DENUNCIAS
Arroyo de Zape, necesitado más que de limpieza
Acumulaciones en el cauce, junto a la carretera de Carrascal, con riesgo de inundaciones
![[Img #34786]](http://eldiadezamora.es/upload/images/02_2020/5866_arroyo-2.jpg)
Recibimos noticias, cada vez con más frecuencia, de inundaciones en distintos lugares; de momento, lejos de nuestras fronteras. Causan daños materiales en bienes públicos y privados, que se resuelven con su reposición, cosa que conlleva un razonable coste económico. También hay víctimas humanas, familias que llevarán para siempre en su memoria, el estigma de haber estado expuestos a un riesgo, en muchos casos evitables. Los aguaceros se producen, sin que podamos impedirlo, pero sí está en la mano, que no en la voluntad, de la administración competente, mantener ríos y arroyos limpios, para evitar obstrucciones en el cauce y con ello inundaciones de las zonas ribereñas.
Sucesos que no son ejemplarizantes. Ni para actuar en el Duero, ni en sus afluentes. Uno de ellos el arroyo de Zape, allá en la parcela de El Reguero, que sortea la carretera de Carrascal justo en la conocida casita, que si bien funcionó como negocio hostelero hace años, ha caído presa del abandono. El agua que aporta al rio se hace prácticamente invisible, su cauce se encuentra totalmente obstruido por la maleza. Arboles caídos cruzan de una a otra orilla, entre ellos, zarzas verdes se entremezclan con las ramas secas y espadañas que completan una tupida maraña, bajo la que no sin dificultad y a duras penas discurre la corriente.
Al material, que la propia naturaleza deja en el lecho, debe añadirse el del despropósito humano, que ha convertido las inmediaciones del puente que se eleva sobre Zape, en un pequeño vertedero, por la facilidad de que alguien que pase arroje algo sin ser visto. Acumulándose basuras de todo tipo, incluidos materiales contaminantes como trozos de uralitas, que precisan de su retirada bajo una correcta manipulación, para evitar consecuencias sanitarias.
Después de una fuerte tormenta o lluvia intensa y continua, el arroyo recibe aguas, aumentando de forma importante su caudal, pero con ello los arrastres de materiales, con riesgo de que en cualquier punto ser produzca algún taponamiento, que provoque inundaciones en los terrenos o vías de comunicación, como bien pudiera ser la carretera que comunica la capital con el barrio de Carrascal. Todo evitable, con una simple limpieza del cauce.
En cuanto a quien debe proceder a ejecutar las actuaciones debe considerarse las sentencias del tribunal supremo, que señalan que la limpieza ordinara de los ríos y arroyos en sus tramos urbanos, con el matiz de que el termino urbano no se corresponde con la calificación de los terrenos que atraviese, sino por un espacio urbano, pueblo, ciudad y sus aledaños, conciernen al municipio por el que discurra, quedando el resto para el organismo de cuenca.
Queda pendiente recuperar el cauce del arroyo, lejos de una canalización antinatural, sino eliminando residuos y realizando una limpieza ecológica del cauce, respetando la vegetación en orillas y mejorando las zonas aledañas, con el fin de conseguir un agradable paisaje natural.
Texto y fotografías: Manuel Herrero Alonso
Recibimos noticias, cada vez con más frecuencia, de inundaciones en distintos lugares; de momento, lejos de nuestras fronteras. Causan daños materiales en bienes públicos y privados, que se resuelven con su reposición, cosa que conlleva un razonable coste económico. También hay víctimas humanas, familias que llevarán para siempre en su memoria, el estigma de haber estado expuestos a un riesgo, en muchos casos evitables. Los aguaceros se producen, sin que podamos impedirlo, pero sí está en la mano, que no en la voluntad, de la administración competente, mantener ríos y arroyos limpios, para evitar obstrucciones en el cauce y con ello inundaciones de las zonas ribereñas.
Sucesos que no son ejemplarizantes. Ni para actuar en el Duero, ni en sus afluentes. Uno de ellos el arroyo de Zape, allá en la parcela de El Reguero, que sortea la carretera de Carrascal justo en la conocida casita, que si bien funcionó como negocio hostelero hace años, ha caído presa del abandono. El agua que aporta al rio se hace prácticamente invisible, su cauce se encuentra totalmente obstruido por la maleza. Arboles caídos cruzan de una a otra orilla, entre ellos, zarzas verdes se entremezclan con las ramas secas y espadañas que completan una tupida maraña, bajo la que no sin dificultad y a duras penas discurre la corriente.
Al material, que la propia naturaleza deja en el lecho, debe añadirse el del despropósito humano, que ha convertido las inmediaciones del puente que se eleva sobre Zape, en un pequeño vertedero, por la facilidad de que alguien que pase arroje algo sin ser visto. Acumulándose basuras de todo tipo, incluidos materiales contaminantes como trozos de uralitas, que precisan de su retirada bajo una correcta manipulación, para evitar consecuencias sanitarias.
Después de una fuerte tormenta o lluvia intensa y continua, el arroyo recibe aguas, aumentando de forma importante su caudal, pero con ello los arrastres de materiales, con riesgo de que en cualquier punto ser produzca algún taponamiento, que provoque inundaciones en los terrenos o vías de comunicación, como bien pudiera ser la carretera que comunica la capital con el barrio de Carrascal. Todo evitable, con una simple limpieza del cauce.
En cuanto a quien debe proceder a ejecutar las actuaciones debe considerarse las sentencias del tribunal supremo, que señalan que la limpieza ordinara de los ríos y arroyos en sus tramos urbanos, con el matiz de que el termino urbano no se corresponde con la calificación de los terrenos que atraviese, sino por un espacio urbano, pueblo, ciudad y sus aledaños, conciernen al municipio por el que discurra, quedando el resto para el organismo de cuenca.
Queda pendiente recuperar el cauce del arroyo, lejos de una canalización antinatural, sino eliminando residuos y realizando una limpieza ecológica del cauce, respetando la vegetación en orillas y mejorando las zonas aledañas, con el fin de conseguir un agradable paisaje natural.
Texto y fotografías: Manuel Herrero Alonso