El voto del cofrade

El tiempo se nos escapa, nos mece, nos vapulea, se cachondea de nosotros; convierte al ser humano en la esfera de su reloj, inerme ante Cronos. Hoy, la Hermandad del Espíritu Santo abre la Pasión. Cofradía inventada por un infante, hoy aristócrata, en la mejor edad de la vida, además enamorado y feliz. Ya es Semana ¿Santa?

También hoy, ayer para algunos partidos, se inició la campaña electoral de las legislativas.  La ciudad pasa, de momento, de los partidos, que anoche, fingiendo, pegaron sus primeros carteles. Prefiere ver procesiones y que la dejen en paz de verborreas políticas, de mentiras, de promesas que nunca se cumplirán, de engaños, de reyertas entre capuletos y montescos. La gente ya no cree en nada, menos en las formaciones políticas. Algunos, en Dios, porque no les queda otro remedio. Cuando de nada nos sirve rezar.

El ciudadano vota por inercia y nunca a favor de, sino en contra de. Lógico. Si el propio Pablo Iglesias, líder de un partido ya fagocitado por el sistema, lo confesó el pasado martes: “No hay que creer en los políticos, ni tan si quiera en mí”. Y si el dirigente morado se confiesa ante la prensa, habrá que creerle y obrar en consecuencia. Mi admirado García Trevijano preconizaba la abstención. Usted, entre procesión y procesión, rece... por si acaso.