OPINIÓN
Tenemos que hablar de la Navidad en familia y de otras cosas
Cuando tu pareja te dice algo semejante, tiembla la tierra bajo sus pies. Una frase tan simple como esa esconde ya una historia pergeñada hasta el último recodo, para que nada falle, para que nada haga sospechar que está todo preparado al milímetro para dejarte solo en el coche a la aventura, Más solo que el barco del arroz. De camino a casa de los suegros…
“Tenemos que hablar”, máxime cuando se acercan las fechas navideñas, esas llenas de amor de cartón piedra, sonrisas de plasticuero barato de los chinos en las que los familiares te despellejan como al pavo que están trinchando encima de la mesa y tú, acobechado, sorbes de tu copa con un “glup”, que se oye en todo el salón, aunque los demás ya van “calentitos”, por eso se sueltan joder, que parece que estuvieran esperando para verte, darte el beso de Judas y , ya en la cena, con el cava y los vinos, destrozarte de pies a cabeza sin venir a cuento. Si hablas de la educación de tus hijos, siempre hay alguno más sobresaliente, siempre!!! Aunque les digas que la tuya ha luchado desde que nació con un trastorno y saca casi las mismas notas. Se la suda a todos. Sigo con el flashback.
Él, el susodicho, la pareja, me mira como temiendo algo inexorable en peso y en medida cuantificables. Le digo que se siente, que se ponga cómodo, pero eso no es posible, ya ha entrado en estado de shock. Aún así, se sienta, en el quicio del sofá, no más adentro, no más cómodo, con los ojos abiertos como platos y unas manos que es como si pidieran pan para comer… Y me apena, pero me da pena más pensar por lo que habré de pasar cada año en estas malditas fechas, eso sí es para llorar, pero nunca lloro. Porque o no aparezco, cuando lo hago soy la persona más amable, afable e hipócrita del mundo. Me enseñaron ellos. Gracias. Chapeau.
Una vez preparada la escena, le digo que creo que lo nuestro ya no tiene presente, es más, ya no tiene futuro. Es entonces cuando se derrumba y pasa del quicio al centro de ese sofá tantas veces compartido por cine, palomitas, amor, sexo…Entre ambos. Me duele el alma, pero intento no mirarle a la cara cuando le digo que ya no le quiero y que querer no es obligar a que te hagan sufrir cada puta Navidad o Semana Santa, o vacaciones de verano. Que no podemos seguir juntos sólo porque fuimos amigos y nos tenemos cariño. Que eso no basta para sustentar una pareja. Se echa a llorar y a maldecir su destino y yo me quedo callada en un rincón, sintiéndome la peor persona del universo, pero la única con arrestos para decir lo que realmente siente a la persona implicada. Otra cosa no, pero sincera soy un rato, si eso es ser mala es que la cosa no anda muy clara por ahí. Pero nada clara y se debe de aclarar de manera pública y notoria. Ser sincero no es malo, es lo que debe de ser todo el mundo, sin hacer daño ni pisar a nadie. Que ya estoy más que harta joder de tanto cinismo.
Después, llega la calma. Nos abrazamos y me pide una nueva oportunidad para demostrarme que me adora, que no es nada sin mí y que yo no encontraré a nadie que me quiera como él me quiere. Repliego velas. Le doy otra oportunidad, que será otra pérdida de tiempo, lo sé. Pero tendremos que volver a hablar más tarde o más temprano y ya no volveré a su vera. Aprendí que se puede vivir sin amor, o con otro tipo de afectos. Que no es necesario ser amado para amar. Que la vida es corta para desperdiciarla con quien te considera un mueble más de la casa. Por eso, cariño, porque me quiero, tenemos que hablar. AH!, y estas navidades me quedo en casa en pijama aunque arda Troya. Dicho queda. Pues no ponen mierdas ni nada para pasar el rato en todos los canales. Tengo amigos, amigas. Saldré si es menester y, si no lo es, me quedaré con mi pijama de renos viendo una película olvidable o alguno de mis clásicos en soledad, es esa bendita soledad que tanto ansío hacer mía. COMO DIOS: sola, sin que nadie me diga absolutamente nada, con el único ruido de la tele y las palomitas que estaré devorando con un botellín de cava. A la mierda la navidad, corrompida por las familias año tras año, no por todas, claro está, hablo de mi caso. Si yo tuviera una casa con árbol, renos, niños, vino, cava, viandas de estas fechas hechas con amor, besos de miel y buenas caras, amables y sinceras, iba sin pensarlo, de veras, lo pensaría seriamente. Pero no es el caso. Sigo con mis palomitas. Feliz lo que sea. Y a los que contáis con la inmensa suerte de tener lo que a mí me falta, olé! Mantenedlo, hacedlo grande y cultivad esas relaciones desde el más absoluto RESPETO al otro, nunca os metáis en la vida del otro ni en cómo la lleva, eso es sagrado y cuestión de cada cual, aunque se equivoque y todos lo veamos. ERROR de fatales consecuencias, y, por supuesto y más importante, NUNCA os dejéis manipular, menospreciar y ningunear por nadie que no esté a vuestra altura intelectual, y si está por debajo, menos. Y ya. Fin.
Fuera la mediocridad. Es mi deseo único para el 2020, bueno y que el azar me premie, que ya le va tocando acercarse por mi casa. Aunque a este paso, de Zamora no se acuerda ni la madre que la parió. Ojalá me equivoque y os tenga que invitar. Si hay alguien arriba, que lo dudo, que se ponga a trabajar, pero como no hay nada, tendremos que hacerlo nosotros. Disfrutad, sea como quiera que sea, pero disfrutad, como lo hacéis cuando sois felices el resto del año. Ahora sí. Fin.
Cuando tu pareja te dice algo semejante, tiembla la tierra bajo sus pies. Una frase tan simple como esa esconde ya una historia pergeñada hasta el último recodo, para que nada falle, para que nada haga sospechar que está todo preparado al milímetro para dejarte solo en el coche a la aventura, Más solo que el barco del arroz. De camino a casa de los suegros…
“Tenemos que hablar”, máxime cuando se acercan las fechas navideñas, esas llenas de amor de cartón piedra, sonrisas de plasticuero barato de los chinos en las que los familiares te despellejan como al pavo que están trinchando encima de la mesa y tú, acobechado, sorbes de tu copa con un “glup”, que se oye en todo el salón, aunque los demás ya van “calentitos”, por eso se sueltan joder, que parece que estuvieran esperando para verte, darte el beso de Judas y , ya en la cena, con el cava y los vinos, destrozarte de pies a cabeza sin venir a cuento. Si hablas de la educación de tus hijos, siempre hay alguno más sobresaliente, siempre!!! Aunque les digas que la tuya ha luchado desde que nació con un trastorno y saca casi las mismas notas. Se la suda a todos. Sigo con el flashback.
Él, el susodicho, la pareja, me mira como temiendo algo inexorable en peso y en medida cuantificables. Le digo que se siente, que se ponga cómodo, pero eso no es posible, ya ha entrado en estado de shock. Aún así, se sienta, en el quicio del sofá, no más adentro, no más cómodo, con los ojos abiertos como platos y unas manos que es como si pidieran pan para comer… Y me apena, pero me da pena más pensar por lo que habré de pasar cada año en estas malditas fechas, eso sí es para llorar, pero nunca lloro. Porque o no aparezco, cuando lo hago soy la persona más amable, afable e hipócrita del mundo. Me enseñaron ellos. Gracias. Chapeau.
Una vez preparada la escena, le digo que creo que lo nuestro ya no tiene presente, es más, ya no tiene futuro. Es entonces cuando se derrumba y pasa del quicio al centro de ese sofá tantas veces compartido por cine, palomitas, amor, sexo…Entre ambos. Me duele el alma, pero intento no mirarle a la cara cuando le digo que ya no le quiero y que querer no es obligar a que te hagan sufrir cada puta Navidad o Semana Santa, o vacaciones de verano. Que no podemos seguir juntos sólo porque fuimos amigos y nos tenemos cariño. Que eso no basta para sustentar una pareja. Se echa a llorar y a maldecir su destino y yo me quedo callada en un rincón, sintiéndome la peor persona del universo, pero la única con arrestos para decir lo que realmente siente a la persona implicada. Otra cosa no, pero sincera soy un rato, si eso es ser mala es que la cosa no anda muy clara por ahí. Pero nada clara y se debe de aclarar de manera pública y notoria. Ser sincero no es malo, es lo que debe de ser todo el mundo, sin hacer daño ni pisar a nadie. Que ya estoy más que harta joder de tanto cinismo.
Después, llega la calma. Nos abrazamos y me pide una nueva oportunidad para demostrarme que me adora, que no es nada sin mí y que yo no encontraré a nadie que me quiera como él me quiere. Repliego velas. Le doy otra oportunidad, que será otra pérdida de tiempo, lo sé. Pero tendremos que volver a hablar más tarde o más temprano y ya no volveré a su vera. Aprendí que se puede vivir sin amor, o con otro tipo de afectos. Que no es necesario ser amado para amar. Que la vida es corta para desperdiciarla con quien te considera un mueble más de la casa. Por eso, cariño, porque me quiero, tenemos que hablar. AH!, y estas navidades me quedo en casa en pijama aunque arda Troya. Dicho queda. Pues no ponen mierdas ni nada para pasar el rato en todos los canales. Tengo amigos, amigas. Saldré si es menester y, si no lo es, me quedaré con mi pijama de renos viendo una película olvidable o alguno de mis clásicos en soledad, es esa bendita soledad que tanto ansío hacer mía. COMO DIOS: sola, sin que nadie me diga absolutamente nada, con el único ruido de la tele y las palomitas que estaré devorando con un botellín de cava. A la mierda la navidad, corrompida por las familias año tras año, no por todas, claro está, hablo de mi caso. Si yo tuviera una casa con árbol, renos, niños, vino, cava, viandas de estas fechas hechas con amor, besos de miel y buenas caras, amables y sinceras, iba sin pensarlo, de veras, lo pensaría seriamente. Pero no es el caso. Sigo con mis palomitas. Feliz lo que sea. Y a los que contáis con la inmensa suerte de tener lo que a mí me falta, olé! Mantenedlo, hacedlo grande y cultivad esas relaciones desde el más absoluto RESPETO al otro, nunca os metáis en la vida del otro ni en cómo la lleva, eso es sagrado y cuestión de cada cual, aunque se equivoque y todos lo veamos. ERROR de fatales consecuencias, y, por supuesto y más importante, NUNCA os dejéis manipular, menospreciar y ningunear por nadie que no esté a vuestra altura intelectual, y si está por debajo, menos. Y ya. Fin.
Fuera la mediocridad. Es mi deseo único para el 2020, bueno y que el azar me premie, que ya le va tocando acercarse por mi casa. Aunque a este paso, de Zamora no se acuerda ni la madre que la parió. Ojalá me equivoque y os tenga que invitar. Si hay alguien arriba, que lo dudo, que se ponga a trabajar, pero como no hay nada, tendremos que hacerlo nosotros. Disfrutad, sea como quiera que sea, pero disfrutad, como lo hacéis cuando sois felices el resto del año. Ahora sí. Fin.
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