COSAS MÍAS
Sin inversiones del Estado, no habrá Zamora
Las vacaciones de Navidad y verano, porque la Semana Santa es otra cuestión que resiste este análisis, nos colocan ante la Zamora de la ucronía, la Zamora que pudo ser y no fue y, si no se concitan decisiones políticas y empresariales, la Zamora que nunca será.
Durante estos días navideños y meses de julio y agosto, las principales calles de nuestra ciudad se parecen a las de otras y muestran un mayor nivel de vida económico, cultural y social. En las vacaciones, regresan a su patria chica los zamoranos que se fueron, ha tiempo, a trabajar allende nuestras fronteras provinciales, allí donde las políticas de los gobiernos, de los "hunos" y de los otros, decidieron invertir. Aquí carecimos de políticos importantes o los que tuvimos, casos de Martínez-Maíllo, se olvidaron de su lar, porque solo se preocuparon de lo personal.
Con perdón de los progres burgueses, jetas redomados, hijos, en muchos casos, de franquistas, gente que vive de puta madre, solo Zamora recibió inversiones del Estado durante la Dictadura, merced al cariño que mostró siempre por su tierra Carlos Pinilla, a quien le quitaron una calle por aquello de la memoria histórica, que ni es memoria ni es historia, cuando fue un Ayuntamiento gobernado por el PSOE quien decidió dedicarle una avenida a la mano derecha de Girón de Velasco, el ministro más socializante del régimen anterior.
Después de Pinilla, el olvido, aunque se jacten aquellos y estos de las inversiones en el AVE, falacia absoluta, porque se trataría, en todo caso, de proyectos nacionales que pasaban por aquí, a no ser que desviasen la línea férrea para evitar Zamora y parte de su provincia. Aquí, el Estado, desde que Felipe González tomó el poder, solo desinvirtió. Ya lo he contado con reiteración. Por lo tanto, existe una deuda con esta tierra que el PSOE del sanchismo contrajo con Zamora, provincia humilde, aletargada y pusilánime, pero nunca pobre, como se nos ha querido convencer.
De ahí, que sea optimista con la instalación en Monte La Reina de batallones del Ejército español, que podrían cambiar la fisonomía económica y demográfica de Zamora, y también que los terrenos de Adif, en la Estación del Ferrocarril, se dediquen a la instalación de empresas punteras, porque ese espacio reúne todas las condiciones que resultan apetecibles para desarrollar un proyecto empresarial en la capital de la provincia.
Y, como decía en ese primer párrafo, nos encontramos con la Zamora que pudo haber sido y no fue ahora, en Navidad; la ciudad y la provincia que fue, que casi no es y no será, porque los políticos, los nuestros y los otros, se olvidaron de que en esta tierra vive gente, que paga sus impuestos, que percibe las pensiones más bajas del país y que es la más envejecida. En un par de décadas, los más jóvenes tendrán 70 años. Ya no habrá necesidad de esa prensa dócil, cobista, que practica la mendicidad con las instituciones públicas, o el chantaje en su caso: “Si no me pones publicidad, no sales en la fotografía”. Zamora camina, inexorablemente, hacia la provincia residencia, la tierra de la ancianidad, el último peldaño para subir hacia el cielo de los cristianos o la nada de los ateos. Hay 10.500 km2 de territorio para seguir invirtiendo en hoteles para los jubilados. Insisto, no obstante, solo existe una posibilidad de evitar la muerte de esta provincia: la inversión del Estado. Si no es así, la historia nos recibirá en su seno. La ciudad pretérito, preparada para su defunción.
Fotografías: Esteban Pedrosa
Las vacaciones de Navidad y verano, porque la Semana Santa es otra cuestión que resiste este análisis, nos colocan ante la Zamora de la ucronía, la Zamora que pudo ser y no fue y, si no se concitan decisiones políticas y empresariales, la Zamora que nunca será.
Durante estos días navideños y meses de julio y agosto, las principales calles de nuestra ciudad se parecen a las de otras y muestran un mayor nivel de vida económico, cultural y social. En las vacaciones, regresan a su patria chica los zamoranos que se fueron, ha tiempo, a trabajar allende nuestras fronteras provinciales, allí donde las políticas de los gobiernos, de los "hunos" y de los otros, decidieron invertir. Aquí carecimos de políticos importantes o los que tuvimos, casos de Martínez-Maíllo, se olvidaron de su lar, porque solo se preocuparon de lo personal.
Con perdón de los progres burgueses, jetas redomados, hijos, en muchos casos, de franquistas, gente que vive de puta madre, solo Zamora recibió inversiones del Estado durante la Dictadura, merced al cariño que mostró siempre por su tierra Carlos Pinilla, a quien le quitaron una calle por aquello de la memoria histórica, que ni es memoria ni es historia, cuando fue un Ayuntamiento gobernado por el PSOE quien decidió dedicarle una avenida a la mano derecha de Girón de Velasco, el ministro más socializante del régimen anterior.
Después de Pinilla, el olvido, aunque se jacten aquellos y estos de las inversiones en el AVE, falacia absoluta, porque se trataría, en todo caso, de proyectos nacionales que pasaban por aquí, a no ser que desviasen la línea férrea para evitar Zamora y parte de su provincia. Aquí, el Estado, desde que Felipe González tomó el poder, solo desinvirtió. Ya lo he contado con reiteración. Por lo tanto, existe una deuda con esta tierra que el PSOE del sanchismo contrajo con Zamora, provincia humilde, aletargada y pusilánime, pero nunca pobre, como se nos ha querido convencer.
De ahí, que sea optimista con la instalación en Monte La Reina de batallones del Ejército español, que podrían cambiar la fisonomía económica y demográfica de Zamora, y también que los terrenos de Adif, en la Estación del Ferrocarril, se dediquen a la instalación de empresas punteras, porque ese espacio reúne todas las condiciones que resultan apetecibles para desarrollar un proyecto empresarial en la capital de la provincia.
Y, como decía en ese primer párrafo, nos encontramos con la Zamora que pudo haber sido y no fue ahora, en Navidad; la ciudad y la provincia que fue, que casi no es y no será, porque los políticos, los nuestros y los otros, se olvidaron de que en esta tierra vive gente, que paga sus impuestos, que percibe las pensiones más bajas del país y que es la más envejecida. En un par de décadas, los más jóvenes tendrán 70 años. Ya no habrá necesidad de esa prensa dócil, cobista, que practica la mendicidad con las instituciones públicas, o el chantaje en su caso: “Si no me pones publicidad, no sales en la fotografía”. Zamora camina, inexorablemente, hacia la provincia residencia, la tierra de la ancianidad, el último peldaño para subir hacia el cielo de los cristianos o la nada de los ateos. Hay 10.500 km2 de territorio para seguir invirtiendo en hoteles para los jubilados. Insisto, no obstante, solo existe una posibilidad de evitar la muerte de esta provincia: la inversión del Estado. Si no es así, la historia nos recibirá en su seno. La ciudad pretérito, preparada para su defunción.
Fotografías: Esteban Pedrosa



















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