TAUROMAQUIA
Estreno de la película "Sobrenatural", película sobre el torero Andrés Vázquez
En Multicines Zamora, con buena acogida de aficionados, vecinos y amigos del maestro zamorano
La historia de un viejo torero que se enfrenta al último toro.
En la tarde de ayer, en los Multicines Zamora, tuvo lugar el estreno de Sobrenatural, película sobre el torero zamorano Andrés Vázquez, dirigida por Juan Figueroa y que tuvo una buena acogida por amigos, vecinos, admiradores y toreros del maestro terracampino.
Película rodada entre 2012 y 2014 en tierras de Salamanca y Zamora es, no un documental al uso, sino, como señaló en la presentación el propio director, un audiovisual por lo que tiene de sonido y de imagen.
Desde la primera escena, en la que el torero-actor Andrés Vázquez, dialoga sin palabras con la cabeza del toro Baratero de Victorino Martín y que sirvió de renovado impulso en su carrera, toda la cinta es una evocación, a veces surrealista, de quien se acerca al final de su vida, pero desde la tranquilidad de espíritu (“a mí no me gustaría morir gimiendo, no, me gustaría morir bravo”- dice Andrés).
Por ello, como S. Juan de la Cruz en su itinerario místico por La Noche oscura del alma, contrapone la luz blanca, intensa, con la oscuridad de la muerte que se acerca; el silencio- apenas hay diálogos- con la música callada del toreo en palabras de Bergamín o “la claridad viene del cielo” de nuestro C. Rodríguez, un referente en la persona del director, o la del coétaneo Francisco Brines quien recita un poema mientras el torero- actor Vázquez camina por la arena mediterránea (¿o el desierto?) en unos bellísimos planos llenos de una luz blanca y unos encuadres, mejor dicho, desencuadres, para representar que el hombre no es el centro de la historia, sino el sueño, lo vivido, lo subconsciente, como remarcó el director en el coloquio final. Es como D. Quijote, enjuto aunque bajito, que se funde con el Ulises de La Odisea. Los tres, los dos personajes de ficción y el verdadero, Andrés, desgranan sus peripecias vitales, con alegrías y pesares, con momentos de gloria o triunfo y momentos de sufrimiento, soledad y dolor.
La escena final, que sirve como flashback de la historia, nos lleva a la Plaza de Toros de Zamora, el día en que Andrés Vázquez cumple ochenta años y revive su último sueño-realidad, enfrentarse a un novillo de Victorino Martín.
Quiero destacar la excelente construcción de la película, la fotografía y el sonido, impactante la mayoría de las ocasiones, pero sobre todo, la actuación del hombre Andrés Vázquez que trasciende al torero y al actor.
No es extraño que la cinta haya sido galardonada en el Festival de Sidney, entre otros.
En la tarde de ayer, en los Multicines Zamora, tuvo lugar el estreno de Sobrenatural, película sobre el torero zamorano Andrés Vázquez, dirigida por Juan Figueroa y que tuvo una buena acogida por amigos, vecinos, admiradores y toreros del maestro terracampino.
Película rodada entre 2012 y 2014 en tierras de Salamanca y Zamora es, no un documental al uso, sino, como señaló en la presentación el propio director, un audiovisual por lo que tiene de sonido y de imagen.
Desde la primera escena, en la que el torero-actor Andrés Vázquez, dialoga sin palabras con la cabeza del toro Baratero de Victorino Martín y que sirvió de renovado impulso en su carrera, toda la cinta es una evocación, a veces surrealista, de quien se acerca al final de su vida, pero desde la tranquilidad de espíritu (“a mí no me gustaría morir gimiendo, no, me gustaría morir bravo”- dice Andrés).
Por ello, como S. Juan de la Cruz en su itinerario místico por La Noche oscura del alma, contrapone la luz blanca, intensa, con la oscuridad de la muerte que se acerca; el silencio- apenas hay diálogos- con la música callada del toreo en palabras de Bergamín o “la claridad viene del cielo” de nuestro C. Rodríguez, un referente en la persona del director, o la del coétaneo Francisco Brines quien recita un poema mientras el torero- actor Vázquez camina por la arena mediterránea (¿o el desierto?) en unos bellísimos planos llenos de una luz blanca y unos encuadres, mejor dicho, desencuadres, para representar que el hombre no es el centro de la historia, sino el sueño, lo vivido, lo subconsciente, como remarcó el director en el coloquio final. Es como D. Quijote, enjuto aunque bajito, que se funde con el Ulises de La Odisea. Los tres, los dos personajes de ficción y el verdadero, Andrés, desgranan sus peripecias vitales, con alegrías y pesares, con momentos de gloria o triunfo y momentos de sufrimiento, soledad y dolor.
La escena final, que sirve como flashback de la historia, nos lleva a la Plaza de Toros de Zamora, el día en que Andrés Vázquez cumple ochenta años y revive su último sueño-realidad, enfrentarse a un novillo de Victorino Martín.
Quiero destacar la excelente construcción de la película, la fotografía y el sonido, impactante la mayoría de las ocasiones, pero sobre todo, la actuación del hombre Andrés Vázquez que trasciende al torero y al actor.
No es extraño que la cinta haya sido galardonada en el Festival de Sidney, entre otros.




















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