Redacción
Miércoles, 26 de Febrero de 2020
OPINIÓN

Se conoce lo que se busca conocer

Óscar de Prada López

[Img #35560]Desde el “debut” de Vox en 2018 tras las elecciones autonómicas de Andalucía, no fueron pocos los “expertos” que se precipitaron a definirlo y calificarlo. Como científicos ansiosos de poner nombre a una nueva especie, casi temerosos de ser adelantados por alguien. Quizás temían que se les adelantara la curiosidad de esa masa popular a la que, supuestamente, sirven pero de la que, más concretamente, se sirven. Nadie dijo que la curiosidad fuera pecado, lo grave es que siempre haya quien la proscriba.

 

Esta consideración cobra mayor relevancia al pensar que la gente de hoy tiene acceso a redes de información global y puede conocer -por sí misma- tal o cual personaje, partido o programa. Accediendo a la fuente de forma directa, sin necesidad de intermediarios ajenos al objeto de su búsqueda. ¿Cuántos de los que llevan meses oyendo definir a Vox como “extrema derecha”, “ultra” o “partido facha” se habrán molestado en leer siquiera el propio ideario político de esa formación? Sacar nuestras propias conclusiones debería ser requisito imprescindible para constatar la libertad de pensamiento. Otra cosa es el 'Hakuna Matata' progre de "Tú hazme caso a mí y deja atrás todo lo demás, incluido a ti mismo".

 

Entiendo que prefieran la comodidad en cualquier ámbito de su vida, que les presenten mascada la comida cual egagrópila de la lechuza de Atenea. Pero también entiendo que a nadie le gusta ser insultado a perpetuidad, ni mucho menos ser tomado por tonto. El mito de la caverna de Platón podría resumir el discurso político-mediático vertido desde las altas cloacas del Estado sobre su oposición. Votantes encadenados que asumen lo que ven y oyen como la única verdad posible, discursos sombríos que ejercen su función hipnótica sobre tales personas, la luz de sus palabras alterada a conveniencia del poder en la sombra…

 

Claro que siempre hay quien consigue librarse de las cadenas, volverse hacia el titiritero y descubrir que ni es oro todo lo que reluce ni verdad todo lo que cuenta. Viendo las cosas tal y como son, no como le hicieron creer que eran. En ese punto deseable estamos, echando un pulso entre las réplicas de unos y los desmentidos de otros. En esta España nuestra, tan voluble y tan humana, nunca resultó fácil saber a qué santo atenerse. No tanto por pérdida de fe como por temor al dedo acusador del vecino.

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