MISIONERO
Pedro Rosón Martín, un sacerdote diocesano misionero de Zamora en Perú
Vive en las zonas rurales y allí atiende un asilo al que llegan ancianos, niños y jóvenes recogidos de las calles
Soy el Pedro misionero de Zamora en Perú. He estado varios años como misionero en una zona campesina de Perú. He pasado seis años en el desierto del norte de Perú en Piura; otros cinco años en la Cordillera de los Andes donde atendía a más de noventa pueblos. Y ahora desde 2016 y atiendo un asilo en Casma, Departamento de Ancash en la diócesis de Chimbote. En este asilo viven más de cien personas, ancianos y jóvenes marginados y abandonados, recogidos en la calle, y muchos de ellos sin nombre ni apellido.
¿Y cómo cambio el mundo? Poco puedo cambiar, solo introducir en este mundo los valores evangélicos de gratuidad, generosidad, dar con dignidad a quien llega al asilo sin ella, porque viene de la marginación. Sé que su identidad de Hijos de Dios no la han perdido. Vivo mi misión con paz y alegría compartiendo mi vida con los “abandonados de la sociedad” para enseñarles que Dios les quiere.
El Domund invita a cambiar el mundo… ¿Y qué mejor manera de hacerlo que anunciar el Evangelio? Los misioneros entregamos nuestra vida con generosidad para hacer un mundo mejor ¡Tú también puedes hacerlo!
Soy el Pedro misionero de Zamora en Perú. He estado varios años como misionero en una zona campesina de Perú. He pasado seis años en el desierto del norte de Perú en Piura; otros cinco años en la Cordillera de los Andes donde atendía a más de noventa pueblos. Y ahora desde 2016 y atiendo un asilo en Casma, Departamento de Ancash en la diócesis de Chimbote. En este asilo viven más de cien personas, ancianos y jóvenes marginados y abandonados, recogidos en la calle, y muchos de ellos sin nombre ni apellido.
¿Y cómo cambio el mundo? Poco puedo cambiar, solo introducir en este mundo los valores evangélicos de gratuidad, generosidad, dar con dignidad a quien llega al asilo sin ella, porque viene de la marginación. Sé que su identidad de Hijos de Dios no la han perdido. Vivo mi misión con paz y alegría compartiendo mi vida con los “abandonados de la sociedad” para enseñarles que Dios les quiere.
El Domund invita a cambiar el mundo… ¿Y qué mejor manera de hacerlo que anunciar el Evangelio? Los misioneros entregamos nuestra vida con generosidad para hacer un mundo mejor ¡Tú también puedes hacerlo!





















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