Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Mª Soledad Martín
Lunes, 23 de Diciembre de 2019
ZAMORANA

Gobierno sin excusas

[Img #32993]Vanidad sin excusas, hambre de poder, ansia de palestra; así venimos sufriendo un penoso calvario de demasiados meses a cuenta de la conformación de un gobierno que dirija y controle las necesidades que tiene este país llamado España.

 

Hemos asistido a un espectáculo lamentable que nunca debió darse –no al menos de manera tan explícita- con líderes dispuestos a todo para llegar al poder y repartirse el poder con sus amigos de festín. No importa que Europa y el mundo nos mire como un país a la deriva, que nos reprendan desde la Comunidad Europea, que estemos en boca de medio mundo a cuenta de que nuestros políticos ni saben ni quieren ponerse de acuerdo para defender los intereses de los españoles; gobernantes que se han convertido en unos inconscientes a quienes no parece importar el futuro de muchas familias que continúan sin trabajo, de jóvenes que se siguen marchando fuera a países que saben valorar su preparación académica, a empresas que no se miman y son las que tienen el capital para crear empleo, a pueblos y ciudades que se vacían perdiéndose un legado irrecuperable para las siguientes generaciones, a industrias que no prosperan debido a la inestabilidad política, a una economía sumergida que crece sin generar riqueza para el Estado y, sobre todo, no parece importarles los sentimientos de gran desilusión y desconfianza de los españoles.

 

España fue un país que vivió durante mucho tiempo de la agricultura y la ganadería, pero ahora ya no resultan rentables debido a las exigencias de Europa; la siderurgia tuvo su cúspide pero ya no existe industria suficiente para generar empleo y seguimos pensando que el sol y los turistas llenarán las arcas como último recurso de supervivencia, aunque tampoco ésta es una solución en un mundo globalizado que ofrece destinos turísticos a otros países a precios más bajos y más competitivos.

 

La situación es tan grave que abruma, y solo parece preocupar un tema que todos los líderes acaudillan como propio: formar gobierno, a costa de quien sea y cueste lo que cueste. No importan los principios ni los valores y la Constitución, que todos consideran anticuada, se interpreta a la carta dependiendo de los intereses de cada cual. Se sigue dividiendo España, partiéndola por la mitad, vuelve a hablarse de la derecha despectivamente y de quienes enarbolan la idea de un progresismo falaz, como si fueran señas de identidad intocables con tendencias inequívocas.

 

Luego surgen las paradojas cuando aquellos que tanto zahirieron,  difamaron y denostaron la forma de vida de las personas acomodadas que instintivamente catalogaban de derechas en cuanto han podido han hecho lo posible para vivir con la misma bonanza. ¿Que los valores se dejan atrás? No importa, ya sabemos que la memoria es errática, voluble y, en ocasiones como la justicia: ciega. 

 

Urge pactar a toda costa, aunque se pida lo imposible y hasta las viejas exigencias más vejatorias e impensables se consideran ahora adecuadas para dialogar en nombre de todos. A mí no me representan, muchos españoles no quieren que el candidato que forme gobierno geste alianzas que van a costarnos un daño económico, político y moral irreversible y, pese a que siempre he creído en la bonhomía de los gobernantes y he confiado en que no todo sea corrupción y corruptelas, que haya personas dispuestas a creer y trabajar por la res publica, confieso que ahora me convertido en una persona escéptica, descreída y rayana en la indiferencia por este sector que debía estar al servicio del pueblo, atentos a sus necesidades y trabajando para el bien común y no con afán de enriquecerse, o mantenerse en el poder como únicas prioridades.

 

Tenemos la suerte de vivir en un gran país, idea que acreciento tras mi regreso de cada viaje, pero hay que avanzar, mirar al frente sin los viejos prejuicios y las divisiones que hoy en día carecen de sentido y que huelen a rancias: rojos y azules, derechas e izquierdas, fachas y progres… eso ya pasó a la historia, lo sufrimos y ahora solo cabe olvidar los antiguos resquemores y mirar al futuro con ansia de mejorar, de innovar, de modificar las estructuras obsoletas y dejar de ceñirnos a un pasado nocivo que marcó a varias generaciones y en el que no podemos estancarnos; por eso me indigno cuando el partido opuesto habla de la derecha porque no indica una fuerza política sino que enlaza el término con el sentido peyorativo que se le adjudicó antaño suscribiendo ese arcaísmo. Ya decía el afamado Benedetti: “De dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo: de la derecha cuando es diestra y de la izquierda cuando es siniestra”, e incluso, yendo más allá viene muy a cuento en esta deriva cataclísmica a la que hemos llegado lo que decía Ortega y Gasset: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral “

 

Solo queda esperar de esos progresistas que, de verdad, nos lleven al progreso y no a la decadencia, que persigan a quien se enriquece de manera fraudulenta, que generen empleo y que su incentivo prioritario sea, por encima de todo, el bien de los españoles porque a estas alturas de desgobierno, nos lo deben.

 

 

Mª Soledad Martín Turiño

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