DENUNCIAS
De prioritarias a olvidadas
Aceñas de Cabañales estaban y están a la espera
Manuel Herrero Alonso: textos y fotografías
Entraron con muchas ganas en el Ayuntamiento. Puede que ahora tengan las mismas por salir, tantas que parecía que aquella intención política iba a desembocar en un buen gobierno con grandes logros para la ciudad. Lo cierto es que, a punto a cumplirse los cuatro años establecidos y repasando sus hechos, las intenciones se disiparon enseguida, quedando todo en el mismo estado o peor que se encontraba. Como proyecto prioritario fue declarada la rehabilitación y posterior puesta en uso de las aceñas de Cabañales, ahora su estado es de olvido administrativo.
Las derribaron literalmente. Por aquello de realizar unas obras en el rio, se cargaron todo lo que les parecieron, como unos casetos en el cauce del Duero. Una movilización popular con su carga política, consiguió reconstruirlas por nada menos que dos millones de euros. Resultando unos edificios con sus pasarelas de acceso que mantenían alguna similitud a lo que había anteriormente. Se le dio un uso como centro de interpretación, sin faltar el servicio hostelero en el primero de sus cuerpos. Pasado no mucho tiempo, por aquello de que las cosas necesitan de un mantenimiento y ello suponía un coste económico, se cerró al público.
Llave y candado en las rejas de protección. Trancadas también las portillas que impedían el paso a las pasarelas, tanto a la de abajo, como a la elevada, que comunica con la planta superior. Grandes carteles que anunciaban que se trataba de un edificio vigilado con cámaras, simple astucia disuasoria, que de nada sirvió para que los intrusos accedieran a tan apartado lugar.
Hubo actos vandálicos, con destrozos en vidrios, interruptores, grifería, lámparas. Pero también hubo quien robo lo que pudo y se llevaron luminarias, manillas de puertas, cables eléctricos y lo que les convino. Denunciada la situación de que las puertas estaban abiertas y el paso libre a cualquiera deseara entrar en los edificios. El concejal, salió al paso de “para que se van a cerrar cuando ya no queda nada que robar”, ignorando su responsabilidad de actuación previa, para antes de llegar a este extremo,
A día de hoy, la situación es la siguiente: Nada impide la llegada de cualquier persona hasta el umbral de las puertas de cualquiera de las aceñas. Allí encontrarán una robusta cadena con un candado, que impide de momento el paso. No encontrarán ese proyecto perdido de abrirlas todo el año. En palabras de Laura Rivera, «de poco sirve la promoción de la ciudad y el gasto en folletos, páginas web y asistencia a ferias, si cuando vienen los turistas se encuentran con los centros culturales cerrados». Pues sí, así es.
Manuel Herrero Alonso: textos y fotografías
Entraron con muchas ganas en el Ayuntamiento. Puede que ahora tengan las mismas por salir, tantas que parecía que aquella intención política iba a desembocar en un buen gobierno con grandes logros para la ciudad. Lo cierto es que, a punto a cumplirse los cuatro años establecidos y repasando sus hechos, las intenciones se disiparon enseguida, quedando todo en el mismo estado o peor que se encontraba. Como proyecto prioritario fue declarada la rehabilitación y posterior puesta en uso de las aceñas de Cabañales, ahora su estado es de olvido administrativo.
Las derribaron literalmente. Por aquello de realizar unas obras en el rio, se cargaron todo lo que les parecieron, como unos casetos en el cauce del Duero. Una movilización popular con su carga política, consiguió reconstruirlas por nada menos que dos millones de euros. Resultando unos edificios con sus pasarelas de acceso que mantenían alguna similitud a lo que había anteriormente. Se le dio un uso como centro de interpretación, sin faltar el servicio hostelero en el primero de sus cuerpos. Pasado no mucho tiempo, por aquello de que las cosas necesitan de un mantenimiento y ello suponía un coste económico, se cerró al público.
Llave y candado en las rejas de protección. Trancadas también las portillas que impedían el paso a las pasarelas, tanto a la de abajo, como a la elevada, que comunica con la planta superior. Grandes carteles que anunciaban que se trataba de un edificio vigilado con cámaras, simple astucia disuasoria, que de nada sirvió para que los intrusos accedieran a tan apartado lugar.
Hubo actos vandálicos, con destrozos en vidrios, interruptores, grifería, lámparas. Pero también hubo quien robo lo que pudo y se llevaron luminarias, manillas de puertas, cables eléctricos y lo que les convino. Denunciada la situación de que las puertas estaban abiertas y el paso libre a cualquiera deseara entrar en los edificios. El concejal, salió al paso de “para que se van a cerrar cuando ya no queda nada que robar”, ignorando su responsabilidad de actuación previa, para antes de llegar a este extremo,
A día de hoy, la situación es la siguiente: Nada impide la llegada de cualquier persona hasta el umbral de las puertas de cualquiera de las aceñas. Allí encontrarán una robusta cadena con un candado, que impide de momento el paso. No encontrarán ese proyecto perdido de abrirlas todo el año. En palabras de Laura Rivera, «de poco sirve la promoción de la ciudad y el gasto en folletos, páginas web y asistencia a ferias, si cuando vienen los turistas se encuentran con los centros culturales cerrados». Pues sí, así es.






















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