PROCULTO
El vino de Toro, el mejor embajador de la ciudad
María Pilar Panero, conferenciante de lujo, dentro del miniciclo "Vino y Cultura"
La Casa de la Cultura de Toro ha acogido la primera de las dos conferencias que conforman el miniciclo "Vino y Cultura" organizado por la Asociación para la Promoción de la Cultura en Toro y su Comarca, ProCulto, durante la cual, la profesora de Literatura y Antropología en la Universidad de Valladolid, la zamorana María del Pilar Panero García, expuso a los asistentes el tema de "Las bodegas en el relato etnohistórico de Toro".
Panero comenzó su exposición con la afirmación de que la Denominación de Origen Vino de Toro es una "denominación histórica probada", y así, como ejemplo, citó la certeza de que se trata del primer vino que llegó a América, ya durante su descubrimiento. No obstante, señaló que también se observa cómo se añaden a su historia hechos que tan sólo suponen una leyenda, como la conocida sobre su uso en la construcción del Arco del Reloj. "El vino es la seña de identidad de Toro, es su mejor embajador, tanto dentro como fuera de sus fronteras", aseguró, pese a que podía haberlo sido cualquiera de los otros elementos importantes de la ciudad, como algunas edificaciones, momentos históricos, fiestas...
Recordó que en el año 2005, el Instituto de Patrimonio Histórico, entidad dependiente del Ministerio de Cultura, encargó un estudio sobre el estado en el que se encontraban las bodegas de Toro, especialmente las de titularidad pública, estudio en el que se instó a la "imperiosa necesidad de restaurar estas bodegas", lo que permitió que se llevase a cabo la restauración de las bodegas del Ayuntamiento, del palacio de los Condes de Requena, de la antigua sede de la Cámara Agraria y de la residencia Virgen del Canto, que, si bien no han recuperado su utlitidad original, sí aportan posibilidades, por ejemplo, como opción turística. En este inventario se catalogaron 180 bodegas, aunque se sabe que hay más, ya que tan sólo se listaron las que "están catalogadas por la empresa del registro del agua", que se encuentran dentro del primer recinto amurallado de la ciudad. Sin embargo, añadió que Toro "no es un caso único", dado que se encuentran bodegas subterráneas en otras localidades, como Aranda de Duero (Burgos), que cuenta con una red de 7 kilómetros de galerías excavadas bajo el casco histórico de la ciudad, o Astudillo (Palencia).
Como inicio de la explicación que iba a ofrecer, Panero quiso precisar el motivo por el que había titulado su conferencia con el término "etnohistórico", y aclaró que se debía a que en la permanencia de las bodegas que horadan el subsuelo de la ciudad de Toro convive una mezcla de factores socioeconómicos y de factores psicológicos y emotivos, y así se puede comprobar en el hecho de que los informantes con los que habló para realizar el estudio "han hecho un buceo en las historias de sus familias y en la historia local, y eso es un factor emotivo", lo que sirve para "conciliar los nuevos tiempos con el pasado", gracias al orgullo que sienten por ese pasado. Además, incidió en que todas estas historias constituyen una "narración estructurada y coherente" a través de las isotopías, término que, en Lingüística, hace referencia a la agrupación de campos semánticos que dotan de unidad y sentido a un relato.
El vino de Toro y sus bodegas conforman un "producto geográfico y cultural" que va dejando diferentes "huellas", como en la arquitectura, donde, por ejemplo, se aprecian las zarceras que se encuentran en las calles y que, al mismo tiempo, dejan vestigios de relaciones entre personas. Otras huellas se encuentran en la tecnología, como en los elementos tradicionales, por ejemplo, las prensas. Otras huellas quedan en las diferentes instituciones, en fotografías, en leyes, en ordenanzas... También en el lenguaje y en el relato que se va construyendo con las artes, como sucede con los carteles que se realizan para anunciar la Fiesta de la Vendimia o las numerosas referencias en la literatura y en la música sobre el vino de Toro. Incluso se observan esas huellas en el trato particular, en la indumentaria, en la gastronomía, o en la enseñanza que los mayores inculcan a los niños sobre cómo era la vida antiguamente. Al final, "todo esto hace un todo y eso conforma el relato".
Por otra parte, Panero resaltó que, si bien antes el vino era un producto de primera necesidad, ya que se trataba de un alimento, ahora se ha convertido en un elemento "de disfrute", de modo que se consume por placer, e "incluso a veces es un artículo de lujo". Pero como "moralmente se percibe que lo antiguo es mejor que lo moderno", sucede que "a veces se recupera lo antiguo, pero en ocasiones se distorsiona", como se puede advertir en la celebración del desfile de carros engalanados a la antigua usanza de la Fiesta de la Vendimia de Toro, donde se lucen trajes que no corresponden exactamente al lugar o a la ocasión, al igual que ocurre con algunos aperos agrícolas, y es que "se busca lo antiguo, pero idealizado". En opinión de Panero, esta celebración es "una performance bastante romántica de ese pasado", de forma que se realiza una selección "sesgada e interesada", y, de este modo, para la Fiesta "escogemos los elementos que nos interesan". Y esto es algo que funciona muy bien, dado que se trata de una Fiesta que "va a más cada año", especialmente porque es "muy participativa".
* Foto: María del Pilar Panero durante su conferencia, junto a Teo Alonso, representante de ProCulto (foto: Marisol Cámara)
La Casa de la Cultura de Toro ha acogido la primera de las dos conferencias que conforman el miniciclo "Vino y Cultura" organizado por la Asociación para la Promoción de la Cultura en Toro y su Comarca, ProCulto, durante la cual, la profesora de Literatura y Antropología en la Universidad de Valladolid, la zamorana María del Pilar Panero García, expuso a los asistentes el tema de "Las bodegas en el relato etnohistórico de Toro".
Panero comenzó su exposición con la afirmación de que la Denominación de Origen Vino de Toro es una "denominación histórica probada", y así, como ejemplo, citó la certeza de que se trata del primer vino que llegó a América, ya durante su descubrimiento. No obstante, señaló que también se observa cómo se añaden a su historia hechos que tan sólo suponen una leyenda, como la conocida sobre su uso en la construcción del Arco del Reloj. "El vino es la seña de identidad de Toro, es su mejor embajador, tanto dentro como fuera de sus fronteras", aseguró, pese a que podía haberlo sido cualquiera de los otros elementos importantes de la ciudad, como algunas edificaciones, momentos históricos, fiestas...
Recordó que en el año 2005, el Instituto de Patrimonio Histórico, entidad dependiente del Ministerio de Cultura, encargó un estudio sobre el estado en el que se encontraban las bodegas de Toro, especialmente las de titularidad pública, estudio en el que se instó a la "imperiosa necesidad de restaurar estas bodegas", lo que permitió que se llevase a cabo la restauración de las bodegas del Ayuntamiento, del palacio de los Condes de Requena, de la antigua sede de la Cámara Agraria y de la residencia Virgen del Canto, que, si bien no han recuperado su utlitidad original, sí aportan posibilidades, por ejemplo, como opción turística. En este inventario se catalogaron 180 bodegas, aunque se sabe que hay más, ya que tan sólo se listaron las que "están catalogadas por la empresa del registro del agua", que se encuentran dentro del primer recinto amurallado de la ciudad. Sin embargo, añadió que Toro "no es un caso único", dado que se encuentran bodegas subterráneas en otras localidades, como Aranda de Duero (Burgos), que cuenta con una red de 7 kilómetros de galerías excavadas bajo el casco histórico de la ciudad, o Astudillo (Palencia).
Como inicio de la explicación que iba a ofrecer, Panero quiso precisar el motivo por el que había titulado su conferencia con el término "etnohistórico", y aclaró que se debía a que en la permanencia de las bodegas que horadan el subsuelo de la ciudad de Toro convive una mezcla de factores socioeconómicos y de factores psicológicos y emotivos, y así se puede comprobar en el hecho de que los informantes con los que habló para realizar el estudio "han hecho un buceo en las historias de sus familias y en la historia local, y eso es un factor emotivo", lo que sirve para "conciliar los nuevos tiempos con el pasado", gracias al orgullo que sienten por ese pasado. Además, incidió en que todas estas historias constituyen una "narración estructurada y coherente" a través de las isotopías, término que, en Lingüística, hace referencia a la agrupación de campos semánticos que dotan de unidad y sentido a un relato.
El vino de Toro y sus bodegas conforman un "producto geográfico y cultural" que va dejando diferentes "huellas", como en la arquitectura, donde, por ejemplo, se aprecian las zarceras que se encuentran en las calles y que, al mismo tiempo, dejan vestigios de relaciones entre personas. Otras huellas se encuentran en la tecnología, como en los elementos tradicionales, por ejemplo, las prensas. Otras huellas quedan en las diferentes instituciones, en fotografías, en leyes, en ordenanzas... También en el lenguaje y en el relato que se va construyendo con las artes, como sucede con los carteles que se realizan para anunciar la Fiesta de la Vendimia o las numerosas referencias en la literatura y en la música sobre el vino de Toro. Incluso se observan esas huellas en el trato particular, en la indumentaria, en la gastronomía, o en la enseñanza que los mayores inculcan a los niños sobre cómo era la vida antiguamente. Al final, "todo esto hace un todo y eso conforma el relato".
Por otra parte, Panero resaltó que, si bien antes el vino era un producto de primera necesidad, ya que se trataba de un alimento, ahora se ha convertido en un elemento "de disfrute", de modo que se consume por placer, e "incluso a veces es un artículo de lujo". Pero como "moralmente se percibe que lo antiguo es mejor que lo moderno", sucede que "a veces se recupera lo antiguo, pero en ocasiones se distorsiona", como se puede advertir en la celebración del desfile de carros engalanados a la antigua usanza de la Fiesta de la Vendimia de Toro, donde se lucen trajes que no corresponden exactamente al lugar o a la ocasión, al igual que ocurre con algunos aperos agrícolas, y es que "se busca lo antiguo, pero idealizado". En opinión de Panero, esta celebración es "una performance bastante romántica de ese pasado", de forma que se realiza una selección "sesgada e interesada", y, de este modo, para la Fiesta "escogemos los elementos que nos interesan". Y esto es algo que funciona muy bien, dado que se trata de una Fiesta que "va a más cada año", especialmente porque es "muy participativa".
* Foto: María del Pilar Panero durante su conferencia, junto a Teo Alonso, representante de ProCulto (foto: Marisol Cámara)




















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