POSTALES DESDE EL FARO
Los cerezos
Patricio Cuadra Blanco
Vale que más cerca tenemos el valle del Jerte, pero permítanme que les escriba a modo de introducción sobre el festival de los cerezos en flor de Hirosaki (Japón). Más de 2.600 cerezos en sus diferentes variedades, muchos de ellos con más de 300 años, brotan de una manera desmedida gracias a una específica técnica de poda que sus jardineros practican y que hace que la cantidad de flores que retoñan de cada rama sea casi el doble de lo natural.
A la flor del cerezo, allí la llaman sakura y para los samuráis simbolizaba la sangre pero también lo efímero de la vida, y sobre todo, se asocia con el ciclo de transformación y el renacer. Vamos, que el florecimiento de los cerezos es una celebración de la belleza y un alegato a la transitoriedad y a los nuevos comienzos.
Voy a tratar de ser optimista por una vez y vamos todos a pensar que este periodo que estamos atravesando en lo político y en lo social es transitorio, que la bronca es pasajera, que se está trabajando para que la economía local mejore, que el que se vaya de aquí sea porque le place y no por obligación, que nuestros representantes locales están atareados en secreto por ello. Y digo en secreto porque uno revisa los medios de comunicación y no ve nada a lo que agarrarse. Que si el Ayuntamiento pinta murales para que la decadencia pase desapercibida como si fuéramos gilipollas; que si la Diputación (pongan aquí lo que se suponga que se haga en la Diputación) pero vamos a creer que entre las decisiones de pintar murales y lo que sea que hagan los otros hay un plan oculto para revitalizar la ciudad y la provincia. Que todo se lleva en una estricta confidencialidad de reuniones entre el alcalde y el presidente de la diputación, de la mano, con la Junta de Castilla y León y que en breve darán una rueda de prensa conjunta para anunciarnos la buena nueva.
Vamos a creer que el hecho de que el edificio de García Casado se esté cayendo es sólo el fin de estos tiempos y no una metáfora de lo que nos espera. Los cerezos empiezan a florecer, a ver si florece también pronto el trabajo secreto que se está llevando a cabo en nuestras instituciones y se nos presenta bajo la banda sonora de los primeros acordes de la Primavera de Vivaldi.
Vale que más cerca tenemos el valle del Jerte, pero permítanme que les escriba a modo de introducción sobre el festival de los cerezos en flor de Hirosaki (Japón). Más de 2.600 cerezos en sus diferentes variedades, muchos de ellos con más de 300 años, brotan de una manera desmedida gracias a una específica técnica de poda que sus jardineros practican y que hace que la cantidad de flores que retoñan de cada rama sea casi el doble de lo natural.
A la flor del cerezo, allí la llaman sakura y para los samuráis simbolizaba la sangre pero también lo efímero de la vida, y sobre todo, se asocia con el ciclo de transformación y el renacer. Vamos, que el florecimiento de los cerezos es una celebración de la belleza y un alegato a la transitoriedad y a los nuevos comienzos.
Voy a tratar de ser optimista por una vez y vamos todos a pensar que este periodo que estamos atravesando en lo político y en lo social es transitorio, que la bronca es pasajera, que se está trabajando para que la economía local mejore, que el que se vaya de aquí sea porque le place y no por obligación, que nuestros representantes locales están atareados en secreto por ello. Y digo en secreto porque uno revisa los medios de comunicación y no ve nada a lo que agarrarse. Que si el Ayuntamiento pinta murales para que la decadencia pase desapercibida como si fuéramos gilipollas; que si la Diputación (pongan aquí lo que se suponga que se haga en la Diputación) pero vamos a creer que entre las decisiones de pintar murales y lo que sea que hagan los otros hay un plan oculto para revitalizar la ciudad y la provincia. Que todo se lleva en una estricta confidencialidad de reuniones entre el alcalde y el presidente de la diputación, de la mano, con la Junta de Castilla y León y que en breve darán una rueda de prensa conjunta para anunciarnos la buena nueva.
Vamos a creer que el hecho de que el edificio de García Casado se esté cayendo es sólo el fin de estos tiempos y no una metáfora de lo que nos espera. Los cerezos empiezan a florecer, a ver si florece también pronto el trabajo secreto que se está llevando a cabo en nuestras instituciones y se nos presenta bajo la banda sonora de los primeros acordes de la Primavera de Vivaldi.
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