Eugenio de Ávila
Martes, 02 de Abril de 2019
PERSPECTIVAS

Los 300 de Zamora, en las Termópilas de la España Vaciada

Eugenio-Jesús de Ávila

[Img #26559]España vaciada debería traducirse como la  España del pecado original, la España del génesis, la tierra que parió esta nación, en la que viven leoneses, castellanos, manchegos, extremeños, alcarreños, que son triplemente españoles: porque aman a su patria, porque se sienten orgullosos de serlo, porque, como decían aquellos versos inolvidables de Manuel Machado, en Adelfos: “No se ganan, se heredan, la elegancia y el blasón”.

Sí, yo amo a Zamora, pero también a Soria, y no porque mis abuelos paternos se casaran en aquella bendita tierra un 31 de diciembre; y a Teruel, pero no por la batalla del Ebro, y a todas aquellas provincias que construyeron España, la nación más vieja de Europa, cuyos hijos pagaron su osadía de crear una patria universal, una lengua mágica, que hablan casi 600 millones de seres humanos, y demostraron un valor descomunal para defender sus fronteras de quienes quisieron apropiársela.

Ahora bien, los zamoranos de hoy, los que viven en este siglo XXI, se han convertidos en muertos vivientes. El domingo, día 31 de marzo, solo 300, cual Leonidas y sus hoplitas en las Termópilas, los mejores, se fueron al corazón de España para reclamar que la sangre del progreso se extendiera por todas las venas y arterias de la nación, para que ninguno de sus miembros se amputase por falta de riego político. El resto se quedó en Zamora. No hubo apenas jóvenes, como si a la gente nacida en esta centuria y últimos años del siglo XX les trajera sin cuidado en que tierra vieron la luz primera, como si  no fueran hijos de nuestra geografía, del Duero, de la Sierra de la Culebra, de las comarcas zamoranas de oriente y occidente, del norte y del sur.

Eso sí, al parecer, hubo políticos de los dos grandes partidos, verdaderos culpables de esta despoblación galopante que se unieron a la “manifa”, como si sus dirigentes, los que gobernaron España desde 1977 no tuvieran nada qué ver con esta tragedia. Quizá es que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Los verdugos manifestándose junto a los ajusticiados. Robespierre y Saint Just, acariciando la testa de Luis XVI. ¡Qué jetas!

Ustedes, políticos de la democracia, por supuesto, pero antes las políticas franquistas que primaron el desarrollo económico e industrial en la periferia del Estado –término que empleaban siempre los seguidores del caudillo-, en detrimento del interior –excepción hecha de ciudades privilegiadas como Valladolid y Burgos- son reos de que, en el caso zamorano, nuestra geografía sea ya un desierto demográfico. Quizá, como escribí un mal día, la decadencia de León, Castilla y el interior de España, se iniciara tras la derrota Comunera ante el Emperador. La incipiente industrialización se abortó. Desde hace casi 500 años, existen dos Españas: la que potenciaron y la que sacrificaron en honor del futuro económico de la nación.

Zamora, acobardada, con el miedo en el cuerpo desde 1936, que no se ha quitado de su cabeza en esta democracia de cartón-piedra, sufre, como he comentado con frecuencia, eso que defino como pesimismo antropológico. Añado, además, que se persigue, con saña, a todo zamorano que tiene una idea diferente, que destaca, que quiere cambiar y transformar nuestra sociedad. El poder nos quiere pusilánimes y humillados, débiles y adocenados, timoratos y entregados. Aquí solo pueden pensar ellos, los políticos y sus periodistas. Se nos exige que seamos vulgares, mediocres, que, si obedecemos, seremos recompensados con los favores de la elite.

Viriatos, por ejemplo, ya conoce lo que es la censura; Zamora 10, en su momento y ahora porque hay elecciones, también ha sufrido enfrentamientos con el poder. Este periódico es el único medio de comunicación zamorano castigado por la Diputación de Zamora y la Junta de Castilla y León en el reparto de publicidad de estas dos instituciones, porque nuestra línea editorial, nuestra forma de pensar, nuestra manera de escribir, nuestra crítica contumaz al poder no gusta nada. El resto come y bebe del pesebre político. ¡Allá cada cual con su conciencia!

En verdad, somos muy pocos los que queremos sacar del coma político, social, demográfico a nuestra tierra. Pero suficientes para derribar el muro mental, la muralla, construida de cobardía, que permitió al poder jugar con los zamoranos como si fuéramos tontos de baba, gente gallinácea, ovejitas luceras. No. Se equivocaron. Unos cuantos hombres y mujeres cambiaron la Historia de la Humanidad. Zamora se transformará. Y si esta ciudad y su provincia eligen que sigan gobernando los malandrines de la reacción, más pronto que después desaparecerá del mapa del futuro, de la geografía del progreso. Y, en la sepultura de Zamora, aparecerá un epitafio: aquí yace el cadáver de una tierra de cobardes.

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