RES PÚBLICA
Preguntas a los militantes y votantes del PSOE
Un socialista, como hombre, en esencia, de izquierdas, se intuye que se defina como jacobino, como cualquier republicano no marxista, no comunista, no anarquista. Un socialista nunca consideraría la independencia de un trozo de su nación. Las siglas del PSOE, en un tiempo, en origen, marxista, y comunista con Largo Caballero desde que dejó caer el gobierno republicano burgués en 1933, no el que formó parte de la dictadura de Primo de Rivera, concluyen con la E, mayúscula, lógico, de España.
El sanchismo, como antes el zapaterismo, arrojará al histórico PSOE al abismo de la política. Si Pedro Sánchez gobernó España se debió a la cobardía de Mariano Rajoy, gran felón de eso que es el PP, ni derecha, ni centro, ni liberal, ni gaitas, solo una plataforma para vivir de la res pública como Dios, si Dios existiese. Si el registrador de la Propiedad hubiera convocado elecciones, el PSOE, el auténtico, habría acabado con el sanchismo, porque el descalabro electoral se anunciaba extraordinario. El político gallego, que ahora hace gracias por las televisiones del poder, prefirió dejar el gobierno al presidente bonito, antes que Ciudadanos y Rivera le superasen en las urnas. Eligió su ego antes que a España. Colocó a nuestra débil democracia en manos de sus enemigos seculares: el partido de la ETA, el PNV, racismo puro; ERC, fascismo catalán, como tal socialista patriota, y la burguesía ansiosa del Principado, de los herederos del más corrupto entre los honorables, el tal Jordi Pujol, protagonista de una serie de películas norteamericanas de gran éxito en el orbe mundial.
¿Qué estás dispuestos a “tragarse” los militantes del PSOE y sus votantes de cesiones de los sanchistas a ERC pàra que su Pedro sea investido como presidente de lo que será Expaña? ¿Tolerarían un referéndum ceñido, circunscrito, a Cataluña, mientras el resto de los españoles nos cruzamos de brazos? ¿Y si esa consulta a los catalanes, los grandes privilegiados de la Restauración canovista, de la dictablanda de Primo, del fraquismo y de la democracia, muestra que en aquel territorio triunfa la secesión, las instituciones del Estado lo consentirán? Porque, al día siguiente, otras autonomías exigirían consultas para saber si también los respectivos pueblos optaban por la independencia. Lógico. El cantonalismo de la I República, 1873, regresará en 2020.
Otra cuestión para concluir: ¿Admitirían los afiliados del PSOE y sus votantes que Junqueras y los golpistas saliesen de prisión, como si no hubieran hecho nada, como si un golpe de Estado consistiese en una nadería política? Si se quedan callados barones y varones socialistas que se tienen por españoles, esta nación tendrá lo que se merece: ruina económica, amoralidad y posible conflicto bélico. Y, por supuesto, quiebra absoluta de un partido que nunca más debería llevara la E de España en sus siglas. La felonía se paga. La cobardía, también.
Un socialista, como hombre, en esencia, de izquierdas, se intuye que se defina como jacobino, como cualquier republicano no marxista, no comunista, no anarquista. Un socialista nunca consideraría la independencia de un trozo de su nación. Las siglas del PSOE, en un tiempo, en origen, marxista, y comunista con Largo Caballero desde que dejó caer el gobierno republicano burgués en 1933, no el que formó parte de la dictadura de Primo de Rivera, concluyen con la E, mayúscula, lógico, de España.
El sanchismo, como antes el zapaterismo, arrojará al histórico PSOE al abismo de la política. Si Pedro Sánchez gobernó España se debió a la cobardía de Mariano Rajoy, gran felón de eso que es el PP, ni derecha, ni centro, ni liberal, ni gaitas, solo una plataforma para vivir de la res pública como Dios, si Dios existiese. Si el registrador de la Propiedad hubiera convocado elecciones, el PSOE, el auténtico, habría acabado con el sanchismo, porque el descalabro electoral se anunciaba extraordinario. El político gallego, que ahora hace gracias por las televisiones del poder, prefirió dejar el gobierno al presidente bonito, antes que Ciudadanos y Rivera le superasen en las urnas. Eligió su ego antes que a España. Colocó a nuestra débil democracia en manos de sus enemigos seculares: el partido de la ETA, el PNV, racismo puro; ERC, fascismo catalán, como tal socialista patriota, y la burguesía ansiosa del Principado, de los herederos del más corrupto entre los honorables, el tal Jordi Pujol, protagonista de una serie de películas norteamericanas de gran éxito en el orbe mundial.
¿Qué estás dispuestos a “tragarse” los militantes del PSOE y sus votantes de cesiones de los sanchistas a ERC pàra que su Pedro sea investido como presidente de lo que será Expaña? ¿Tolerarían un referéndum ceñido, circunscrito, a Cataluña, mientras el resto de los españoles nos cruzamos de brazos? ¿Y si esa consulta a los catalanes, los grandes privilegiados de la Restauración canovista, de la dictablanda de Primo, del fraquismo y de la democracia, muestra que en aquel territorio triunfa la secesión, las instituciones del Estado lo consentirán? Porque, al día siguiente, otras autonomías exigirían consultas para saber si también los respectivos pueblos optaban por la independencia. Lógico. El cantonalismo de la I República, 1873, regresará en 2020.
Otra cuestión para concluir: ¿Admitirían los afiliados del PSOE y sus votantes que Junqueras y los golpistas saliesen de prisión, como si no hubieran hecho nada, como si un golpe de Estado consistiese en una nadería política? Si se quedan callados barones y varones socialistas que se tienen por españoles, esta nación tendrá lo que se merece: ruina económica, amoralidad y posible conflicto bélico. Y, por supuesto, quiebra absoluta de un partido que nunca más debería llevara la E de España en sus siglas. La felonía se paga. La cobardía, también.

















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