ELECCIONES GENERALES DEL 2019
Votemos... mientras podamos
Kebedo
En uno de mis frecuentes encuentros con mi vecina Marisol noté que llevaba gran preocupación en su semblante y, como es natural, le pregunté el motivo del evidente desasosiego; y la respuesta me dejó, de primeras, estupefacto; -estoy preocupada por las elecciones-, me dijo. No entendí mucho el comentario porque Marisol siempre ha sido muy animosa a la hora de acudir a las urnas, pero lo que quería trasmitirme mi vecina era, evidentemente, otra cosa; -estoy preocupada porque se acaben las elecciones-. Ahí ya me dejó desarmado.
Vamos a explicarnos. Estamos en un sistema democrático, imperfecto, eso sí, mentiroso y tramposo, según el comportamiento de determinados políticos, pero democrático. Eso quiere decir que, cada cierto tiempo, acudimos a las urnas a decirle a una determinada serie de personas que les damos nuestra confianza para que administren nuestros dineros –que no los suyos- y pongan en marcha determinados proyectos que sean útiles y beneficiosos para la mayoría, no para unos pocos. Y si estas personas roban, o sacan beneficio personal, o mienten, o, en definitiva, no cumplen con ese cometido, se les larga con viento fresco y en la siguiente oportunidad escogemos a otros. Esto es el juego democrático, en el que ya llevamos unos cuantos años los que tuvimos la oportunidad de vivir la transición.
Hablando de la transición, me recuerda Marisol que parece que la reivindicación de los derechos sociales, de la igualdad de las mujeres, del logro de la sanidad y educación públicas, y de otras muchas más cosas de las que nos hemos ido beneficiando, hubieran ocurrido sólo después del 75 del siglo pasado. -Pues no-, me recuerda, -hay que tener en cuenta que esos derechos ya se habían logrado, en gran medida, en las primeras décadas del siglo XX, y que, por culpa de una “dictablanda”, seguida de una dictadura, se fueron al traste hasta que falleció “su excelencia”. Después pudimos rehabilitar un poco el edificio y reconstruir otros hasta que éste solar se convirtió en algo bastante vivible y soportable-.
Es cierto que, a partir de la “transición”, buena o mala, pero transición, se instauró el estado democrático, a través de una monarquía parlamentaria que, con sus virtudes y sus defectos, fue desarrollando un país que estaba en “franca” decadencia. Cada uno que se cuelgue la medalla que le dé la gana, pero, a eso, contribuimos todos. Tuvimos alzas y bajas, momentos de mayor desarrollo, crisis de los 90’s, que pasamos con cierto decoro, épocas de políticos esperanzadores y de otros, corruptos, pero fuimos bandeándonos en un sistema económico, más o menos sostenible, hasta que llegó la célebre “burbuja inmobiliaria” –no vamos ahora a recordar a los culpables- que fue el principio del fin de unas décadas de logros sociales, laborales, económicos, en los que la clase media cumplía su papel preponderante en la sostenibilidad del país y pasamos a la verdadera crisis, que lleva más de diez años y de la que aún no hemos salido, aunque algunos “jetas” quieran convencernos de lo contrario.
Y la prueba palpable de que no hemos salido de ésta crisis es el deterioro del sistema democrático, porque cuando se pasan penurias y escaseces, cuando hay problemas para llegar a fin de mes, cuando no tienes trabajo o el que tienes es un trabajo “de mierda” en el que te pagan poco y mal, o cuando no te dan de alta en la Seguridad Social o cotizan por ti la mitad de las horas de las que trabajas, la gente se cabrea. Con todo éste panorama, si no definimos claramente quién es realmente el culpable, aparecen determinados grupúsculos antisistema, ultranacionalistas, abanderados, patrioteros de uno u otro color, que no dudan ni un instante en señalarnos a un culpable, que nunca es el real, pero que es el que a ellos más le interesa. Envueltos en banderas barradas, o con aguiluchos, a veces incluso con la antigua republicana, aunque no venga a cuento, salen a la calle a decirnos lo que es bueno para nosotros.
Y hasta ahí, si la cosa no fuese a más, es una mala situación, pero pasable, -siempre tiene que haber un tonto que le da sombra al botijo-, dice mi vecina, pero la cosa ya está pasando a mayores. Se está convirtiendo en peligrosa la moda lo de jalear a VOX. Parece que lo que empezó siendo poco menos que un conjunto de nostálgicos del régimen franquista, rebotados la mayor parte de las facciones mas duras del PP, están haciéndose un sitio el espectro electoral. Bien, si estamos hablando de democracia, tienen todo el derecho, pero éstos usan la democracia para “cargársela” después. Ejemplos tenemos en distintos tiempos y lugares. Recordemos, que nunca está de más, que don Adolfo, Herr Hitler, llegó al poder después de unas elecciones democráticas y ya sabemos cómo acabó la “gracia”.
Marisol tiene muchísimo temor de que ésta gente de VOX, que, así, de entrada, han negado el holocausto, puedan estar cercanos a las barbaridades ocurridas en la Europa de los 40’s. Y si analizamos sus movimientos recientes no creo que vaya muy desencaminada en su malestar.
Para empezar no quieren entrar en ningún debate, por mucho que digan lo contrario, con el resto de los representantes de las restantes fuerzas políticas. Solo se dedican a soltar sus soflamas en los mítines, a los que no pueden acceder todos los medios, se hace selección o se increpa a determinados medios si éstos no han sido lo suficientemente amables con ellos, siempre desde su punto de vista, claro está.
Siguiendo con los medios de comunicación, ya han avisado de que tienen intención –si llegan al poder- de cerrar determinadas cadenas de televisión, tanto públicas como privadas, por el hecho de ser críticos con sus actuaciones. Ni en los mejores tiempos del ministerio de información que lideró Fraga. Claro, si la intención es esa, el futuro de algunos diarios digitales va a ser muy negro, porque el afán de censura crece como la espuma. Y el de otras cadenas de radio, etc.
Las prestaciones sociales que defienden estos elementos son de “nada y menos”. Poco menos que despido libre; de enseñanza y sanidad públicas, nada de nada, que cada uno se pague lo suyo; rebajas increíbles –cuando no supresión- de determinados impuestos, todos ellos afectos a los patrimonios mas generosos. Claro, si no vamos a dar prestaciones sociales, para qué vamos a recaudar. Y así un sinfín de despropósitos.
La enseñanza, religiosa y concertada a go-go y los colegios públicos poco menos que desaparecidos. La universidad, para ricos, a pagarse la matrícula el que pueda.
En sanidad, ¿qué es eso de que todo el mundo pueda operarse o ser tratado de cualquier dolencia?, nada, a pagar con la billetera. Lo mismo que eso de construir muros para separar España de Marruecos. Donald Trump, al lado de éstos, un aficionado.
Lo que si hay que agradecerles es que van de cara, lo dicen claramente, no engañan a nadie. Claro, en sus mítines, donde la afición les jalea, porque delante de una cámara o un micrófono, ni hablar, los debates para los demás no vaya a ser que les pregunten algo más profundo y no sepan contestar.
Lo peor de todo esto, dice mi vecina, es que parece que, entre algunos jóvenes, se ha puesto de moda alardear de estar al lado de VOX, como si fueran los cantantes de Operación Triunfo o Cristiano Ronaldo. Chavales, seguidores, que parece que les atrae la parafernalia fascista, la ostentación del símbolo, sin tener ni idea de lo que significa. Chicos que no hacen la más mínima crítica a las palabras que oyen –no sé si las escuchan- de éstos descerebrados, que no hacen el más mínimo análisis a lo que hay detrás de su discurso y que no se dan cuenta de que VOX hace uso de un régimen democrático que nos ha costado muchos años establecer para bombardearlo desde dentro y eliminarlo.
¿Qué diferencia existe entre la “charlotada” que hicieron los independentistas catalanes, el célebre 1-O, intentando aprovecharse de un régimen democrático para “instaurar la república de Turulandia” y el destrozo que quieren imponernos éstos antisistema?. ¿Quién le ha dado a ellos el poder de decisión, sobre el resto de los ciudadanos, de quién es más o menos español – o patriota?.
Mi vecina Marisol dice que, ante tal perspectiva, votemos… con cabeza, ahora que podemos, porque si estos llegan al mando es muy probable que haya que guardar las urnas. Y yo espero que se equivoque porque esto ha costado mucho trabajo levantar y no podemos dejar que unos “cabezas huecas” nos lo tiren por tierra.
Kebedo.
En uno de mis frecuentes encuentros con mi vecina Marisol noté que llevaba gran preocupación en su semblante y, como es natural, le pregunté el motivo del evidente desasosiego; y la respuesta me dejó, de primeras, estupefacto; -estoy preocupada por las elecciones-, me dijo. No entendí mucho el comentario porque Marisol siempre ha sido muy animosa a la hora de acudir a las urnas, pero lo que quería trasmitirme mi vecina era, evidentemente, otra cosa; -estoy preocupada porque se acaben las elecciones-. Ahí ya me dejó desarmado.
Vamos a explicarnos. Estamos en un sistema democrático, imperfecto, eso sí, mentiroso y tramposo, según el comportamiento de determinados políticos, pero democrático. Eso quiere decir que, cada cierto tiempo, acudimos a las urnas a decirle a una determinada serie de personas que les damos nuestra confianza para que administren nuestros dineros –que no los suyos- y pongan en marcha determinados proyectos que sean útiles y beneficiosos para la mayoría, no para unos pocos. Y si estas personas roban, o sacan beneficio personal, o mienten, o, en definitiva, no cumplen con ese cometido, se les larga con viento fresco y en la siguiente oportunidad escogemos a otros. Esto es el juego democrático, en el que ya llevamos unos cuantos años los que tuvimos la oportunidad de vivir la transición.
Hablando de la transición, me recuerda Marisol que parece que la reivindicación de los derechos sociales, de la igualdad de las mujeres, del logro de la sanidad y educación públicas, y de otras muchas más cosas de las que nos hemos ido beneficiando, hubieran ocurrido sólo después del 75 del siglo pasado. -Pues no-, me recuerda, -hay que tener en cuenta que esos derechos ya se habían logrado, en gran medida, en las primeras décadas del siglo XX, y que, por culpa de una “dictablanda”, seguida de una dictadura, se fueron al traste hasta que falleció “su excelencia”. Después pudimos rehabilitar un poco el edificio y reconstruir otros hasta que éste solar se convirtió en algo bastante vivible y soportable-.
Es cierto que, a partir de la “transición”, buena o mala, pero transición, se instauró el estado democrático, a través de una monarquía parlamentaria que, con sus virtudes y sus defectos, fue desarrollando un país que estaba en “franca” decadencia. Cada uno que se cuelgue la medalla que le dé la gana, pero, a eso, contribuimos todos. Tuvimos alzas y bajas, momentos de mayor desarrollo, crisis de los 90’s, que pasamos con cierto decoro, épocas de políticos esperanzadores y de otros, corruptos, pero fuimos bandeándonos en un sistema económico, más o menos sostenible, hasta que llegó la célebre “burbuja inmobiliaria” –no vamos ahora a recordar a los culpables- que fue el principio del fin de unas décadas de logros sociales, laborales, económicos, en los que la clase media cumplía su papel preponderante en la sostenibilidad del país y pasamos a la verdadera crisis, que lleva más de diez años y de la que aún no hemos salido, aunque algunos “jetas” quieran convencernos de lo contrario.
Y la prueba palpable de que no hemos salido de ésta crisis es el deterioro del sistema democrático, porque cuando se pasan penurias y escaseces, cuando hay problemas para llegar a fin de mes, cuando no tienes trabajo o el que tienes es un trabajo “de mierda” en el que te pagan poco y mal, o cuando no te dan de alta en la Seguridad Social o cotizan por ti la mitad de las horas de las que trabajas, la gente se cabrea. Con todo éste panorama, si no definimos claramente quién es realmente el culpable, aparecen determinados grupúsculos antisistema, ultranacionalistas, abanderados, patrioteros de uno u otro color, que no dudan ni un instante en señalarnos a un culpable, que nunca es el real, pero que es el que a ellos más le interesa. Envueltos en banderas barradas, o con aguiluchos, a veces incluso con la antigua republicana, aunque no venga a cuento, salen a la calle a decirnos lo que es bueno para nosotros.
Y hasta ahí, si la cosa no fuese a más, es una mala situación, pero pasable, -siempre tiene que haber un tonto que le da sombra al botijo-, dice mi vecina, pero la cosa ya está pasando a mayores. Se está convirtiendo en peligrosa la moda lo de jalear a VOX. Parece que lo que empezó siendo poco menos que un conjunto de nostálgicos del régimen franquista, rebotados la mayor parte de las facciones mas duras del PP, están haciéndose un sitio el espectro electoral. Bien, si estamos hablando de democracia, tienen todo el derecho, pero éstos usan la democracia para “cargársela” después. Ejemplos tenemos en distintos tiempos y lugares. Recordemos, que nunca está de más, que don Adolfo, Herr Hitler, llegó al poder después de unas elecciones democráticas y ya sabemos cómo acabó la “gracia”.
Marisol tiene muchísimo temor de que ésta gente de VOX, que, así, de entrada, han negado el holocausto, puedan estar cercanos a las barbaridades ocurridas en la Europa de los 40’s. Y si analizamos sus movimientos recientes no creo que vaya muy desencaminada en su malestar.
Para empezar no quieren entrar en ningún debate, por mucho que digan lo contrario, con el resto de los representantes de las restantes fuerzas políticas. Solo se dedican a soltar sus soflamas en los mítines, a los que no pueden acceder todos los medios, se hace selección o se increpa a determinados medios si éstos no han sido lo suficientemente amables con ellos, siempre desde su punto de vista, claro está.
Siguiendo con los medios de comunicación, ya han avisado de que tienen intención –si llegan al poder- de cerrar determinadas cadenas de televisión, tanto públicas como privadas, por el hecho de ser críticos con sus actuaciones. Ni en los mejores tiempos del ministerio de información que lideró Fraga. Claro, si la intención es esa, el futuro de algunos diarios digitales va a ser muy negro, porque el afán de censura crece como la espuma. Y el de otras cadenas de radio, etc.
Las prestaciones sociales que defienden estos elementos son de “nada y menos”. Poco menos que despido libre; de enseñanza y sanidad públicas, nada de nada, que cada uno se pague lo suyo; rebajas increíbles –cuando no supresión- de determinados impuestos, todos ellos afectos a los patrimonios mas generosos. Claro, si no vamos a dar prestaciones sociales, para qué vamos a recaudar. Y así un sinfín de despropósitos.
La enseñanza, religiosa y concertada a go-go y los colegios públicos poco menos que desaparecidos. La universidad, para ricos, a pagarse la matrícula el que pueda.
En sanidad, ¿qué es eso de que todo el mundo pueda operarse o ser tratado de cualquier dolencia?, nada, a pagar con la billetera. Lo mismo que eso de construir muros para separar España de Marruecos. Donald Trump, al lado de éstos, un aficionado.
Lo que si hay que agradecerles es que van de cara, lo dicen claramente, no engañan a nadie. Claro, en sus mítines, donde la afición les jalea, porque delante de una cámara o un micrófono, ni hablar, los debates para los demás no vaya a ser que les pregunten algo más profundo y no sepan contestar.
Lo peor de todo esto, dice mi vecina, es que parece que, entre algunos jóvenes, se ha puesto de moda alardear de estar al lado de VOX, como si fueran los cantantes de Operación Triunfo o Cristiano Ronaldo. Chavales, seguidores, que parece que les atrae la parafernalia fascista, la ostentación del símbolo, sin tener ni idea de lo que significa. Chicos que no hacen la más mínima crítica a las palabras que oyen –no sé si las escuchan- de éstos descerebrados, que no hacen el más mínimo análisis a lo que hay detrás de su discurso y que no se dan cuenta de que VOX hace uso de un régimen democrático que nos ha costado muchos años establecer para bombardearlo desde dentro y eliminarlo.
¿Qué diferencia existe entre la “charlotada” que hicieron los independentistas catalanes, el célebre 1-O, intentando aprovecharse de un régimen democrático para “instaurar la república de Turulandia” y el destrozo que quieren imponernos éstos antisistema?. ¿Quién le ha dado a ellos el poder de decisión, sobre el resto de los ciudadanos, de quién es más o menos español – o patriota?.
Mi vecina Marisol dice que, ante tal perspectiva, votemos… con cabeza, ahora que podemos, porque si estos llegan al mando es muy probable que haya que guardar las urnas. Y yo espero que se equivoque porque esto ha costado mucho trabajo levantar y no podemos dejar que unos “cabezas huecas” nos lo tiren por tierra.
Kebedo.
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