Jesús García De León
Martes, 25 de Febrero de 2020
AGRO

¿Qué escucha el campo?

[Img #35552]La pregunta debería ser esa, en lugar de preguntarnos “Quién les escucha a ellos”, hartos que están los agricultores y ganaderos de repetir los bajos precios que vale su producción, entre subidas de fertilizantes, salario mínimo y combustibles o entre clima de sequías o aluvión, para  acabar vendiendo a pérdidas en la cadena de alimentos, sin saber bien quién come a quién.

 

¿Qué escucha el campo?: Pymes y autónomos frente a las multinacionales del sector, la producción tradicional agraria frente a la globalización. Y ahora nos entra la tos, como si nos atragantase una reconversión acelerada durante los próximos siete años (2021-2027), dentro del nuevo Marco Financiero Plurianual (MPF), con recortes de ayudas PAC para el campo, Fondos de Garantía Agraria y merma al Desarrollo Rural. Solo en cifras, se estiman 875 millones de euros menos en Castilla y León, según COAG, y por estimar su incidencia aún en Zamora.

 

El campo dice: “Si el campo no produce, la ciudad no come”, y así es, dada la importancia vital de este  sector económico. Pero, en realidad, ¿qué escucha el campo? y más aún, ¿qué está dispuesto a hacer el campo? ¿Cuál es su apuesta productiva más allá de pancartas ciertas?

 

Buena parte de sus oportunidades deberían comenzar por fructificar la transición, que no es otra cosa que aprovechar su propia capacidad de transformación en relación a las distintas “transiciones” o cambios en los que se encuentra (industrial, energético, medioambiental), enfrentándose a ello con pensamiento circular.

 

Pensar de manera circular no es algo nuevo. En abundantes documentos de trabajo de la UE previos al  diseño de la PAC, ya se contemplaba para el nuevo periodo la plena integración del sector agrícola en el concepto de Economía Circular (EC).

 

Lo novedoso de la circularidad es la atención nueva que debería prestar el campo al objetivo de modernizarse y competir, al mismo tiempo que se especializa y avanza en transformación, algo en lo que algunas explotaciones agrarias y ganaderas han venido invirtiendo los más de 45.000 millones de euros que la PAC ha dejado en España desde 2014 hasta hoy.

 

Crecer en circularidad es como dar lo que uno recibe y luego recibir lo que uno da. Consiste en crecer empresarialmente, en ganar más espacio productivo en la cadena de valor; en transitar desde el sector primario productor al secundario industrializado, para ganar, precisamente, los costes de capital que se pierden y otros factores de producción.

 

Alternativas

 

Hemos sugerido en otras ocasiones que el campo debería escuchar dicha necesidad de industrializarse, poniendo en valor su propia actividad y la energía, conectadas ambas en el entorno.

 

En particular, en nuestra provincia de Zamora, tiene el campo la magnífica oportunidad de explotar las oportunidades públicas que se abrirán con las asignaciones y reajustes de los fondos estructurales.

 

Por ejemplo, no solo en el ámbito de la industria agroalimentaria o de la transformación de alimentos, en si misma considerada y apenas desarrollada, sino en el escenario de sumar a tal desarrollo la comprensión de la agricultura y la ganadería desde la óptica de la bioenergía, la biotecnología y la gestión medioambiental, como opciones que permitan evolucionar y transformar el campo en economía rural (bioeconomía).

 

En el mismo planteamiento responsable, ninguna explotación porcina debería constituir un problema, sino una oportunidad de desarrollo abordable y compatible con el medio ambiente, con una mayor inversión en capacidades productivas propias y nuevos modelos empresariales, que sean asumidos por las nuevas generaciones de jóvenes y mujeres que se necesita incorporar al campo.

 

Acciones, todas ellas, a las que se orienta decididamente la UE en sus previsiones y derecho derivado, en el ámbito de las Energías Renovables, Bioeconomía y Circularidad, sobre el marco del “Acuerdo Verde Europeo 2020”, como auténtico plan de producción y transición  justa e inclusiva. 

 

El tratamiento de aguas residuales de manera integrada y descentralizada, de los residuos agrícolas, ganaderos y agroalimentarios, en general; la producción de gases verdes como el biogás o de energía de la biomasa medioambientalmente gestionada; la cogeneración e industria asociada; la construcción industrializada, etc., son solo algunos ejemplos de nuevas oportunidades y alternativas para nuestro sector agrario y no solo para el mismo.

 

Alinear el nivel europeo, nacional, regional y local, no solo debería contar con el impulso político necesario (en el caso español, con ventaja ecologista a favor, plasmada ya en programas nacionales como el de  Contaminación Atmosférica), sino con el propio impulso del campo; al menos, con su compromiso de asumir mayor productividad, desde su propia capacidad transformativa de la realidad para generar economía rural nueva.

 

Desarrollarse para recibir el pago justo y debido por el trabajo, generador a su vez de empleo y mejora de condiciones laborales. Desarrollarse o desaparecer entre las grandes corporaciones agrarias de las economías de arancel. Desarrollarse profesionalmente y capitalizar el propio desarrollo o mantener la mera subsistencia de la explotación familiar tradicional. No parece que existan muchas más opciones de preservar una “economía social agraria”.

 

Sin duda, será importante el apoyo cooperativo para crecer en dimensión y poder negociador, tratando de  rentabilizar las explotaciones en costes, pero el campo tiene que estar dispuesto a generar impulsos propios nuevos, estrategias nuevas de transformación e incorporación, para tejer economía, empleo y población, más allá de los fondos.

 

Y, en todo caso, será una realidad que si España quiere recibir fondos estructurales deberá abordar tal reconversión y/o especialización de su sector agrícola y ganadero para poder recibir “Fondos de Transición Justa”, como instrumento concentrado en los mencionados objetivos circulares, tanto a nivel comarcal como provincial.

 

La ausencia de previsión, planteamientos sólidos e impulsos productivos necesarios en la Comunidad de Castilla y León durante al menos la última década, puede suponer una mayor dificultad para nuestros sectores y territorio, si no demostramos capacidad de transformación.

 

Tienen la agricultura y la ganadería, junto con los sectores energéticos, un trabajo en común que hacer para construir una transición colectiva que garantice un presente y futuro sostenible.

 

Comenzar por el uso de los recursos biológicos propios en las comunidades locales, mientras se avanza en legislación sobre residuos, energía y transporte, todo ello a favor de lograr una mejor vertebración del sector.

 

Jesús García De León

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