ELECCIONES
Para unos cuantos que ayudaron cuando pudieron
Fernando Martos
El lunes ya no seremos más lo que fuimos, pase lo que pase, por eso quiero agradecer, en nombre de todos a todos los nombres, su participación en este proyecto. Una ciudad tiene tres espacios comunes para ser compartidos El mito. La calle. Y la casa
El mito es la memoria de los rincones y la gente que habitó la ciudad. Nadie visita una ciudad si no es para sentir su mito: el motín de la trucha, los tesoros de Valorio, la peripecia humana de nuestros artistas… Conocer el mito es reavivar el deseo de pertenencia, que es cuando el espacio significa más cosas.
La calle es el lugar del encuentro cara a cara. Participar en un colectivo es salir a la calle y verse y negociar las diferencias. Una ciudad donde pocos participan, donde no se afrontan los problemas desde el debate abierto e informado, es una ciudad ajena a quienes viven en ella y en su descuido.
Y la casa es la casa de todos. Ayuntarse, llamarse a concejo, administrar el tesoro con la convicción que desde lo público se gestiona mejor. Casa abierta a la mujer por siempre. Donde legalidad y transparencia hagan su nido sobre la grieta gris de la soberbia.
La ciudad se abre en amplias dimensiones. Quién se queda, quién se va y quién viene, también hacen ciudad.
En nombre de unos cuantos, acabaros diciendo que con todo quisimos eliminar la cáscara que impide que florezca la ciudad en lo contemporáneo. Lo hicimos con la urgencia de saber que queda darse prisa.
A la mano que se cerró en un puño, solo decirle que no era más que querer hacer con todos. A las manos que se abrieron a darnos su consejo, el ánimo rayado de su palma, a esos, que gracias y que no ha sido en balde, pues a poco que nos dejen abrir brecha, verán que cada polen se hace un hito.
Fernando Martos, finales de mayo y de sequía, 2019.
El lunes ya no seremos más lo que fuimos, pase lo que pase, por eso quiero agradecer, en nombre de todos a todos los nombres, su participación en este proyecto. Una ciudad tiene tres espacios comunes para ser compartidos El mito. La calle. Y la casa
El mito es la memoria de los rincones y la gente que habitó la ciudad. Nadie visita una ciudad si no es para sentir su mito: el motín de la trucha, los tesoros de Valorio, la peripecia humana de nuestros artistas… Conocer el mito es reavivar el deseo de pertenencia, que es cuando el espacio significa más cosas.
La calle es el lugar del encuentro cara a cara. Participar en un colectivo es salir a la calle y verse y negociar las diferencias. Una ciudad donde pocos participan, donde no se afrontan los problemas desde el debate abierto e informado, es una ciudad ajena a quienes viven en ella y en su descuido.
Y la casa es la casa de todos. Ayuntarse, llamarse a concejo, administrar el tesoro con la convicción que desde lo público se gestiona mejor. Casa abierta a la mujer por siempre. Donde legalidad y transparencia hagan su nido sobre la grieta gris de la soberbia.
La ciudad se abre en amplias dimensiones. Quién se queda, quién se va y quién viene, también hacen ciudad.
En nombre de unos cuantos, acabaros diciendo que con todo quisimos eliminar la cáscara que impide que florezca la ciudad en lo contemporáneo. Lo hicimos con la urgencia de saber que queda darse prisa.
A la mano que se cerró en un puño, solo decirle que no era más que querer hacer con todos. A las manos que se abrieron a darnos su consejo, el ánimo rayado de su palma, a esos, que gracias y que no ha sido en balde, pues a poco que nos dejen abrir brecha, verán que cada polen se hace un hito.
Fernando Martos, finales de mayo y de sequía, 2019.
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