OPINIÓN
Libertad vs libertinaje
Óscar de Prada López
Dada mi natural predisposición a la réplica y al comentario afilado, no pocas veces me he visto como un sacapuntas. Otro que tal parece ser Willy Toledo, recientemente juzgado por ofensa religiosa en Madrid. No hay berenjenal en el que no se embarque, confirmando cómo lo peor del hombre ocioso es que puede salir vicioso. Según las declaraciones del actor, en la legislación española no existe el derecho a no sentirse ofendido. Con ese razonamiento, podría inferirse que también existe el derecho a ofender cuanto se plazca y que nadie tiene derecho a pararle los pies cuando ejerce su libertad. Aunque actúe de forma perjudicial o vomitiva.
En todas las épocas habrá quien confunda libertad con libertinaje y churras con merinas. Para Sócrates, que un hombre errara no era achacable a su voluntad de fallar sino a la educación que había recibido. Por ello, debía ser instruido y no castigado. Quizás hoy cambiaría de opinión, de conocer a tantas joyas presidiarias reincidentes. O igual vería al propio sistema de reinserción como la raíz del problema. Si se educa mal, no se puede esperar que el alumno salga mejor de lo que entró. Hay personas que no deberían enseñar y enseñanzas que no deberían impartirse.
Cambiando de tercio, no deja de ser curioso que siempre les busquen las cosquillas a los mismos. Será porque quieren comprobar aquello de “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mt 5, 44). O igual es que temen ser llamados racistas si atacan a otras confesiones. Considerándolo bien, toda persecución ha venido a ser una oportunidad para cribar comodidades y dar sentido a la propia fe cristiana. A este respecto, siempre ha habido libre albedrío para decidir cómo actuar. Y al cabo -como dijo Dumbledore- son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.
Como profesional y cristiano del siglo XXI, tengo claro (por experiencia propia) que Dios no llama a los capacitados sino que capacita a los llamados. Todo está en función de si elegimos abrir la puerta a esa posibilidad o no. Tomar el nombre de Dios en vano o poner en tela de juicio las creencias colectivas se han vuelto hoy signos indisolubles del “progreso” social y humano, pretendido por la izquierda. Otra cosa es que sean indiscutibles y necesarios. Pero ésa es historia que merece artículo aparte.
Dada mi natural predisposición a la réplica y al comentario afilado, no pocas veces me he visto como un sacapuntas. Otro que tal parece ser Willy Toledo, recientemente juzgado por ofensa religiosa en Madrid. No hay berenjenal en el que no se embarque, confirmando cómo lo peor del hombre ocioso es que puede salir vicioso. Según las declaraciones del actor, en la legislación española no existe el derecho a no sentirse ofendido. Con ese razonamiento, podría inferirse que también existe el derecho a ofender cuanto se plazca y que nadie tiene derecho a pararle los pies cuando ejerce su libertad. Aunque actúe de forma perjudicial o vomitiva.
En todas las épocas habrá quien confunda libertad con libertinaje y churras con merinas. Para Sócrates, que un hombre errara no era achacable a su voluntad de fallar sino a la educación que había recibido. Por ello, debía ser instruido y no castigado. Quizás hoy cambiaría de opinión, de conocer a tantas joyas presidiarias reincidentes. O igual vería al propio sistema de reinserción como la raíz del problema. Si se educa mal, no se puede esperar que el alumno salga mejor de lo que entró. Hay personas que no deberían enseñar y enseñanzas que no deberían impartirse.
Cambiando de tercio, no deja de ser curioso que siempre les busquen las cosquillas a los mismos. Será porque quieren comprobar aquello de “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mt 5, 44). O igual es que temen ser llamados racistas si atacan a otras confesiones. Considerándolo bien, toda persecución ha venido a ser una oportunidad para cribar comodidades y dar sentido a la propia fe cristiana. A este respecto, siempre ha habido libre albedrío para decidir cómo actuar. Y al cabo -como dijo Dumbledore- son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.
Como profesional y cristiano del siglo XXI, tengo claro (por experiencia propia) que Dios no llama a los capacitados sino que capacita a los llamados. Todo está en función de si elegimos abrir la puerta a esa posibilidad o no. Tomar el nombre de Dios en vano o poner en tela de juicio las creencias colectivas se han vuelto hoy signos indisolubles del “progreso” social y humano, pretendido por la izquierda. Otra cosa es que sean indiscutibles y necesarios. Pero ésa es historia que merece artículo aparte.