HOJAS DE CONTACTO
La gran exposición de unos fotógrafos míticos (I)
Jesús Galache Riesco (abogado)
La Fundación Canal (del Canal de Isabel II de Madrid) tiene prácticamente dedicada una de sus salas de exposiciones a la fotografía; de entre ellas ha sido magnífica por su concepto y por su extensión la dedicada a las hojas de contacto de los fotógrafos de la Agencia Magnum.
Aunque sea sabido, por refrescarlo: Agencia de noticias fundada en 1947 por Capa, Cartier-Bresson, Seymour, Maria Eisner y Rita Vandivert, con un capital de 400 dolares reunió a los mejores fotógrafos y fotocorresponsales del mundo en el periodo mítico de las grandes revistas ilustradas: Paris Matc, Life, etc.
La hoja de contacto es la impresión directa del negativo y corresponde a la primera visión que el fotógrafo arrancaba a su máquina.
Cómo dice Kristen Lubben proporciona la sensación íntima de caminar al lado del fotógrafo y ver a través de sus ojos, siendo el registro de cómo se construyó la imagen que finalmente saltó a la revista o a la exposición.
Tan importante como el proceso, nos permite atisbar de una serie de pruebas cual fue la definitivamente elegida, para detener el tiempo en ese instante fugitivo que toda fotografía atesora, y que convierte en eterno un arte fugaz.
La exposición ha concluido pero el libro “Magnum Hojas de Contacto” Edición de Kristen Lubben de la Editorial Blume es una verdadera joya, testigo silencioso y vibrante de nuestro atormentado siglo XX.
Desde el costumbrismo de Cartier-Bresson en la Sevilla de 1933; una mujer amamantando en un mitin sobre el reparto de tierras en Badajoz en mayo de 1936, o la batalla del río Segre por Robert Capa.
En cada hoja de contacto nos metemos en la historia que nos propone su autor, y nos permite acompañarlo, siquiera brevemente, en esos momentos de la historia de la que ellos eran testigos privilegiados y a veces incomodos o provocadores. Impresiona la cotidianidad con la que se desenvolvían en circunstancias dramáticas para ser notarios de la realidad antes de que realidad se diluyera.
Asistimos asombrados a los raids sobre Londres, o a la ofensiva de Romel; compartimos por unos momentos la alegría de Capa cuando consiguió recuperar once fotogramas de los ciento ocho originales que perdió en una lancha desembarcando en Normandía, y le acompañamos en su incursión con un pelotón de ametralladoras en abril del 45, cuando avanzan hacia el corazón de Alemania.
Para saltar, literalmente saltar como Halsman, fotógrafo cuya vida merece un artículo por sí sola, que puso a saltar a toda una generación en los 50 para festejar la alegría de estar vivos: Dalí, Marilin Monroe, el general Brady; ver la génesis del salto de Dalí y su gato, (lanzado al aire por la hija del fotógrafo) mueve a la ternura: La foto se inspira en un cuadro del propio Dali “Leda Atómica”, y para captar el salto el propio fotógrafo inventó una máquina; les llevó seis horas y dieciocho intentos…..
Las hojas de contacto como testigos mudos del horror del siglo: Erich Lessing fotografiando la insurrección de Budapest de 1956 contra el imperialismo soviético; con su MG yendo y viniendo a Viena, dejando constancia del anhelo de libertad de un pueblo.
Acompañamos a los nueve estudiantes negros que tuvieron que ser protegidos por mil paracaidistas y diez mil miembros de la Guardia Nacional enviados por el Presidente Einsenhower para poder acceder a las clases, no segregadas racialmente, en virtud de una orden judicial que el gobernador de Arkansas desacataba.
Y volvemos a Capa, esta vez a Cornell, hermano de Frank: Sus fotos de la Casa Blanca y su hechizo por la corte del Rey Arturo J.F. Kennedy, desde su discurso inaugural, hasta la foto premonitoria de la espalda del sillón presidencial con la coronilla de la cabeza del presidente apenas sobresaliendo del sillón.
Cornell ya tenía experiencia en seguir campañas presidenciales, las tres de Adlai Stevenson, culminando un proyecto en el que se implicó por la emoción que le produjo el discurso de toma de posesión de JFK.
De esta familia, me ha impresionado la serie de Paul Fusco sobre el tren fúnebre de Robert Kennedy, por lo que son esas imágenes y por lo que representan.
Recoge las fotos tomadas desde el tren que llevó el ataúd del candidato presidencial desde San Patricio en N.York hasta Washington. Desde un vagón, solo, el fotógrafo que no se lo espera, descubre que miles de ciudadanos anónimos se han arrimado a las vías para estar cera del ataúd en su viaje hacia el cementerio de Arlington; y allí están los miembros de la América profunda, que están despertando lenta y cruelmente del sueño americano, que creen en la “Great Society” pero están atrapados en Vietnam y en las políticas de segregación…, saludando con la mano en el corazón, o saludando militarmente, niños, ancianos, marineros en uniforme, todos de aspecto humilde y desolado, salidos de una novela de Faulkner, con su mismo abatimiento… “So Long Boby”
Una mención especial merece la fotógrafa Inge Morath; como otros muchos centroeuropeos su propia vida es una odisea: aprovechó la exposición nazi sobre “arte degenerado” para literalmente enamoararse de de una obra de Franz Marc. Su experiencia de adolescente bajo la Segunda Guerra Mundial la hipersensibilizó sobre las consecuencias de la guerra; fundadora de Magnum por invitación personal de Robert Capa, es capaz de frivolizar con la serie “Una Llama en Times Square” sobre una llama que era protagonista en Televisión y vivía como una diva; y dos años después de la mano del actor Yul Brynner fotografiar a los refugiados de Europa y Oriente Medio: mostrando con una especial sensibilidad los intentos de los niños por tener una vida real alejada de la miseria del campo de refugiados.
Su carácter apasionado, su sentido de la responsabilidad, su sentido de la amistad llevaron a sus compañeros de Magnum a establecer un premio en su honor.
Resumiendo, una exposición inolvidable y en todo caso un libro imprescindible de los testigos de nuestro desventurado siglo XX (Magnum Hojas de Contacto Editorial Blume, nueva edición en 2017)
La sensación que uno tiene recordando la exposición, repasando el libro es que acude de la mano de los periodistas gráficos a momentos cruciales del pasado siglo, que supieron elegir de entre los millones de fotos que todos ellos realizaron, aquella que les permitía condensar en un instante la fuerza de los hechos que estaban narrando, y aun hoy nos transmiten esa especial vibración de ser testigos en primera línea de acontecimientos históricos de primera magnitud.
La Fundación Canal (del Canal de Isabel II de Madrid) tiene prácticamente dedicada una de sus salas de exposiciones a la fotografía; de entre ellas ha sido magnífica por su concepto y por su extensión la dedicada a las hojas de contacto de los fotógrafos de la Agencia Magnum.
Aunque sea sabido, por refrescarlo: Agencia de noticias fundada en 1947 por Capa, Cartier-Bresson, Seymour, Maria Eisner y Rita Vandivert, con un capital de 400 dolares reunió a los mejores fotógrafos y fotocorresponsales del mundo en el periodo mítico de las grandes revistas ilustradas: Paris Matc, Life, etc.
La hoja de contacto es la impresión directa del negativo y corresponde a la primera visión que el fotógrafo arrancaba a su máquina.
Cómo dice Kristen Lubben proporciona la sensación íntima de caminar al lado del fotógrafo y ver a través de sus ojos, siendo el registro de cómo se construyó la imagen que finalmente saltó a la revista o a la exposición.
Tan importante como el proceso, nos permite atisbar de una serie de pruebas cual fue la definitivamente elegida, para detener el tiempo en ese instante fugitivo que toda fotografía atesora, y que convierte en eterno un arte fugaz.
La exposición ha concluido pero el libro “Magnum Hojas de Contacto” Edición de Kristen Lubben de la Editorial Blume es una verdadera joya, testigo silencioso y vibrante de nuestro atormentado siglo XX.
Desde el costumbrismo de Cartier-Bresson en la Sevilla de 1933; una mujer amamantando en un mitin sobre el reparto de tierras en Badajoz en mayo de 1936, o la batalla del río Segre por Robert Capa.
En cada hoja de contacto nos metemos en la historia que nos propone su autor, y nos permite acompañarlo, siquiera brevemente, en esos momentos de la historia de la que ellos eran testigos privilegiados y a veces incomodos o provocadores. Impresiona la cotidianidad con la que se desenvolvían en circunstancias dramáticas para ser notarios de la realidad antes de que realidad se diluyera.
Asistimos asombrados a los raids sobre Londres, o a la ofensiva de Romel; compartimos por unos momentos la alegría de Capa cuando consiguió recuperar once fotogramas de los ciento ocho originales que perdió en una lancha desembarcando en Normandía, y le acompañamos en su incursión con un pelotón de ametralladoras en abril del 45, cuando avanzan hacia el corazón de Alemania.
Para saltar, literalmente saltar como Halsman, fotógrafo cuya vida merece un artículo por sí sola, que puso a saltar a toda una generación en los 50 para festejar la alegría de estar vivos: Dalí, Marilin Monroe, el general Brady; ver la génesis del salto de Dalí y su gato, (lanzado al aire por la hija del fotógrafo) mueve a la ternura: La foto se inspira en un cuadro del propio Dali “Leda Atómica”, y para captar el salto el propio fotógrafo inventó una máquina; les llevó seis horas y dieciocho intentos…..
Las hojas de contacto como testigos mudos del horror del siglo: Erich Lessing fotografiando la insurrección de Budapest de 1956 contra el imperialismo soviético; con su MG yendo y viniendo a Viena, dejando constancia del anhelo de libertad de un pueblo.
Acompañamos a los nueve estudiantes negros que tuvieron que ser protegidos por mil paracaidistas y diez mil miembros de la Guardia Nacional enviados por el Presidente Einsenhower para poder acceder a las clases, no segregadas racialmente, en virtud de una orden judicial que el gobernador de Arkansas desacataba.
Y volvemos a Capa, esta vez a Cornell, hermano de Frank: Sus fotos de la Casa Blanca y su hechizo por la corte del Rey Arturo J.F. Kennedy, desde su discurso inaugural, hasta la foto premonitoria de la espalda del sillón presidencial con la coronilla de la cabeza del presidente apenas sobresaliendo del sillón.
Cornell ya tenía experiencia en seguir campañas presidenciales, las tres de Adlai Stevenson, culminando un proyecto en el que se implicó por la emoción que le produjo el discurso de toma de posesión de JFK.
De esta familia, me ha impresionado la serie de Paul Fusco sobre el tren fúnebre de Robert Kennedy, por lo que son esas imágenes y por lo que representan.
Recoge las fotos tomadas desde el tren que llevó el ataúd del candidato presidencial desde San Patricio en N.York hasta Washington. Desde un vagón, solo, el fotógrafo que no se lo espera, descubre que miles de ciudadanos anónimos se han arrimado a las vías para estar cera del ataúd en su viaje hacia el cementerio de Arlington; y allí están los miembros de la América profunda, que están despertando lenta y cruelmente del sueño americano, que creen en la “Great Society” pero están atrapados en Vietnam y en las políticas de segregación…, saludando con la mano en el corazón, o saludando militarmente, niños, ancianos, marineros en uniforme, todos de aspecto humilde y desolado, salidos de una novela de Faulkner, con su mismo abatimiento… “So Long Boby”
Una mención especial merece la fotógrafa Inge Morath; como otros muchos centroeuropeos su propia vida es una odisea: aprovechó la exposición nazi sobre “arte degenerado” para literalmente enamoararse de de una obra de Franz Marc. Su experiencia de adolescente bajo la Segunda Guerra Mundial la hipersensibilizó sobre las consecuencias de la guerra; fundadora de Magnum por invitación personal de Robert Capa, es capaz de frivolizar con la serie “Una Llama en Times Square” sobre una llama que era protagonista en Televisión y vivía como una diva; y dos años después de la mano del actor Yul Brynner fotografiar a los refugiados de Europa y Oriente Medio: mostrando con una especial sensibilidad los intentos de los niños por tener una vida real alejada de la miseria del campo de refugiados.
Su carácter apasionado, su sentido de la responsabilidad, su sentido de la amistad llevaron a sus compañeros de Magnum a establecer un premio en su honor.
Resumiendo, una exposición inolvidable y en todo caso un libro imprescindible de los testigos de nuestro desventurado siglo XX (Magnum Hojas de Contacto Editorial Blume, nueva edición en 2017)
La sensación que uno tiene recordando la exposición, repasando el libro es que acude de la mano de los periodistas gráficos a momentos cruciales del pasado siglo, que supieron elegir de entre los millones de fotos que todos ellos realizaron, aquella que les permitía condensar en un instante la fuerza de los hechos que estaban narrando, y aun hoy nos transmiten esa especial vibración de ser testigos en primera línea de acontecimientos históricos de primera magnitud.




















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