OPINIÓN
Tiempo de vendaval
Óscar de Prada López
En este valle de lágrimas, toses y desvaríos, no resulta flaco consuelo saber que la felicidad está al alcance de todos. Y que no sólo la muerte iguala al poderoso y al humilde, demostrando ser tan democrática como inevitable. Tan digno de ser plenamente feliz es el amigo como el enemigo y no tiene por qué estar sólo al final de un arcoíris nuestro caldero de oro. La búsqueda del propio bienestar es una constante lógica y necesaria en la vida, saber procurarlo a los demás debería ser otra.
Cuento todo esto en el arranque de Cuaresma, periodo litúrgico al que parecemos estar abonados los 365 días del año -este 2020 uno más- con esta coalición. No hay jornada en que uno no se pregunte cuántas veces habrá acudido Mefistófeles ante los dirigentes del PSOE, ofreciéndoles el oro y el moro con tal de renegar alegremente de sus ideales. Es posible que Sánchez conociera los rigores del desierto tras ser defenestrado, al estilo de Adán y Eva desahuciados del Edén. Más improbable parece que los aguantase 40 años, como Moisés y el pueblo errante. O siquiera 40 días con sus 40 noches, como el Nazareno.
Las primeras medidas con las que este Ejecutivo excusa y escuda su gestión (subida del SMI, mejora del sueldo a los funcionarios, reforma de las pensiones, eutanasia, ayudas multimillonarias a unas CC.AA. en detrimento de otras…) no dejan de tener cabida en la figura del becerro de oro. Vanitas vanitatum et omnia vanitas, que decían los antiguos. O sea: vanidad de vanidades, pan para hoy y hambre para mañana, todo es polvo y aire, las palabritas se las lleva el viento, etcétera. De aquel jolgorio despendolado en torno a una estatua se extrajo una conclusión: los celos matan, también la insensatez. Pero siempre hay hueco para el perdón, que no tiene por qué estar exento de pruebas para obtenerlo.
A este respecto, merece la pena preguntarse si algunas pruebas fueron concluyentes para que tal personaje mereciera el perdón y seguir en su puesto -o siquiera gozar de credibilidad. Las mentiras tienen patas muy cortas pero ahora han hecho de su necesidad virtud, aprendiendo a reptar y arrastrarse con tal de seguir a su bola. Si larga puede ser una legislatura progre, aún más prolongado puede ser su rastro de desolación y fatigosa la labor de reconstrucción para quien venga después. Siempre que sepan ceder el paso. Gran paradoja es que, a estas alturas del siglo XXI, el progreso no siempre implique avance.
En este valle de lágrimas, toses y desvaríos, no resulta flaco consuelo saber que la felicidad está al alcance de todos. Y que no sólo la muerte iguala al poderoso y al humilde, demostrando ser tan democrática como inevitable. Tan digno de ser plenamente feliz es el amigo como el enemigo y no tiene por qué estar sólo al final de un arcoíris nuestro caldero de oro. La búsqueda del propio bienestar es una constante lógica y necesaria en la vida, saber procurarlo a los demás debería ser otra.
Cuento todo esto en el arranque de Cuaresma, periodo litúrgico al que parecemos estar abonados los 365 días del año -este 2020 uno más- con esta coalición. No hay jornada en que uno no se pregunte cuántas veces habrá acudido Mefistófeles ante los dirigentes del PSOE, ofreciéndoles el oro y el moro con tal de renegar alegremente de sus ideales. Es posible que Sánchez conociera los rigores del desierto tras ser defenestrado, al estilo de Adán y Eva desahuciados del Edén. Más improbable parece que los aguantase 40 años, como Moisés y el pueblo errante. O siquiera 40 días con sus 40 noches, como el Nazareno.
Las primeras medidas con las que este Ejecutivo excusa y escuda su gestión (subida del SMI, mejora del sueldo a los funcionarios, reforma de las pensiones, eutanasia, ayudas multimillonarias a unas CC.AA. en detrimento de otras…) no dejan de tener cabida en la figura del becerro de oro. Vanitas vanitatum et omnia vanitas, que decían los antiguos. O sea: vanidad de vanidades, pan para hoy y hambre para mañana, todo es polvo y aire, las palabritas se las lleva el viento, etcétera. De aquel jolgorio despendolado en torno a una estatua se extrajo una conclusión: los celos matan, también la insensatez. Pero siempre hay hueco para el perdón, que no tiene por qué estar exento de pruebas para obtenerlo.
A este respecto, merece la pena preguntarse si algunas pruebas fueron concluyentes para que tal personaje mereciera el perdón y seguir en su puesto -o siquiera gozar de credibilidad. Las mentiras tienen patas muy cortas pero ahora han hecho de su necesidad virtud, aprendiendo a reptar y arrastrarse con tal de seguir a su bola. Si larga puede ser una legislatura progre, aún más prolongado puede ser su rastro de desolación y fatigosa la labor de reconstrucción para quien venga después. Siempre que sepan ceder el paso. Gran paradoja es que, a estas alturas del siglo XXI, el progreso no siempre implique avance.