Jueves, 20 de Noviembre de 2025

Mª Soledad Martín 1
Martes, 04 de Febrero de 2020
ZAMORANA

Sueños que nunca se cumplirán

[Img #34731]Cada vez que espero el autobús, me recreo contemplando un inmueble que cumple a la perfección los requisitos de la casa de mis sueños: vivienda de un solo piso a la que flanquean dos enormes pinos; con un bonito tejadillo de entrada que da acceso a la parte delantera donde han construido un jardín entre cuyas baldosas crece la hierba y forma un bello camino serpenteante. La vivienda en sí misma parece sencilla: puerta principal con un pequeño porche, ventanas a ambos lados y a la izquierda una zona abierta y acristalada que, sospecho, utilicen como galería de invierno.

 

Del techo de la puerta de entrada, cuelga una luz demasiado precaria, demasiado escasa pero suficiente para señalar la ubicación del lugar. Desde mi posición de observadora, justo en la acera de enfrente, se ubica la parada del coche que espero tres veces en semana para devolverme a mi casa después de la visita rutinaria a mi padre. Me embeleso viendo este chalet y lo sitúo en el viejo pueblo porque es justo la idea que siempre tuve con respecto a una posible segunda residencia en el actual solar que fue de mis abuelos, en mi anhelado Castronuevo; sin embargo soy consciente de que este sueño jamás podrá cumplirse y me ahogo en esta certeza, lo que me lleva a pensar en la cantidad de sueños rotos que, transcurrido el tiempo, se nos antojan imposibles de materializar.

 

En una escena de Los Puentes de Madison el protagonista dice una frase que expresa a la perfección mis sentimientos en este sentido: “Los viejos sueños eran buenos sueños; no se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido”. Efectivamente a lo largo de la vida vamos tejiendo una maraña de quimeras, algunas se materializan, otras se quedan por el camino, pero la ilusión que supone el solo hecho de plantearlas ya merece la pena.

 

Evidenciar la imposibilidad de realizar las ilusiones que una vez forjamos, y hacerlo con sensatez, puede rescatarnos de un inconformismo que si se convierte en pertinaz puede incluso desembocar en un trastorno que nos mine más allá de lo debido. En mi caso, el sueño permanece mientras fantaseo con esta vivienda que me atribuyo momentáneamente y así la espera se hace más llevadera. Me adentro en ella y recorro las estancias, una a una, abro las ventanas, cruzo hacia la galería, observo los geranios y todas las macetas que hibernan hacia una primavera en la que explosionarán con color, olor y flores. Me siento en la mecedora que hay al lado, abro un libro y antes de posar los ojos en sus páginas, disfruto de la vista que ofrece este mes aún sombrío mientras observo que en la acera de enfrente, un poco más arriba de la casa, una mujer espera el autobús; por un momento cruzamos nuestras miradas y ambas sonreímos con una complicidad extraña que nos acerca sin querer; de pronto llega el vehículo y desaparece. No sé por qué me siento confortada y con una insólita nostalgia.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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  • Anónima

    Anónima | Martes, 04 de Febrero de 2020 a las 13:28:26 horas

    Qué paz transmiten tus escritos y qué gran película a la que referencias. A veces los sueños son mejores que la realidad en la que se hubieran convertido. Enhorabuena por las palabras, siempre tan bien escogidas.

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