PERSPECTIVAS
Un regidor ético y con conceptos estéticos
Eugenio-Jesús de Ávila
Francisco Guarido, el regidor al que ahora loan todos los cobistas de la prensa, al que este barquito papel, durante seis años, concedió un par de páginas semanales, en las que, con su compañero Miguel Ángel Viñas, fue informando a la ciudad de la mugre política que la manchaba, ha dejado la casa grande de todos, la ciudad del Romancero, la del alma, pulcra, atildada, sosegada. Cuatro años, un mandato. Ahora toca adornarla.
Esta ancianita que es Zamora, su ciudad y la mía, tiene un pasado, es mayor; muestra, por lo tanto, arruguitas en su epidermis, manchas que afean su rostro, patas de gallo en su mirada, feos lunares que pudieran desarrollar alguna enfermedad grave. Normal en toda persona mayor que se ha pasado años, décadas, tiempo, sin atención de galenos de la política, que la olvidaron, vejaron, vilipendiaron, porque apenas contaba para esta doble región, esta autonomía ahistórica.
Llegó la hora de Zamora. El 26 de mayo el pueblo conquistó las urnas. Llegó la hora de Guarido. Cuatro años para escribir una página inolvidable de la historia de nuestra ciudad, siempre que acierte en su gobernanza. Llegó la hora de cambiarla, de reconstruirla, de restaurarla, de engrandecerla, de desarrollarla. ¿Cómo? El regidor tiene ideas, algunas de ellas sobre el patrimonio las expuso en la entrevista que concedió a un servidor para El Día de Zamora.
Depende, no obstante, del Ministerio de Cultura, que la muralla medieval se restaure, trabajos que llevarán buena parte de este mandato, nunca legislatura, porque un Ayuntamiento no legisla. Agreguemos a lo escrito, la reconstrucción de las dos torres del puente de piedra, derribadas en el año 1905, que configurarían uno de los viaductos más bellos de España. Y, por supuesto, enfrentar el gravísimo problema de los solares, que afean la zona noble de la ciudad. Y recordarle al Obispado que una torre de la Catedral accesible reportaría beneficios económicos importantes con los que atacar nuevos problemas sociales de nuestra ciudad y provincia. Cáritas, con más dinero, haría más por los más pobres, por los desposeídos.
Murallas y casco histórico resultan cruciales para atraer más turismo de calidad. No se trata de caprichos de intelectuales. Zamora tiene que recibir todos los fines de semanas a cientos de personas que deseen contemplar su patrimonio monumental, conocer la importancia de su historia medieval para España y disfrutar de magníficas viandas en tantos restaurantes zamoranos y en sus bares de pinchos y copas.
Y si me alejo del casco viejo, más que histórico, también observo que la ciudad necesita pintarse, maquillarse, embellecerse. Verbigracia: la plaza de la Constitución me parece un secarral. Tanta sobriedad urbanística hace daño a la estética y, casi me atrevería a decir, a la ética. Se puede, se debería, colocar una fuente y un jardín a su alrededor. No se filtraría el agua al aparcamiento subterráneo. Un ingeniero y empresario, un íntimo amigo mío, me lo ha confirmado. Las fontanas son esenciales para poner guapa a cualquier ciudad. La de la plaza de Alemania duele de fea. Esa fuente hay que transformarla, hacerla más coqueta. Se puede. Sí, podemos, si Guarido quiere. Y hay otras plazas de la ciudad que merecen agua, más agua, más sonido de agua. Verbigracia: los jardines del Castillo, la plaza de San Ildefonso y todos los jardines del casco antiguo.
Y si hay un jardín bonito, coqueto, loable, es el de la plaza de Zorrilla. Copiemos. Proyectemos ese tipo de zona ajardinada a otras de la ciudad. La plaza de La Marina también se rompe con ese paseo de pérgolas y cemento. Llevemos agua al desierto urbanístico. Colores para las miradas. Frescor para los tórridos veranos.
Plaza de San Gil o del Maestro Haedo: que queden a la vista los restos de la iglesia románica, con más agua que se encauce en fuentecillas deliciosas y coquetas. En fin…
Francisco Guarido tiene cuatro años para protagonizar una de las páginas mejor escritas de nuestra historia. Hay que ser valiente, lanzarse a por todas. Él debe conjugar, mejor que cualquier otro político, porque goza del favor del pueblo, lo ético y lo estético. De su honestidad y decencia, nunca dudé. Ahora nos demostrará cuáles son sus conceptos artísticos y decorativos. Queremos un regidor que vincule honradez y capacidad para el arte. No se olvide que Guarido es un gran dibujante.
Postdata: Toda la arboleda que rodea Trascastillo debería retirarse para dejar más visibilidad a la muralla y adecentar esa zona.
Francisco Guarido, el regidor al que ahora loan todos los cobistas de la prensa, al que este barquito papel, durante seis años, concedió un par de páginas semanales, en las que, con su compañero Miguel Ángel Viñas, fue informando a la ciudad de la mugre política que la manchaba, ha dejado la casa grande de todos, la ciudad del Romancero, la del alma, pulcra, atildada, sosegada. Cuatro años, un mandato. Ahora toca adornarla.
Esta ancianita que es Zamora, su ciudad y la mía, tiene un pasado, es mayor; muestra, por lo tanto, arruguitas en su epidermis, manchas que afean su rostro, patas de gallo en su mirada, feos lunares que pudieran desarrollar alguna enfermedad grave. Normal en toda persona mayor que se ha pasado años, décadas, tiempo, sin atención de galenos de la política, que la olvidaron, vejaron, vilipendiaron, porque apenas contaba para esta doble región, esta autonomía ahistórica.
Llegó la hora de Zamora. El 26 de mayo el pueblo conquistó las urnas. Llegó la hora de Guarido. Cuatro años para escribir una página inolvidable de la historia de nuestra ciudad, siempre que acierte en su gobernanza. Llegó la hora de cambiarla, de reconstruirla, de restaurarla, de engrandecerla, de desarrollarla. ¿Cómo? El regidor tiene ideas, algunas de ellas sobre el patrimonio las expuso en la entrevista que concedió a un servidor para El Día de Zamora.
Depende, no obstante, del Ministerio de Cultura, que la muralla medieval se restaure, trabajos que llevarán buena parte de este mandato, nunca legislatura, porque un Ayuntamiento no legisla. Agreguemos a lo escrito, la reconstrucción de las dos torres del puente de piedra, derribadas en el año 1905, que configurarían uno de los viaductos más bellos de España. Y, por supuesto, enfrentar el gravísimo problema de los solares, que afean la zona noble de la ciudad. Y recordarle al Obispado que una torre de la Catedral accesible reportaría beneficios económicos importantes con los que atacar nuevos problemas sociales de nuestra ciudad y provincia. Cáritas, con más dinero, haría más por los más pobres, por los desposeídos.
Murallas y casco histórico resultan cruciales para atraer más turismo de calidad. No se trata de caprichos de intelectuales. Zamora tiene que recibir todos los fines de semanas a cientos de personas que deseen contemplar su patrimonio monumental, conocer la importancia de su historia medieval para España y disfrutar de magníficas viandas en tantos restaurantes zamoranos y en sus bares de pinchos y copas.
Y si me alejo del casco viejo, más que histórico, también observo que la ciudad necesita pintarse, maquillarse, embellecerse. Verbigracia: la plaza de la Constitución me parece un secarral. Tanta sobriedad urbanística hace daño a la estética y, casi me atrevería a decir, a la ética. Se puede, se debería, colocar una fuente y un jardín a su alrededor. No se filtraría el agua al aparcamiento subterráneo. Un ingeniero y empresario, un íntimo amigo mío, me lo ha confirmado. Las fontanas son esenciales para poner guapa a cualquier ciudad. La de la plaza de Alemania duele de fea. Esa fuente hay que transformarla, hacerla más coqueta. Se puede. Sí, podemos, si Guarido quiere. Y hay otras plazas de la ciudad que merecen agua, más agua, más sonido de agua. Verbigracia: los jardines del Castillo, la plaza de San Ildefonso y todos los jardines del casco antiguo.
Y si hay un jardín bonito, coqueto, loable, es el de la plaza de Zorrilla. Copiemos. Proyectemos ese tipo de zona ajardinada a otras de la ciudad. La plaza de La Marina también se rompe con ese paseo de pérgolas y cemento. Llevemos agua al desierto urbanístico. Colores para las miradas. Frescor para los tórridos veranos.
Plaza de San Gil o del Maestro Haedo: que queden a la vista los restos de la iglesia románica, con más agua que se encauce en fuentecillas deliciosas y coquetas. En fin…
Francisco Guarido tiene cuatro años para protagonizar una de las páginas mejor escritas de nuestra historia. Hay que ser valiente, lanzarse a por todas. Él debe conjugar, mejor que cualquier otro político, porque goza del favor del pueblo, lo ético y lo estético. De su honestidad y decencia, nunca dudé. Ahora nos demostrará cuáles son sus conceptos artísticos y decorativos. Queremos un regidor que vincule honradez y capacidad para el arte. No se olvide que Guarido es un gran dibujante.
Postdata: Toda la arboleda que rodea Trascastillo debería retirarse para dejar más visibilidad a la muralla y adecentar esa zona.
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