ZAMORANA
Óscar y otros premios cinematográficos
Se acaban de celebrar los Oscar que han concitado la atención de medio mundo ya que es el espectáculo del cine por excelencia, el escaparate donde ver las nuevas tendencias, tanto cinematográficas como relacionadas con la moda, que atrae siempre a un buen número de personas; sin embargo quisiera significar en este artículo el premio conseguido muy merecidamente por Joaquin Phoenix y sus palabras de agradecimiento al recogerlo cuando salió al escenario.
Aparte de la facilidad de expresión de un actor que, debido a su profesión debería resultar fácil por cuanto su trabajo se basa precisamente en esa locuacidad aprendida, el contenido de sus palabras en los pocos minutos que dispuso para dicho agradecimiento fue tan extenso, tantos los temas que abarcó en un momento, acabando con esa epifanía personal que todos agradecimos de un actor sobresaliente que ha pasado por distintos infiernos a lo largo de su vida y que, lejos de ocultarlo, ha querido pedir perdón público por dichos excesos y dar las gracias por esa segunda oportunidad de confiar en él, que ha hecho extensiva a todos aquellos que, por diversas circunstancias, caen pero luego resurgen.
Fue un discurso emocionante que me hizo pensar en nuestros actores españoles cuando alcanzan un galardón similar; me viene a la mente nuestra celebración más reciente en los pasados Premios Goya; apena y aburre la cantidad de obviedades manidas y conocidas de antemano que sabemos que vamos a escuchar en cuanto el premiado sale al escenario: la retahíla de agradecimientos a toda la parentela y amistades pormenorizando uno a uno, que se simplificaría en una sola frase aprovechando ese minuto de oro para hablar de cosas mucho más importantes: de revitalizar el cine porque es cultura, de las ayudas que se necesitan, de la inversión… Muchos de ellos también optan por escribir el discursito y sacan de su esmoquin una chuleta previamente confeccionada que dista de ser espontánea y que, sin embargo, tampoco nos sorprende ya.
Es bien sabido que el momento de subir al escenario para agradecer un premio es la ocasión perfecta para ser escuchado por millones de personas pendientes de lo que el galardonado va a decir. Algunos prefieren el esnobismo, otros sucumben a un momento lacrimógeno e incluso hay quien, pretendiendo ser más original, invoca a todas las vírgenes del universo sin tener nada mejor que decir en un momento muy adecuado para reivindicar las grandes carencias de la industria cinematográfica.
Es cierto que los actores estadounidenses están mucho más preparados que los nuestros, mejor pagados y el negocio del cine cuenta con una financiación millonaria, pero también es cierto que sus registros son increíblemente variados: cantan, bailan, arriesgan y no suelen encasillarse en un papel determinado. Creo que tenemos que aprender de quienes lo hacen mejor, ya sean de nuestro país o foráneos, por eso el relato de Joaquin Phoenix la pasada noche en el Dolby Theatre, aparte de ser emocionante y bien expresado, me dio qué pensar.
Mª Soledad Martín Turiño
Se acaban de celebrar los Oscar que han concitado la atención de medio mundo ya que es el espectáculo del cine por excelencia, el escaparate donde ver las nuevas tendencias, tanto cinematográficas como relacionadas con la moda, que atrae siempre a un buen número de personas; sin embargo quisiera significar en este artículo el premio conseguido muy merecidamente por Joaquin Phoenix y sus palabras de agradecimiento al recogerlo cuando salió al escenario.
Aparte de la facilidad de expresión de un actor que, debido a su profesión debería resultar fácil por cuanto su trabajo se basa precisamente en esa locuacidad aprendida, el contenido de sus palabras en los pocos minutos que dispuso para dicho agradecimiento fue tan extenso, tantos los temas que abarcó en un momento, acabando con esa epifanía personal que todos agradecimos de un actor sobresaliente que ha pasado por distintos infiernos a lo largo de su vida y que, lejos de ocultarlo, ha querido pedir perdón público por dichos excesos y dar las gracias por esa segunda oportunidad de confiar en él, que ha hecho extensiva a todos aquellos que, por diversas circunstancias, caen pero luego resurgen.
Fue un discurso emocionante que me hizo pensar en nuestros actores españoles cuando alcanzan un galardón similar; me viene a la mente nuestra celebración más reciente en los pasados Premios Goya; apena y aburre la cantidad de obviedades manidas y conocidas de antemano que sabemos que vamos a escuchar en cuanto el premiado sale al escenario: la retahíla de agradecimientos a toda la parentela y amistades pormenorizando uno a uno, que se simplificaría en una sola frase aprovechando ese minuto de oro para hablar de cosas mucho más importantes: de revitalizar el cine porque es cultura, de las ayudas que se necesitan, de la inversión… Muchos de ellos también optan por escribir el discursito y sacan de su esmoquin una chuleta previamente confeccionada que dista de ser espontánea y que, sin embargo, tampoco nos sorprende ya.
Es bien sabido que el momento de subir al escenario para agradecer un premio es la ocasión perfecta para ser escuchado por millones de personas pendientes de lo que el galardonado va a decir. Algunos prefieren el esnobismo, otros sucumben a un momento lacrimógeno e incluso hay quien, pretendiendo ser más original, invoca a todas las vírgenes del universo sin tener nada mejor que decir en un momento muy adecuado para reivindicar las grandes carencias de la industria cinematográfica.
Es cierto que los actores estadounidenses están mucho más preparados que los nuestros, mejor pagados y el negocio del cine cuenta con una financiación millonaria, pero también es cierto que sus registros son increíblemente variados: cantan, bailan, arriesgan y no suelen encasillarse en un papel determinado. Creo que tenemos que aprender de quienes lo hacen mejor, ya sean de nuestro país o foráneos, por eso el relato de Joaquin Phoenix la pasada noche en el Dolby Theatre, aparte de ser emocionante y bien expresado, me dio qué pensar.
Mª Soledad Martín Turiño
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