SEMANA SANTA ZAMORA
La mujer zamorana nunca se siente sola
Nuestras vírgenes, con alguna excepción, son mujeres que exudan dolor, pena eterna, abatimiento; nuestras vírgenes son madres muertas, sin sangre, sin aliento, sin oxígeno; nuestras vírgenes son guapas, aÚn sin latido, ya sin luz en la mirada. son vírgenes zamoranas que dibujan en sus rostros el sentimiento de la muerte del fruto de sus entrañas, de nueve meses sintiendo en las fronteras del alma otra vida que ahora se marchó antes que ella. La Soledad es la faz de cualquier dama cuando ya no le queda ni la esperanza, cuando ya se vive por inercia, sin ganas, sin vida.
Nunca conocí a una Soledad tan acompañada, con tantas amigas, con tantas mujeres, con tanta inteligencia envuelta en belleza. Si, es la Virgen de la Soledad, el dolor esculpido en un rostro por la gubia de Dios; el vacío del mundo sobre un rostro femenino, cuando el alma se evapora de pena inmensa, de esa pena que solo siente una madre.
Y sé que María, la madre, la mujer mortal, la que engendró a Jesús, un judío de Galilea, sufrió más porque sabía que su hija era de carne y hueso, nacido para morir. La madre de Dios no sufre, porque lo sabe todo, porque Dios es inmortal, omnipresente, omnisciente. La mujer que pare un ser para la muerte sí sabe lo que es perder a un hijo.
Quiero, pues, a la Soledad mujer, a la Soledad que guisa, a la Soledad, que trabaja, a la Soledad que sufre, a la Soledad rebelde, a la Soledad que nunca está sola, a la Soledad que ama, a la Soledad que goza, a la Soledad maltratada, injuriada, golpeada por el Hombre amoral, insensible, canalla, delincuente, machista; a la Soledad zamorana que esconde su hermosa faz bajo ese capote enlutado, porque no quiere mirar, de frente, la verdad de la vida, la mentira de la muerte.
Encuentro soledad en la mujer que no sabe amar, que no ama y no es amada; hallo soledad en la mujer agredida, humillada, insultada; veo soledad en la fémina que no destaca ni por su belleza ni por su clase ni por su talento; veo soledad en la dama que desean todos los hombres por amor a la carne, nunca por amor a la esencia de su vida; veo soledad en mí, que soy hombre y apenas imagino, ni siento el privilegio de ser mujer en una sociedad machista, violenta, aniquiladora de toda belleza.
Si Dios existiese, sería un ser femenino. No lo dudes, mujer, zamorana: tú eres mi diosa. Guapa o fea, inteligente o mediocre, madre o yerma.
Nunca conocí a una Soledad tan acompañada, con tantas amigas, con tantas mujeres, con tanta inteligencia envuelta en belleza. Si, es la Virgen de la Soledad, el dolor esculpido en un rostro por la gubia de Dios; el vacío del mundo sobre un rostro femenino, cuando el alma se evapora de pena inmensa, de esa pena que solo siente una madre.
Y sé que María, la madre, la mujer mortal, la que engendró a Jesús, un judío de Galilea, sufrió más porque sabía que su hija era de carne y hueso, nacido para morir. La madre de Dios no sufre, porque lo sabe todo, porque Dios es inmortal, omnipresente, omnisciente. La mujer que pare un ser para la muerte sí sabe lo que es perder a un hijo.
Quiero, pues, a la Soledad mujer, a la Soledad que guisa, a la Soledad, que trabaja, a la Soledad que sufre, a la Soledad rebelde, a la Soledad que nunca está sola, a la Soledad que ama, a la Soledad que goza, a la Soledad maltratada, injuriada, golpeada por el Hombre amoral, insensible, canalla, delincuente, machista; a la Soledad zamorana que esconde su hermosa faz bajo ese capote enlutado, porque no quiere mirar, de frente, la verdad de la vida, la mentira de la muerte.
Encuentro soledad en la mujer que no sabe amar, que no ama y no es amada; hallo soledad en la mujer agredida, humillada, insultada; veo soledad en la fémina que no destaca ni por su belleza ni por su clase ni por su talento; veo soledad en la dama que desean todos los hombres por amor a la carne, nunca por amor a la esencia de su vida; veo soledad en mí, que soy hombre y apenas imagino, ni siento el privilegio de ser mujer en una sociedad machista, violenta, aniquiladora de toda belleza.
Si Dios existiese, sería un ser femenino. No lo dudes, mujer, zamorana: tú eres mi diosa. Guapa o fea, inteligente o mediocre, madre o yerma.






















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