Martes, 23 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Viernes, 28 de Febrero de 2020
COSAS MÍAS

Una Zamora más bonita

La plaza de la Constitución, la Plaza Mayor y la de Viriato merecen un proyecto que transforme esos ahora feos espacios urbanos

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Recuerdo que, durante la entrevista que mantuve con Francisco Guarido, a finales del año 2019, el regidor enfatizó en su deseo de hacer una ciudad más bonita. Encantado. Porque los equipos de gobierno de cualquier ayuntamiento, además de prestar, de pagar, buenos servicios públicos, limpieza, alumbrado, excelente estado de aceras y calles, también se diferencian por sus labores estéticas. Como se sabe, soy un obsesionado de la epidermis de Zamora, de su casco antiguo, de su patrimonio monumental, tanto que Rosa Valdeón, en su primera etapa como inquilina principal de la Casa de las Panaderas, con cierta sorna, quizá ironía, me confesó que yo era el periodista que más partido le sacaba a murallas, iglesias, puente de piedra y otros monumentos de Zamora. No sé si tenía razón esa gran persona que fue, es y será, la ex regidora de nuestra ciudad, pero me enoja, enfurruña, me encabrona contemplar mi Zamora sucia, dejada, arrugada.

 

De ahí que, de vez en cuando, dedique alguno de mis artículos a estos asuntos de armonía urbanística, de arte en la ciudad. Verbigracia: el estado de la plaza de la Constitución, un secarral de piedra, de cantos, de granito, me causa daño, me provoca náuseas. Ha tiempo, unos turistas comentaron que nunca habían contemplado un espacio urbano tan inhóspito. Desde entonces, todo ha ido a peor.  Hoy, como ilustración, edito una fotografía de Tirso Formariz, realizada en el crudo invierno de 1972, de la fuente, con sus cascadas convertidas en cabello de hielo, ahora en San Martín de Abajo, entonces en el centro de la plaza del Gobierno Civil. Los que tengan más pasado que futuro recordarán que después se desmontó para trasladarle a su actual ubicación.

 

Esa plaza merece un jardín, con sus florecillas y abejas que libaran sus néctares, y una fuente que refrescará al transeúnte durante las tórridas jornadas de verano y estío. Se me argumentará que debajo hay un aparcamiento. Ya lo sé. Mi amigo Pedro Martínez-Toribio, erudito en estas cuitas de las aguas, a mis preguntas sobre el daño de una fuente en ese espacio al párking, me respondió que, en absoluto, filtraría una sola gota. Y me puso el ejemplo de piscinas en áticos.

 

Esa ágora implora un tratamiento de belleza intensiva, porque la iglesia de Santiago del Burgo, una de las más hermosas del románico zamorano, merece un espacio urbano que convierta esa plaza en una de las más hermosas de la ciudad. Me temo que la autoridad no me haga ni puto caso. Mi falta de elegancia resulta evidente.

 

Dejemos la Constitución y vayamos a otra plaza, la Mayor, quizá la más fea de España. Hubo un proyecto, que cayó en mis manos, que contemplaron mis ojos, que data del primer mandato de Andrés Luis Calvo (1983-1987) de transformación de ese espacio esencial de la ciudad. Me gustaba. Creo que fue un primer intento de cambiarla, de hacerla agradable, estética y estáticamente. Nuestra Plaza Mayor es indigna de nuestra ciudad. Hace unos 35 años que ningún partido contempló un cambió para el eje central de Zamora. Quizá les gustará a todos, PP, Vox, PSOE, Ciudadanos e Izquierda Unida. Como escribí, a un servidor le causa vergüenza ajena que esa Plaza Mayor sea la de Zamora.

 

Y termino con otra plaza, la de Viriato. Me parece hermosa, aunque el inmueble que ocupa Cáritas mereciese pasar a mejor vida y construir un edificio adecuado a ese espacio urbano. Tampoco me pareció maravillosa la fábrica de la nueva Diputación. Pero el palacio de los Condes de Alba y Aliste y el Hospital de la Encarnación otorgan nobleza a la plaza. Ahora bien, el suelo, adoquines abiertos, evita que los peatones la pasean, la pisan, la transiten, porque puede provocar esguinces u otras lesiones en osamenta y daños en el calzado. Tampoco la magnífica estatua de Viriato debería ocupar una esquina, sino su espacio central.

 

Perdón. Se me olvidaba: el parque del Castillo se mostraría muy satisfecho con una gran fuente monumental. Quizá exista el temor que si la excavadora profundiza se encontrará con importantes hallazgos arqueológicos. Y una más: la plaza de San Gil luciría con más esplendor si se hubieran dejado, protegidos, los restos de la iglesia que le dio nombre.

 

En otro momento, propondré nuevas formas de embellecimiento para la epidermis de esta venerable ancianita que es Zamora, la ciudad del alma. A no tardar.

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