Eugenio de Ávila
Lunes, 17 de Febrero de 2020
REPÚBLICO

Harto de los políticos, anhelo la política

[Img #35318]No soy ni un loco, ni un genio, si bien podría confundirse  mi primer nombre de pila con una presunta categoría intelectual. Como bien definió Aristóteles, el hombre es un “zoon politikón”, un animal político. Solo locos y genios podrían vivir sin formar parte de la sociedad. No soy ni un descerebrado, ni mi talento alcanza tal categoría. Siempre, desde muy joven, en pleno franquismo, amé la política. Odie aquel régimen. Creí que la democracia nos haría libres e iguales y que los hombres y las mujeres de izquierdas superábamos a los conservadores en esa abstracta jerarquía de la ética y la moral. Nosotros éramos los buenos, y el resto, gentuza, egoístas, jetas, golfos. Después de 40 años de este régimen que quiere parecer democrático, siento confesar que me equivoqué. Los políticos de izquierdas, desde el felipismo, acabaron con aquella supuesta supremacía. Deje de creer en Dios; después en los hombres.

Ahora, en esta España en quiebra moral, que siempre antecede la política; cuando nuestra sociedad muestra sus carencias éticas, donde el personal va a lo suyo, porque la amistad se haya en precario y la familia se diluye, los políticos de izquierdas, desde el presidente del Gobierno, a su colega neocomunista, hasta los que se avergüenzan definirse de derechas, mienten, Sánchez y su ministro Ábalos, con mayor desvergüenza, porque gobiernan, como si el poder concediese  patente de engañar, inventar y deformar la realidad.

Mintieron Felipe, que se quemó las manos, que se las lavó con los GAL y las corrupciones;  Aznar, con la Guerra del Golfo, en su segunda edición; Zapatero, una mentira en sí mismo;  y Rajoy, incapaz de recibir la moción de censura en las Cortes y ebrio,  y ahora le tocaba a Pedro Sánchez, mentiroso cum laude, doctorado en una tesis sobre el embuste. Todo gobierno miente. Todo presidente de ejecutivo engaña al pueblo, a un pueblo estabulado, que bala, que pasta en los prados de televisión; en los pesebres de las subvenciones institucionales. Todo el  mundo se ha vendido, no ya por un plato de lentejas, sino por los bichos de esta rica legumbre.

He llegado a la conclusión que el primer deber de todo político consiste en hacer el mal, en engañar, en decir lo contrario de lo que se piensa, en prometer lo que nunca se cumplirá. La izquierda es sectaria, mientras la derecha, si es que existe, no es nada. Lenin, aquel sociópata, el San Pablo del marxismo, ya lo dejó escrito y subrayado: ¿La mentira es un arma revolucionaria? El propio Pascual Maragall, socialista y catalán, alcalde de Barcelona y presidente de la Generalidad, en una entrevista con Carlos Herrera, ha tiempo, en Onda 0: “Un político nunca debe decir la verdad”. Yo solo escribo lo que pienso, aunque me importe un comino lo que el vulgo piense de mí.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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