ME QUEDA LA PALABRA
Una Zamora muerta, la ciudad, y una Zamora viva, la rural
Análisis de la manifestación del 30 de enero de 2020
![[Img #34619]](http://eldiadezamora.es/upload/images/01_2020/1902_agricultura.jpg)
Zamora, ciudad-pretérito, se ha muerto. La Zamora, la agraria, la ganadera, la rural, enjuta, fibrosa, envejecida, se halla viva. Conclusión de la “movida” del sector primario, celebrada un día, ya inolvidable, como el 30 de enero de 2020. La tierra que aún tiene sangre, la que se ara y derrama glóbulos rojos; la que muestra guijarros como corazones debajo de la epidermis de sus tierras ocres, mantiene con vida a nuestra provincia.
Los tractores, cientos, que lloraron lágrimas de gasoil; se sintieron vivos, quisieron abrir surcos en las calzadas de la ciudad pusilánime, la urbe sin pulso; la Zamora, ciudad pueblo. El ruido de los tractores no despertó a los zamoranos de su siesta eterna, de cobardía y miedo. Pocos zamoranos se sumaron a la manifestación. Vi a Iglesias Carreño, siempre fiel, orgulloso de nuestra historia, reencarnación de Bellido Dolfos. Ningún cargo del PSOE, ni de IU, ni de Podemos, ni del PP, excepción de Óscar Reguera; ni de Cs. Les vota el campo. Le negaron su apoyo.
De este desierto demográfico en el que los políticos convirtieron nuestra provincia, todavía surgen hombres y mujeres valientes, bizarros, decididos, que no se resignan a vivir de rodillas, que, si han de morir, los encontraremos abrazando remolachas, cereales, tomates, girasoles; nunca a la mesa camilla, con faldillas al calor del brasero. Que la muerte venga a buscarlos arando tierras, sembrando campos, recogiendo cosechas, sudando sol, llorando lunas. El agricultor zamorano todavía exhibe hombría. La mujer rural aún digna, madre, mujer, abuela, hija, habla con palabras que huelen a huerta, a berza, lechuga y escarola; se perfuma con leche de Loewe, si todavía guarda alguna vaca en el establo; huele a vida, a labor, a hierba y madreselva; se pinta su hermoso y recio rostro con un arco iris que esconde en su “nécessaire” desde que la lluvia y el sol se amaron en el lecho de un cielo azul, cuando el estío se refugiaba en el otoño.
La ciudad come néctar de tierra. El que liban los agricultores, abejas con cuerpo de hombre, hijos de la lluvia y de la luz; amantes que copulan en los surcos, caricias que las vertederas dejaron sobre la epidermis del campo libérrimo. Zamora se alimenta de pan, hijo del trigo, nieto del tiempo, historia de los cereales.
¿Dónde moraban los zamoranos ayer, cuando la mañana gris se iluminaba con la luz de los tractores verdes? ¿Qué hacían los zamoranos en ese 30 de enero de 2020, mientras la historia les venía a buscar para que escribiesen un hermoso capítulo sobre la gloria del campo, el orgullo de sus agricultores y la decencia de su labor? ¿Reían, cantaban, cotilleaban, pensaban? ¿Dónde hallabanse los intelectuales zamoranos, dónde sus poetas, sus pintores y sus escultores, artistas todos, cuando la Zamora que da de comer, la que exige al poder, la que aún tiene vida, alma de cereales, cantaba un poema con estrofas que riman con justicia e igualdad? Vergüenza de urbanitas, cobardía de gente apática, sin ritmo, hipócrita y sin fuste.
Quizá piense el zamorano como ese canalla que responde al nombre de Pepe Álvarez, secretario de la UGT, asturiano, secesionista catalán, liberado desde 1978, calumniando a los agricultores, a los que tildó de carcas, de servidores de los terratenientes. Besteiro se revolvería ayer en su tumba. Nicolás Redondo, en su Vizcaya, al escucharlo, lloraría lágrimas negras, de altos hornos y sindicalismo lígrimo.
La gente de mi campo, la que merece la pena, la que me empuja a escribir, palabra tras palabra, para descargar lágrimas en forma de sustantivos, verbos y adjetivos, me emocionó, me sacudió el alma, me extrajo sentimientos moribundos, porque esta tierra aún vibra, se levanta, se enfrenta al poder político, a las multinacionales de la alimentación, a la mentira de Europa. Zamora existe. Su sector primario late: su corazón de tierra, sístoles-diástoles, emerge de su pecho de campo.
Eugenio-Jesús de Ávila
![[Img #34619]](http://eldiadezamora.es/upload/images/01_2020/1902_agricultura.jpg)
Zamora, ciudad-pretérito, se ha muerto. La Zamora, la agraria, la ganadera, la rural, enjuta, fibrosa, envejecida, se halla viva. Conclusión de la “movida” del sector primario, celebrada un día, ya inolvidable, como el 30 de enero de 2020. La tierra que aún tiene sangre, la que se ara y derrama glóbulos rojos; la que muestra guijarros como corazones debajo de la epidermis de sus tierras ocres, mantiene con vida a nuestra provincia.
Los tractores, cientos, que lloraron lágrimas de gasoil; se sintieron vivos, quisieron abrir surcos en las calzadas de la ciudad pusilánime, la urbe sin pulso; la Zamora, ciudad pueblo. El ruido de los tractores no despertó a los zamoranos de su siesta eterna, de cobardía y miedo. Pocos zamoranos se sumaron a la manifestación. Vi a Iglesias Carreño, siempre fiel, orgulloso de nuestra historia, reencarnación de Bellido Dolfos. Ningún cargo del PSOE, ni de IU, ni de Podemos, ni del PP, excepción de Óscar Reguera; ni de Cs. Les vota el campo. Le negaron su apoyo.
De este desierto demográfico en el que los políticos convirtieron nuestra provincia, todavía surgen hombres y mujeres valientes, bizarros, decididos, que no se resignan a vivir de rodillas, que, si han de morir, los encontraremos abrazando remolachas, cereales, tomates, girasoles; nunca a la mesa camilla, con faldillas al calor del brasero. Que la muerte venga a buscarlos arando tierras, sembrando campos, recogiendo cosechas, sudando sol, llorando lunas. El agricultor zamorano todavía exhibe hombría. La mujer rural aún digna, madre, mujer, abuela, hija, habla con palabras que huelen a huerta, a berza, lechuga y escarola; se perfuma con leche de Loewe, si todavía guarda alguna vaca en el establo; huele a vida, a labor, a hierba y madreselva; se pinta su hermoso y recio rostro con un arco iris que esconde en su “nécessaire” desde que la lluvia y el sol se amaron en el lecho de un cielo azul, cuando el estío se refugiaba en el otoño.
La ciudad come néctar de tierra. El que liban los agricultores, abejas con cuerpo de hombre, hijos de la lluvia y de la luz; amantes que copulan en los surcos, caricias que las vertederas dejaron sobre la epidermis del campo libérrimo. Zamora se alimenta de pan, hijo del trigo, nieto del tiempo, historia de los cereales.
¿Dónde moraban los zamoranos ayer, cuando la mañana gris se iluminaba con la luz de los tractores verdes? ¿Qué hacían los zamoranos en ese 30 de enero de 2020, mientras la historia les venía a buscar para que escribiesen un hermoso capítulo sobre la gloria del campo, el orgullo de sus agricultores y la decencia de su labor? ¿Reían, cantaban, cotilleaban, pensaban? ¿Dónde hallabanse los intelectuales zamoranos, dónde sus poetas, sus pintores y sus escultores, artistas todos, cuando la Zamora que da de comer, la que exige al poder, la que aún tiene vida, alma de cereales, cantaba un poema con estrofas que riman con justicia e igualdad? Vergüenza de urbanitas, cobardía de gente apática, sin ritmo, hipócrita y sin fuste.
Quizá piense el zamorano como ese canalla que responde al nombre de Pepe Álvarez, secretario de la UGT, asturiano, secesionista catalán, liberado desde 1978, calumniando a los agricultores, a los que tildó de carcas, de servidores de los terratenientes. Besteiro se revolvería ayer en su tumba. Nicolás Redondo, en su Vizcaya, al escucharlo, lloraría lágrimas negras, de altos hornos y sindicalismo lígrimo.
La gente de mi campo, la que merece la pena, la que me empuja a escribir, palabra tras palabra, para descargar lágrimas en forma de sustantivos, verbos y adjetivos, me emocionó, me sacudió el alma, me extrajo sentimientos moribundos, porque esta tierra aún vibra, se levanta, se enfrenta al poder político, a las multinacionales de la alimentación, a la mentira de Europa. Zamora existe. Su sector primario late: su corazón de tierra, sístoles-diástoles, emerge de su pecho de campo.
Eugenio-Jesús de Ávila




























Gonzalo Julián | Sábado, 01 de Febrero de 2020 a las 19:22:39 horas
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