DENUNCIAS
Decadente Nochevieja
Cada año menos participantes
![[Img #33334]](http://eldiadezamora.es/upload/images/01_2020/5815_noche.jpg)
Son los que eran, faltando los que han cumplido por ley de vida, los que la salud les inoportuna, precisamente, en ese día y los que, obligados por otras cuestiones, no pueden estar donde quisieran.
Para compensar ausencias, algunas justificadas, siempre alguien se incorpora saliendo en su primera Nochevieja, cuando la edad y sus responsables se lo permiten. El número de participantes que se apunta a celebrar la llegada de un nuevo año, sigue descendiendo con respecto a anteriores ediciones. Y no será por falta de ganas, habrá otro motivos, porque ese día de inhibición general, hasta los que han cumplido cierta edad suelen animarse.
Pero no, ya no hay, lo que otros años. Quedan para el recuerdo aquellos cotillones donde había que reservar, dando una señal, muchos días antes, para no tener que buscar otro sitio a última hora por completarse el aforo del local escogido. No, no hay esos agobios de antes, con afluencias masivas, donde, entre empujones, había que pedirle gritando al camarero, una y otra vez una copa, que se resistía a llegar, ante la incapacidad de atender al momento tanta demanda.
Han cambiado los tiempos. Falta el ambiente festivo de otras ocasiones; de los zamoranos, con su particular atuendo navideño, compuesto de gorrito con borla, espumillón al cuello y matasuegras, que lo demás poco importa. Las calles principales, vacías, porque no había quien las llenara, desplazándose de un sitio a otro. Establecimientos incompletos, incluso algunos teniendo que animar a los que pasaban por la calle para que entraran, mediante la entrega de un diminuto papel y la repetitiva frase apenas entendible, de copas a tanto y por veintiséis, o algo así te tomas seis.
Y, como todo va relacionado, a menos participantes, corresponden menos incidencias. No hubo, destacables al menos, ni gamberradas gordas, ni vandalismo que nos cueste un dinero reparar, ni daños graves en los bienes privados de los sufridos ciudadanos. Hubo, lo mismo que ocurre cada fin de semana entre los bebedores, las clásicas vomitonas y las clásicos orines en coches, en las puertas, en las fachadas, alguna monumental, y, ¡como no!, en los contenedores, de donde rezumaban regatos de pestilencias humanas. Después hay quien se queja de que los perros hacen sus necesidades en sus fachadas. Callan, cuando son sus hijos, primos, ahijados o hermanos, vecinos, amigos o ellos mismos, siendo humanos los que llenan de excrementos las propiedades de los demás.
Manuel Herrero Alonso: texto y fotografías
Son los que eran, faltando los que han cumplido por ley de vida, los que la salud les inoportuna, precisamente, en ese día y los que, obligados por otras cuestiones, no pueden estar donde quisieran.
Para compensar ausencias, algunas justificadas, siempre alguien se incorpora saliendo en su primera Nochevieja, cuando la edad y sus responsables se lo permiten. El número de participantes que se apunta a celebrar la llegada de un nuevo año, sigue descendiendo con respecto a anteriores ediciones. Y no será por falta de ganas, habrá otro motivos, porque ese día de inhibición general, hasta los que han cumplido cierta edad suelen animarse.
Pero no, ya no hay, lo que otros años. Quedan para el recuerdo aquellos cotillones donde había que reservar, dando una señal, muchos días antes, para no tener que buscar otro sitio a última hora por completarse el aforo del local escogido. No, no hay esos agobios de antes, con afluencias masivas, donde, entre empujones, había que pedirle gritando al camarero, una y otra vez una copa, que se resistía a llegar, ante la incapacidad de atender al momento tanta demanda.
Han cambiado los tiempos. Falta el ambiente festivo de otras ocasiones; de los zamoranos, con su particular atuendo navideño, compuesto de gorrito con borla, espumillón al cuello y matasuegras, que lo demás poco importa. Las calles principales, vacías, porque no había quien las llenara, desplazándose de un sitio a otro. Establecimientos incompletos, incluso algunos teniendo que animar a los que pasaban por la calle para que entraran, mediante la entrega de un diminuto papel y la repetitiva frase apenas entendible, de copas a tanto y por veintiséis, o algo así te tomas seis.
Y, como todo va relacionado, a menos participantes, corresponden menos incidencias. No hubo, destacables al menos, ni gamberradas gordas, ni vandalismo que nos cueste un dinero reparar, ni daños graves en los bienes privados de los sufridos ciudadanos. Hubo, lo mismo que ocurre cada fin de semana entre los bebedores, las clásicas vomitonas y las clásicos orines en coches, en las puertas, en las fachadas, alguna monumental, y, ¡como no!, en los contenedores, de donde rezumaban regatos de pestilencias humanas. Después hay quien se queja de que los perros hacen sus necesidades en sus fachadas. Callan, cuando son sus hijos, primos, ahijados o hermanos, vecinos, amigos o ellos mismos, siendo humanos los que llenan de excrementos las propiedades de los demás.
Manuel Herrero Alonso: texto y fotografías
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