La Diputación de Zamora será progresista o no será

Eugenio-Jesús de Ávila

El Partido Popular, si pierde la Diputación, vivirá una profunda crisis interna, con su necesaria catarsis. Zamora necesita que la institución provincial cambie de manos, de gobierno, de forma de hacer política para que nuestra geografía no se convierta en un desierto demográfico. El PP también clama por un cambio interno que dé entrada a militantes ninguneados durante las últimas décadas, por la simple razón de ser, verbigracia, liberales.

Habrá problemas para negociar, porque son tres las formaciones que entran en ese juego de pactos. Creo que ni PSOE, que podría hacerse con la Presidencia del Hospital de la Encarnación; ni Izquierda Unida, ni Ciudadanos desean que el PP siga gobernando, a su manera, la institución. Tampoco quieren estas tres formaciones de progreso que vuelva a ocurrir el vergonzoso episodio del 1 de agosto de 1987, ni, por supuesto, la afrenta contra la democracia, la felonía contra el alto cargo más honrado del PP en toda su historia: José Antolín Martín Martín, que, por cumplir con la ley, fue censurado por su partido, que prefirió la ignominia a la verdad. El PP pudo regenerarse antaño, en el ecuador de la última década del siglo XX. Se negó. Eligió otro camino, el equivocado. Desde entonces, más privilegios para los de siempre y más derrota para la provincia, despoblada, desorientada, humillada. No obstante, todavía quedan focos de resistencia caciquil en una de las comarcas más subdesarrolladas de Zamora y de España, Sayago, sin olvidarme de Aliste, Sanabria, Tierra de Campos, Tierra del Vino. Solo una Diputación gobernada por el futuro podría poner fin a ese pasado decimonónico, ahistórico, casi feudal.

Por lo tanto, si Izquierda Unida y Ciudadanos no llegan a acuerdos con el PSOE, serán reos de degollar la historia, de impedir el paso a la verdadera democracia, de condenar a nuestra provincia a la ignorancia, al retraso, a su desaparición.

El PSOE es el único partido que puede dar, porque suyo es  el Gobierno de la nación, y, en breve, administrará la Junta, otro foco de corrupciones múltiples durante tantas décadas, calco de lo que los socialistas ejecutaron en Andalucía. Las autonomías son tierra fértil para que los malandrines de la política progresen, manden y cometan todo tipo de tropelías contra el pueblo.

Si yo fuera Requejo o Izquierda Unida, que depende más que nadie del Gobierno central y de la Junta para que Guarido transforme Zamora, exigiría al PSOE de Antidio Fagúndez que Montelarreina, por fin, sea lo que este periódico anunció, antes que ningún otro medio de comunicación, en base militar; un Plan de Restauración de la Muralla Medieval, avalar, desde la Junta de Castilla y León la Biorrefinería de Barcial del Barco; los terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril como polígono tecnológico y, una cosa más, que Zamora, su provincia, disponga, de un Polígono Tecnológico Agropecuario. Y así, que el Partido Socialista gobierne Zamora, que falta le hace, después de casi un cuarto de siglo sin poder real.

Un problema añadido. En todos los partidos hay enemigos domésticos. Fagúndez, como secretario provincial, querrá ser el líder del PSOE en la Diputación, el presidente, en definitiva, de la Corporación Provincial. ¿Lo permitirán otros barones triunfantes  como Tomás del Bien, alcalde de Toro, y Luciano Huerga, regidor de Benavente?  ¿Con qué dirigente del PSOE negociarán, pues, Ciudadanos e Izquierda Unida?

Por último: si por fin hay un pacto entre tres, para dejar fuera al PP, sugiero que la investidura del nuevo presidente se realice a mano alzada. Mi memoria hay recuerda aquella ominosa jornada del 1 de agosto de 1987.

Postdata: algunos medios, favorecidos por el PP en la Diputacion con publicidad institucional, intentan que Ciudadanos otorgue el plácet a José María Barrios. ¿Por qué será? Prensa libre. Me hacéis reír, don Gonzalo.