo ante semejante contestación. -¿Para qué cosa tienes tú que dar la talla a estas alturas?-, le pregunté, a lo que ella me contestó –pues para ser una española de bien-. ¡Toma ya!.
La cosa viene a colación porque, si nos fijamos, desde hace unas semanas, el señor Casado, actual prócer del “renovado” PP, viene hablándonos de “renovar” España, de los “nuevos” españoles –que no son tan nuevos porque eso ya lo inventó el director cinematográfico Roberto Bodegas en el 74 del siglo pasado-, de los “verdaderos” españoles, etc., como si hubiese españoles de verdad y españoles ficticios, o de juguete. Y por otro lado, el recién aparecido, nunca mejor dicho, porque parece Mefistófeles, el señor Abascal, nos habla de los “españoles de bien”. Ahí ya la cosa coge cuerpo porque, con esa expresión, se deduce fácilmente que hay españoles de mal. De ahí la preocupación de mi vecina, ¿será una española de bien, o de mal?.
Si nos fijamos en los discursos, tanto de Casado como de Abascal, bueno éste solo en las redes sociales porque últimamente no se prodiga en los medios de comunicación no vaya a ser que le hagan una pregunta incómoda y no sepa contestarla. Si nos fijamos en sus discursos, digo, nos damos cuenta enseguida de que ambos han venido a salvarnos. Una pregunta, ¿de quién?, otra pregunta, ¿a quién?. La respuesta a ésta última es “a los españoles de bien”.
Si la cosa quedase ahí no sería demasiado preocupante –o sí- porque “salvapatrias” ha habido, y en grandes cantidades, a lo largo de nuestra historia. Siempre hay alguien que viene a decirnos lo que nos conviene, a quien tenemos que rezar, a quien tenemos que leer, a quien tenemos que escuchar, incluso a quien tenemos que votar – desde que se ha podido votar-, pero siempre por nuestro bien, naturalmente. ¡No faltaba más!.
Y la última con la que se nos ha descolgado el amigo Mefistófeles es que él pide que los “españoles de bien” puedan proveerse de armas, así, sin anestesia, como artículo defensivo. El iluminado de Trump no lo habría dicho mejor.
Y Marisol vuelve a hacer preguntas, -¿de quién tenemos que defendernos?, ¿a quién van a darle el permiso de armas? y, sobre todo, ¿a quién no van a dárselo y por qué motivo?, o ¿quiénes son los españoles bien?.
Si nos fijamos un poco en lo que el señor Mefistófeles llama su programa electoral vamos a poder deducir, creo yo, quién es un español de bien, a saber.
Será un español de bien aquel que lleve la bandera de España a todos lados. Excluidos quedarán, por tanto, todos aquellos portadores de banderas autonómicas, locales, ya no digo republicanas. Incluso las del Betis.
Será un español de bien aquel que reniegue, hasta coger una perra de no te menees, de las comunidades autónomas, sean éstas cuales sean y del signo que sean. Podría perdonarse la de Madrid si la gobierna Esperanza o Cristina.
Será un español de bien aquel que se declare –y lo demuestre, claro- católico, apostólico y romano, bautizado, comulgado, confirmado y casado por la Iglesia, aunque luego sea un putero –con perdón, pero está admitido- y se confiese. Quedan excluidos, por tanto, ateos, budistas, islamistas, incluso trapecistas, que la gente del circo es gente de mal vivir.
No hay ni que decir que será un español de bien un heterosexual, lógicamente. Los homosexuales, lesbianas, transexuales y demás ”desviados” no merecen ni estar aquí, siempre según el criterio del Lucifer éste.
En cuanto a la tendencia política, ¿qué es eso?. Será un español de bien aquel que se declare franquista de pro, que tenga toda la colección de cromos de “La vida de Tejero” o que levante el brazo a la menor insinuación de cualquier nota semejante al “cara al sol”. Quedan excluidos por lo tanto los demócratas y los republicanos. A propósito, supongo que, si éste hombre llegara al poder en algún momento, le declararía la guerra inmediatamente a Portugal y Francia, para ir abriendo boca y, más tarde, a Italia, Alemania y a los mismísimos Estados Unidos, porque todos esos son países cuyo régimen político es el de República. Enemigos, a todas luces.
Con todo éste planteamiento, mi vecina Marisol está contando con los dedos cuántos de esos requisitos cumple y si es una de las agraciadas de poder comprarse un arma para defenderse de alguien. Desgraciadamente para ella le quité la ilusión de un plumazo porque, si se diesen éstas circunstancias, tampoco iba a poder acceder a un arma, ni a muchas cosas más, porque tendría que contar con el permiso de su marido, de su padre, de su hermano o de un tutor, porque Marisol es una mujer, que, hasta ahora, no la habíamos incluido en la cesta de la compra del señor Abascal.
¿Quiénes son, entonces, los españoles de bien?.
Kebedo.
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