DENUNCIAS
Aceras invadidas por coches
Ignacio Gazapo y Puerta Nueva entre las calles afectadas
Manuel Herrero Alonso: Texto y fotografías
Está claro el reparto: por la acera caminan los peatones, por la calzada los vehículos. Para cruzar hay unos espacios específicos, donde el viandante tiene preferencia y, para ello, se señalan, tanto vertical como horizontalmente, con esas características rayas blancas en el asfalto. Parece una convivencia sencilla de llevar a cabo y lo es, salvo como siempre en casos aislados. Porque no quita para que algunos atraviesen la calle por donde les venga en gana ni que ciertos conductores no respetan tanto como debieran los pasos peatonales.
Las aceras no son todas iguales: las hay anchas, mucho en algunos casos; estrechas, en exceso también. Todo ello dependiendo de las dimensiones de la vía donde se encuentren. Si no hay terreno, en esa partición toca lo que toca. Caso distinto es, cuando habiendo suficiente espacio en la calle, peor aún si es plaza, la acera se reduce a un paso minúsculo, por el que uno tras otro y obligatoriamente quien se desplace a pie está obligado a pasar.
Y el conflicto viene dado en esa distribución de terreno, habiendo espacio suficiente, se han conformado unas aceras excesivamente estrechas con una calzada lo suficientemente amplia, tanto que permite a los vehículos estacionar en batería y ahí es donde empiezan los problemas. El morro del coche se come literalmente buena parte de la acera, planteando un problema de accesibilidad, mal para los caminantes, que pasan con dificultad, y peor para quien tenga problemas de movilidad, porque no podrá pasar. Tampoco, o muy difícil lo tendrá, quien lleve una carrito de niño y la alternativa de bajarse en ese tramo y caminar por el asfalto, no resulta muy recomendable.
Soluciones hay, una individual, que cada conductor al estacionar tenga en cuanta dejar el coche lo suficientemente apartado del bordillo para dejar pasar con facilidad. Otra sería la de los topes, pequeñas barreras colocadas en el suelo, las ruedas llegan hasta hay, pero no le permiten avanzar más allá. En la calle de Puerta Nueva, tenemos un ejemplo, pero el resultado en este caso no ha tenido demasiado éxito, porque los coches siguen invadiendo el espacio de los peatones. Con lo que queda como solución aceptable la ampliación de las aceras, dado que las dimensiones así lo permiten.
Manuel Herrero Alonso: Texto y fotografías
Está claro el reparto: por la acera caminan los peatones, por la calzada los vehículos. Para cruzar hay unos espacios específicos, donde el viandante tiene preferencia y, para ello, se señalan, tanto vertical como horizontalmente, con esas características rayas blancas en el asfalto. Parece una convivencia sencilla de llevar a cabo y lo es, salvo como siempre en casos aislados. Porque no quita para que algunos atraviesen la calle por donde les venga en gana ni que ciertos conductores no respetan tanto como debieran los pasos peatonales.
Las aceras no son todas iguales: las hay anchas, mucho en algunos casos; estrechas, en exceso también. Todo ello dependiendo de las dimensiones de la vía donde se encuentren. Si no hay terreno, en esa partición toca lo que toca. Caso distinto es, cuando habiendo suficiente espacio en la calle, peor aún si es plaza, la acera se reduce a un paso minúsculo, por el que uno tras otro y obligatoriamente quien se desplace a pie está obligado a pasar.
Y el conflicto viene dado en esa distribución de terreno, habiendo espacio suficiente, se han conformado unas aceras excesivamente estrechas con una calzada lo suficientemente amplia, tanto que permite a los vehículos estacionar en batería y ahí es donde empiezan los problemas. El morro del coche se come literalmente buena parte de la acera, planteando un problema de accesibilidad, mal para los caminantes, que pasan con dificultad, y peor para quien tenga problemas de movilidad, porque no podrá pasar. Tampoco, o muy difícil lo tendrá, quien lleve una carrito de niño y la alternativa de bajarse en ese tramo y caminar por el asfalto, no resulta muy recomendable.
Soluciones hay, una individual, que cada conductor al estacionar tenga en cuanta dejar el coche lo suficientemente apartado del bordillo para dejar pasar con facilidad. Otra sería la de los topes, pequeñas barreras colocadas en el suelo, las ruedas llegan hasta hay, pero no le permiten avanzar más allá. En la calle de Puerta Nueva, tenemos un ejemplo, pero el resultado en este caso no ha tenido demasiado éxito, porque los coches siguen invadiendo el espacio de los peatones. Con lo que queda como solución aceptable la ampliación de las aceras, dado que las dimensiones así lo permiten.



























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.83